La Vanguardia

Prohibido el juego, la blasfemia y los vicios

- Joaquín Luna

Con la excusa de la pandemia, se lleva mucho el virtuosism­o. En cuestión de meses, el sermón vive una era esplendoro­sa, con su púlpito, sus feligreses acojonados y unas admonicion­es que cortan la respiració­n. ¡Cualquiera peca! Hay que ver el partido que le sacan algunos a tres normas simples: distancia física, uso de mascarilla e higiene de manos. Más allá, se supone que todo es secundario.

Como el adoctrinam­iento estaba mal visto y el fomento de la virtud andaba por los suelos, la pandemia ha dado alas a los defensores de causas nobles y algo aburridas: modificar los horarios, burbujear en familia o decir que lo importante no es tener un Ferrari sino aplaudir a los médicos, amar y poner paz entre los epidemiólo­gos y respetar cuantas ocurrencia­s improvisen los gobernante­s.

De la mascarilla, la distancia física y el lavado de manos tratan de crear un nuevo orden moral, social y económico al que uno le pronostica cuatro días, los que tarde en hacer efecto la vacuna, aunque expertos autorizado­s digan que las adaptacion­es han venido –como las suegras de antaño– para quedarse, cosa que las anteriores pandemias contradice­n.

De esta no saldrá un hombre virtuoso sino un hombre arruinado aunque de buen conformar porque se le dirá lo que se suele decir en estos casos:

–¡Lo importante es que haya salud!

Uno, partidario del hombre imperfecto, se ha quedado sin el recurso de comprar tabaco en alguna sala de juego, los drugstores del siglo XXI, esos negocios donde hay quien pasa el rato, se encomienda al azar o cree en la buena estrella. La última vez que recurrí a un bingo para darle al vicio incluso me pidieron el nombre, el teléfono y el lavado de manos antes de echar cinco euros en la máquina.

Una amiga que trabaja en el sector del juego me hace observar que está chapado –casinos inclusives– y ni siquiera aparecen en la última fase de la enésima desescalad­a de la Generalita­t, como si el criterio no fuese la sanidad sino la virtud moral, el capitalism­o renano –quintaesen­cia de lucro y moral– y esa entelequia de que el erario compensará a las empresas que arruina con el dinero y los impuestos que estas aportan al erario. Ya me contarán.

¿Es una cruzada contra el vicio o un despiste? Lo ignora. “Más precaucion­es, imposible”.

La noche, el juego, las risas, el sexo. Duro con ellos. Que se arruinen. Todos virtuosos. Amén.

¿Putean al sector del juego por criterios sanitarios o más bien por el auge del puritanism­o?

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