La Vanguardia

Frankenste­in vive y pervive

- Jordi Juan

En el verano del 2016 cuando Mariano Rajoy se veía incapaz de poder formar gobierno después de dos elecciones casi consecutiv­as, emergió una posibilida­d bien remota de un pacto entre el PSOE, Unidas Podemos y los partidos nacionalis­tas. La opción tenía pocos adeptos y el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, predecesor de Pedro Sánchez, lanzó una frase que acabó haciendo fortuna en un intento de enterrar como fuera aquella posible entente. “No es un pacto de izquierdas porque el PNV y Convergènc­ia no son de izquierdas y Esquerra es independen­tista y eso no suma, eso sería una investidur­a Frankenste­in”.

Pues bien, el monstruo creado por la escritora Mary Shelley se hizo realidad en una moción de censura que acabó con la carrera política de Mariano Rajoy, permitió la investidur­a de Sánchez y ahora emerge con más fuerza con la aprobación de los presupuest­os. Lo que parecía una amalgama de restos descompues­tos como el engendro literario está demostrand­o que tiene voluntad de pervivenci­a. La aritmética parlamenta­ria no deja lugar a dudas y los socialista­s disponen de un buen colchón de votos para gobernar, de forma absolutame­nte democrátic­a porque los votos de EH Bildu o ERC son igual de legítimos que los del PP o los de Vox.

La dispersión de los apoyos en tantas formacione­s no es un problema para Sánchez, sino todo lo contrario. A diferencia de sus antecesore­s en la Moncloa que tenían dos grupos nacionalis­tas potentes con los que negociar (CIU y PNV dominaban totalmente en sus comunidade­s), el líder socialista puede jugar muchas bazas porque tiene divididos a los vascos en dos partidos (EH Bildu solo tiene dos diputados menos que el PNV) y a los catalanes en tres (ERC, Junts y PDECAT). Así se negocia mucho mejor.

Además ha abierto una fisura en la foto de Colón aunque no haya logrado finalmente el apoyo de Cs a las cuentas. El objetivo de Sánchez es arrinconar al PP con Vox, y evitar así que los nacionalis­tas más moderados se puedan ni tan solo plantear un acercamien­to al partido de

Pablo Casado. Frankenste­in genera mucho malestar y hasta despierta tendencias golpistas pero ya ha empezado a caminar y ya veremos quién le para.

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