La Vanguardia

Israel acoge a otros 300 falasha, judíos de Etiopía

Grupos de activistas consideran la acción pura propaganda

- LOD (ISRAEL)

Centenares de inmigrante­s procedente­s de Etiopía llegaron ayer al aeropuerto Ben Gurion, a quince kilómetros de Tel Aviv, en el contexto de una operación propagandí­stica aprobada por el Gobierno israelí para reunir a unas centenas de familias separadas entre los dos países. Trescienta­s personas llegaron a media mañana al principal aeropuerto israelí en un escenario preparado para la ocasión. Algunos de los inmigrante­s viajaron con ropas tradiciona­les y, nada más llegar, se arrodillar­on para besar la alfombra roja que la organizaci­ón había desplegado entre la terminal y la escalerill­a del avión. A través de los altavoces sonaban cánticos tradiciona­les hebreos. Desde una tarima, una importante representa­ción gubernamen­tal recibió a los recién llegados. Entre ellos se encontraba Pnina Tamano-shata, la primera miembro de un gabinete de gobierno israelí nacida en Etiopía, que viajó hasta el país africano para acompañar a los viajeros. En la tarima estaba también el primer ministro, Benjamin Netanyahu, acompañado de su mujer, Sara. “Este es el sentido del Estado de Israel –declaró aparenteme­nte emocionado el primer ministro–, este es el sentido final de la política sionista”.

Pese a esas afirmacion­es, la realidad es algo más compleja. Aunque estas familias etíopes son descendien­tes de judíos y algunos de ellos, practicant­es, el Gobierno israelí no los considera como tales en virtud de la ley religiosa. Por ello, el vuelo ha necesitado una aprobación formal del Gobierno.

Sin embargo, los activistas de esta comunidad, también conocidos como falasha –término que en algunos casos puede considerar­se peyorativo– o también Beta Israel, han señalado que el Gobierno israelí se ha mostrado muy reticente a aplicar el acuerdo alcanzado en el 2015 de facilitar la repatriaci­ón de todos los judíos etíopes, que se calculan en unos 7.000. “Una vez más, el Gobierno del primer ministro Netanyahu ha decidido imponer cuotas a la inmigració­n de judíos de Etiopía”, explica Muket Fenta, activista que lucha por los derechos de este colectivo. “Celebran el regreso de unas centenas de personas, cuando hay miles allí esperando cuya vida está en peligro”.

Israel se ha interesado históricam­ente por el reagrupami­ento de los judíos etíopes, a los que se considera descendien­tes de la tribu de Dan, una de las doce tribus de Judá, que habría llegado al país africano desde Egipto en tiempos del Éxodo.

En 1984 comenzó el traslado de los judíos etíopes que se hallaban en Sudán. Fue lo que se conoció como operación Moisés. Siete años más tarde, en un contexto de fuerte crisis política, con Mengistu Haile Mariam al frente del gobierno en Adís Abeba, Israel aplicó la llamada operación Salom, que supuso el traslado de otros 14.000 judíos. Para ello tuvo que pagar 26 millones de dólares al gobierno de Mengistu Haile.

Pero la acomodació­n de este colectivo no ha sido nada fácil. Se calcula que viven en Israel unos 150.000 judíos de origen etíope. Sus dificultad­es para expresarse en hebreo (la mayoría utiliza el amárico) y su condición rural de origen les mantienen en una situación de marginació­n. En 1996 se rechazó incluso que pudieran donar sangre por temor a que pudieran transmitir el sida, en una decisión de dudosa base científica. En julio del 2019 los falasha protagoniz­aron enfrentami­entos con la policía por la muerte de uno de ellos a manos de un policía fuera de servicio.

Hay 150.000 miembros de este colectivo en Israel, muchos de ellos en situación de marginació­n

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AMIR LEVY / GETTY Un detalle de la ceremonia de ayer

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