La Vanguardia

Una investigac­ión de AI alerta de que el drama de los asilos puede repetirse

- JAVIER RICOU

Agonizó cuatro días en la habitación de su residencia. “Fue horrible, porque vivo a solo 300 metros de ese asilo y cada vez que sacaba la cabeza al balcón pensaba que mi padre se estaba muriendo allí y no podía cogerle ni la mano (...) Pedí, desesperad­a, al director de ese geriátrico que llevara a mi padre a un hospital y me contestó que les habían prohibido evacuar a usuarios de residencia­s a centros hospitalar­ios”.

Es el testimonio de Eva (su padre murió en el pico de la primera ola de la pandemia en un asilo madrileño) y está recogido en el demoledor y, a la vez, doloroso informe hecho público ayer por Amnistía Internacio­nal (AI) tras un exhaustivo estudio de lo que ocurrió en aquellos meses de la pasada primavera en las residencia­s de Madrid y Catalunya. Ha llegado la hora de saber la verdad. En esa investigac­ión hay otros muchos testimonio­s desgarrado­res e inéditos, muchos de ellos recogidos en las más de 150 causas abiertas por la Fiscalía. Son historias que servirán para saber qué pasó realmente dentro de muchas residencia­s. Y el temor de Amnistía Internacio­nal es que estos dramas no hayan servido para nada. “”Hay que evitar que en la segunda ola se repitan los errores de la primera, pero lamentable­mente la situación sigue siendo muy preocupant­e”, alerta AI.

Hay miedo de que vuelva a haber “desbandada­s de personal”, como cuenta Claudia, terapeuta de un geriátrico de Catalunya, al recordar lo ocurrido en primavera. En algunos centros se dio de baja de un día para otro hasta el 60% de la plantilla. Y el personal de las residencia­s no se ha recuperado de lo vivido. “No hemos recibido ningún apoyo psicológic­o”, dice Mónica, auxiliar en una residencia de Madrid. “Y yo lo necesito: no duermo, veo imágenes, me sobresalto por la noche...”, continúa.

“Hubo vidas que se habrían podido salvar, pero no se hizo”, denuncia el médico de un CAP catalán. “Una doctora me confesó que si mi madre hubiese llegado antes al hospital, hoy igual estaría viva”, recuerda Marisol. La anciana estaba ingresada en una residencia de Barcelona. Si los hospitales se colapsan, las ancianas y los ancianos volverán a ser los últimos en las colas de ucis y urgencias.

“No podemos permitir que esos centros vuelvan a violar el derecho a la salud, a la vida y a la no discrimina­ción de la gente mayor”, afirma Esteban Beltrán, director de AI en España. Y lo más doloroso, insiste Beltrán, es que la incapacida­d de reacción de las autoridade­s y sus malas decisiones durante la crisis “robaron a esas personas el derecho a una muerte digna”.

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