Josep Pla no se acaba
Destino edita el manuscrito original en catalán sobre la Segunda República
El volumen 39 de la obra completa de Josep Pla, El viaje se acaba, lleva un título que no tiene nada que ver con su producción literaria. A pesar de los 47 volúmenes y más de 30.000 páginas publicadas por la editorial Destino entre 1966 y 1992, en los últimos años se ha ido ampliando el corpus planiano y ahora lo hace con una nueva sorpresa: la aparición del manuscrito original en catalán e inacabado que dio pie a los cuatro volúmenes de la Historia de la Segunda República Española, publicados en castellano entre 1940 y 1941.
La versión castellana de esta obra, la única existente hasta ahora, no tan solo era prácticamente inencontrable sino que se había convertido en un “libro maldito”. No se incluyó en la obra completa ni se reeditó nunca. Pero ahora aparece el manuscrito de Pla, que se encontraba en el fondo documental del Mas Pla de Llofriu, y se descubre que lo había escrito en catalán. Esta es al menos la lengua de las 117 cuartillas localizadas, que se corresponden con el primer volumen y buena parte del segundo. Las escribió en Roma entre enero y abril de 1938, respondiendo a un encargo del mecenas Francesc Cambó. En la edición actual, a cargo de Destino y la cátedra Josep Pla de la Universitat de Girona, se reproduce también una carta de Joan Estelrich a Cambó donde le dice: “No sé los resultados que Pla pueda dar en materia de espionaje, pero soy más bien escéptico. En cambio, Pla es una primera figura literaria en nuestra casa (...) Sería un intelectual de marca, catalán, que se manifestaría ostensiblemente al lado de Burgos”.
El libro, cono señala la prologuista Maria Josepa Gallofré, “no es el trabajo de un historiador, sino el de un periodista y escritor que hace una crónica, un pliego de cargos, contra la república desde la órbita del catalanismo conservador”. Xavier Pla lo define como “un proyecto de propaganda antirrepublicana”, pero advierte que hay que leerlo en el contexto “de unos años trágicos, de polarización extrema, marcados por unos totalitarismos fascistas y comunistas que afectan a todo el mundo, después de dos años de guerra civil y en la antesala de la II Guerra Mundial”.
Seguramente algunas de estas cuartillas fueron escritas sobre las mesas de mármol del Caffè Greco, en la Vía Condotti de Roma, el mismo que había sido frecuentado por Goethe y Stendhal. Además de la ayuda económica de Cambó, acudió a la Biblioteca Vaticana, acogido por el padre Anselm M. Albareda, y a la biblioteca de la embajada española en el Vaticano. Pla enviaba los manuscritos a Cambó, que los hacía mecanografiar precisamente a Adi Enberg, compañera de Pla, que también trabajaba en su oficina, y él hacía sugerencias y correcciones. Pero alguna cosa pasó entre Pla y Cambó porque de golpe la relación se rompe. Xavier Pla, responsable de esta edición, lanza la hipótesis de que Cambó se podría haber enfadado por las conversaciones que también en Roma habría tenido Pla con Joan March, el otro financiero de Franco, con quien estaba enemistado.
El hecho es que Pla emprende un viaje primero a Cerdeña, que después continuará hasta Sicilia y Abbazia, la estación turística de lujo (entonces italiana y hoy croata), donde Cambó tenía instaladas sus oficinas, en la mansión Villa Irenea. Y lo hizo a pesar de la contundente advertencia de su mecenas: “No conviene que vengáis a Abbazia, porque allí no se va en plan de vacaciones, sino en plan de trabajo y, como usted no tendría nada que hacer, sin querer, perturbaríais el trabajo de los otros”. Una carta del 31 de mayo de 1938 da a entender que Pla ya no trabaja en este proyecto de libro y que Cambó ya no se siente responsable el proyecto.
