La Vanguardia

Historia de un hospital

- Fernando Ónega

Noticia que todos conocen, porque ha sido más divulgada que los resultados de la Liga de fútbol: en Madrid se inauguró un hospital. Y además, de lo que no abunda: un hospital especializ­ado en pandemias que, como funcionen las vacunas, se quedará sin misión en este mundo. Pero será bueno saber que existe porque, si viene otro virus asesino, a los que vivimos en la Comunidad de Madrid nos consuela mucho saber que hay un sitio donde caerse muertos. Los demás hospitales también sirven para esa noble función, pero están hacinados, un poco viejos y dicen que tienen plantas cerradas.

El mérito de la señora Díaz Ayuso no es haberlo construido, que eso lo hace cualquier presidente de autonomía si tiene dinero, y en Madrid otra cosa no habrá, pero el dinero cae del cielo y de los cambios ficticios de domicilio. El mérito de la señora Ayuso y su equipo es que consiguier­on que un hospital se inaugure entre gentes que protestan por su construcci­ón. Eso no había ocurrido en España ni en el mundo desde que se hacen hospitales. En su haber hay que apuntar también que, siendo un establecim­iento sanitario, tuvo la singularid­ad, quizá irrepetibl­e, de la ausencia del ministro de Sanidad. Dicen que así la señora Ayuso resplandec­ía más, sin nadie de izquierdas que le hiciera sombra.

Pero no terminan ahí las alabanzas. El hospital de pandemias de la capital es un hospital público, pero debe ser tan versátil que, cuando los periodista­s acercaban sus micrófonos a las protestas, se oía que era otra privatizac­ión de la sanidad. Se levantó en cien días, pero en tertulias de televisión se aseguraba –yo lo escuché– que se había hecho con retraso. Fue también la primera vez en la historia en que bastantes cronistas, algunos muy ilustres, ridiculiza­ron la inauguraci­ón porque el hospital, para ser un hospital, no tenía enfermos dentro. Ese fue el fallo de la señora Ayuso: no colocar algunos enfermos como figurantes. Y resultó emocionant­e comprobar la cantidad de gente que repetía que aquello no era un hospital, sino un negocio inmobiliar­io y un plató de televisión para la señora Ayuso.

Esta es la historia del pomposo último hospital construido en España. Puso a prueba la habilidad del Gobierno regional para quedarse solo, que no es tan fácil en estos tiempos de pelea por una foto. Estimuló la imaginació­n de los críticos, con gran impacto en la opinión publicada. Y este cronista se queda esperando a ver si llega algún enfermo y se cura. Más que nada, por la foto y un minuto de televisión.

El fallo de la señora Ayuso fue no colocar algunos enfermos como figurantes

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