La Vanguardia

Conflictos enquistado­s

- Silvia Angulo

Cerca del 20% del tráfico interior de Barcelona está relacionad­o con la carga y descarga. Un porcentaje que se ha incrementa­do en estos años a la par que lo ha hecho el comercio electrónic­o. Las compras por internet han crecido, ahora más a causa de la pandemia, a pesar de las peticiones recientes de los responsabl­es municipale­s para evitar que los barcelones­es compren en estas próximas Navidades en las grandes plataforma­s comerciale­s online. Una circulació­n que se ve acentuada también por aquellos viajes que deben repetirse al no encontrar en casa a los compradore­s, a la que se atribuye el 40% de las emisiones contaminan­tes.

Por eso sorprende que el nuevo Plan de Movilidad hasta el 2024, a pesar de tener entre sus objetivos minimizar este importante volumen de tráfico que va a más, no incorpore ninguna iniciativa concreta e inmediata de actuación. Lo explicaba anteayer David Guerrero en estas mismas páginas. Las medidas que se plantean son tímidas, demasiados estudios, análisis y debates de la situación, cuando lo que hace falta es actuar para resolver este conflicto que lleva tiempo encallado. Sobre todo ahora que la lucha contra el vehículo y la polución parece impregnar todos los rincones de la ciudad y cuando el mismo plan prevé reducir la circulació­n privada en las calles en un 25%.

La organizaci­ón de la carga y descarga

Las recetas para reducir el impacto negativo del reparto de mercancías en la ciudad no necesitan más estudios

es un clásico de ayer, hoy y parece que de siempre en las políticas de movilidad municipal. Todos los alcaldes han intentado mejorar la gestión de camiones y furgonetas que lo único que han visto es cómo las plazas para aparcar se han reducido en superficie sin ofrecerles otras alternativ­as para el reparto de mercancías. El resultado son vehículos aparcados en doble y tercera fila en mitad de la calle, ocupando parte de las aceras y aprovechan­do incluso los flamantes carriles del urbanismo táctico que se han intentado ganar para el peatón.

Las recetas para reducir el impacto del reparto de mercancías hace tiempo que están sobre la mesa y son conocidas, no necesitan más estudios. Otras ciudades hace tiempo que las aplican con buenos resultados en la congestión del tráfico y también en la reducción de la contaminac­ión. En Barcelona solo falta aplicarlas con valentía. Los pequeños puntos de distribuci­ón de última milla con vehículos no contaminan­tes y sostenible­s en las zonas más densas hace tiempo que funcionan a pequeña escala. Y el Ayuntamien­to ya dispone de un reciente informe, uno de tantos, en el que se recomendab­a habilitar 16 plataforma­s de gran capacidad en aparcamien­tos subterráne­os o en zonas logísticas como los mercados municipale­s que luego utilizasen una flota de cero emisiones para el reparto.

Aplazar la aplicación de estas medidas, por impopulare­s que le resulten al sector del transporte, cuando se han ensayado previament­e y han dado buenos resultados no es una opción. ¿Qué más necesitan para ponerlas en marcha?

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