El hecho es que Pla vuelve a la España “nacional” y no reanudará este libro hasta 1939. Es conocida la anécdota, y ha quedado corroborada ahora, que Pla fue a la biblioteca del Ateneu Barcelonès y recortó con una hoja de gillette
las páginas del Diario de Sesiones
de Les Corts, para facilitarse el trabajo desde casa. No se sabe si este texto inicial lo tradujo al castellano él mismo, y no se descarta que lo hiciera Juan Bautista Solervicens. Lo que es seguro es que quien se encarga de llevarlo a la censura y de introducir nuevas correcciones es Ignacio Agustí, falangista, director de la revista Destino. Él mismo remite este informe: “Yo he vigilado con mucho detenimiento las consideraciones que hace el autor entre párrafo y párrafo y he pulido, limado y recortado a mi antojo, es decir, con toda mi capacidad y responsabilidad”.
Las diferencias entre el manuscrito y los dos primeros libros –que en el futuro será objeto de un estudio por parte de Maria Josepa Gallofré– son notables. Desaparece la perspectiva catalana, y eso significa que se pierden fragmentos enteros, dedicados a Macià o Cambó. A veces “Catalunya” es sustituida por “región catalana”. Y donde dice “Primo de Rivera havia tractat sense gratitud els catalans, se convierte en “los catalanes creían que habían sido tratados ingratamente por el general”.
Una de las conclusiones que se extraen de estos cambios es que contrariamente a lo que habían pensado Cambó y Pla, la adhesión al franquismo excluía el catalán de la esfera pública. Y eso explicaría que Cambó se quedara después de la guerra en Buenos Aires, y Pla, tras el intento fallido de dirigir La Vanguardia junto con
TIEMPO DE GUERRA Cambó encargó en 1938 a Pla una obra de propaganda antirrepublicana
PRIMERO REDACTADO
Josep Pla escribe en el Caffé Greco de Roma, que habían frecuentado Goethe y Stendhal
IGNACIO AGUSTÍ Y LA CENSURA La mirada catalana del franquismo desaparece en la versión definitiva en castellano
Manuel Aznar a principios de 1939, se acabara refugiando en la Costa Brava, lejos de las esferas de poder. Durante los primeros años de la posguerra vivió entre Fornells, l’escala y Cadaqués y desde allí publicó unos primeros libros en castellano (Guía de la Costa Brava o Viaje en autobús), que se pueden considerar casi una traducción literal del catalán, hasta que consigue que la censura le deje publicar ya en catalán Viatge a Catalunya (1946) y Cadaqués (1947). Como ha señalado Xavier Febrés, en otro libro de reciente publicación, Josep Pla o la vitalitat. Una biografia literària (Ed. Pòrtic, premio Carles Rahola, 2020), “Pla se convirtió desde el primer momento en militante de la recuperación del catalán en la literatura, como contrapeso a su camboniana colaboración durante la Guerra Civil con aquellos que quisieron eliminar esta lengua de la vida pública”.
Xavier Pla va más allá señalando que el hallazgo de este manuscrito remite a la pregunta que hace unos años hacía August Rafanell: “¿Llegó a haber una literatura franquista en catalán?”. Para Xavier Pla, “la respuesta, una vez más, parece negativa”.
En el anexo del libro que ahora se publica se incluyen siete cartas inéditas de Cambó a Pla y otras tres entre Cambó y Joan Estelrich que contextualizan las relaciones de este catalanismo conservador franquista.
Inicialmente se había planteado incluir otras 20 páginas de un dietario de Pla correspondiente a los primeros meses de 1936, pero finalmente se descartó. En los últimos años, ya fallecido el escritor de Llofriu, se han publicado Notes per a un diari (1986), basado en un dietario de enero de 1967 en agosto de 1968 (con el añadido de otros del 1965 y 1966), y posteriormente La vida lenta (2014), que recogía las notas de los diarios de 1956, 1957 y 1964. También se publicaron artículos y textos dispersos de los años cincuenta y sesenta en Fer-se totes les il·lusions possibles (2017) y dos libros de correspondencia con dos homenots relevantes: Gaziel (2018) y Jaume Vicens Vives(2019).