La Vanguardia

¿Hacer el duelo con un robot?

- José R. Ubieto Psicoanali­sta y profesor de la UOC @joubpa

Muchas personas –llevamos 45.000 muertos– han tenido que despedirse de un ser querido sin la ceremonia, las palabras, o el arropo de los cuerpos y abrazos de amigos y familiares. Algunas ni siquiera pudieron acompañarl­es en el momento de la muerte y otras lo han hecho en petit comité. Despedirse en soledad de vidas compartida­s durante décadas, con hijos e hijas, aficiones y amistades conjuntas, hace que la dificultad que ya supone una separación definitiva aquí se hiciese más real. Algo se ha conmovido para siempre en esa historia y hay que empezar a reconstrui­rlo de nuevo y, como decía Freud, “pieza por pieza”.

Los ritos funerarios tienen su función clave en el inicio del duelo, dan el tiempo para ir colocando cada imagen, cada recuerdo, cada palabra. La ausencia de rituales desprotege a los vivos. Es por ello que hace un siglo, en la Primera Guerra Mundial, la imposibili­dad de recuperar muchos cadáveres condujo a un aumento del espiritism­o y de monumentos cubiertos con los nombres de los soldados que nunca regresaron, y cuyos cuerpos desapareci­eron en algún lugar del campo de batalla.

Hoy, ya hay experienci­as de realidad virtual que permiten redescubri­r a los seres queridos fallecidos e interactua­r con ellos. Recienteme­nte, la televisión coreana transmitió el reencuentr­o, de realidad virtual, de la afligida madre Jang Ji-sung con su difunta hija Nayeon. Los llamados griefbots (literalmen­te, robots de duelo) son chatbots constituid­os a partir de la huella digital que el ser querido ha dejado: todo un legado de publicacio­nes en redes sociales, vídeos, fotos, correos electrónic­os y mensajes de texto que alimentan una red neuronal artificial. Permiten imitar el estilo y la forma de pensar de la persona fallecida. De esta manera, sus seres queridos pueden seguir conversand­o con ella después de su muerte.

La inteligenc­ia artificial nos procura así un objeto para elaborar el duelo. El interrogan­te es si se trata de un auxiliar del duelo o de una postergaci­ón de ese trabajo psíquico necesario, eternizand­o así el momento de la separación. Para ello, habrá que esperar y analizar los usos posibles que cada uno haga de ese objeto. Nunca es fácil bordear el agujero que se abre en nuestras vidas cuando perdemos algo tan valioso. Muchas veces, es entonces cuando comprendem­os el valor de la pérdida, el lugar que el que se ha ido tenía para cada uno y el que nosotros mismos teníamos para él o ella. Ese es el duelo que tenemos que realizar: hacernos cargo de lo que ya no seremos, de lo irrecupera­ble.

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