La Vanguardia

Carlos y Diana

- Albert Montagut

No ha sido hasta esta última entrega de The crown cuando Carlos y Diana, los príncipes de Gales, se han convertido en el eje central de la magnifica serie de Netflix. Es por esa razón y también el hecho de haber dado cobertura como reportero de El País a sus visitas a Palma en 1987 y 1988 que recordaré algunas de las cosas que pasaron en la isla durante aquellas dos históricas visitas.

El rey Juan Carlos, aún gozando del crédito por su rol indiscutib­le en la democratiz­ación de España, condujo a los príncipes desde el aeropuerto hasta Marivent en su primera visita. A su llegada al palacio, una nube de fotógrafos británicos –los tabloides vivían años de esplendor– les esperaban, formando un estrecho pasillo.

John Wood, del Mirror, golpeó con los nudillos de sus dedos la ventanilla posterior del coche en el que iban los hijos de los príncipes. Harry, muy, muy pequeño, pegó su cara al cristal para el deleite de Wood, que hizo la fotografía del día.

Aquellas visitas fueron un gran festival para los medios. Carlos iba y venía de Londres –ahora se dice que para visitar a Camilla Parker Bowles–. No había habitacion­es suficiente­s en el palacio para que reyes, príncipes e infantas pudieran tener sus propios aposentos, por lo que los más jóvenes dormían en colchones en los pasillos. El titular “Overbookin­g en Marivent” provocó una queja de la Casa Real, como también la causaron, pero en el de Buckingham, las fotografía­s de Diana y sus hijos en la playa de El Arenal.

El yate real Fortuna se convirtió en la verdadera fortaleza de los príncipes, incluso cuando se averió y tuvo que ser remolcado por un pescador de Sóller. Cuando Carlos y Diana subían a bordo una estela de espuma era lo único que les quedaba a los fotógrafos. Entonces empezaba la cacería para captar a

Diana en bañador. Cuando finalmente lo consiguier­on, Buckingham pasó el viaje oficial a viaje privado, por lo que las credencial­es británicas quedaron sin efecto y muchos reporteros regresaron a Londres.

Uno de ellos, Michael Cole, correspons­al real de la BBC y que años después sería el director de comunicaci­ón de Harrod’s y portavoz de Mohamed al Fayed. Tras la muerte de Diana, uno de los rostros que aparecería­n con mayor asiduidad en la televisión británica.

Mallorca fue el epicentro de la corona británica durante las visitas de Carlos y Diana. En aquel entorno paradisiac­o se aventuraba que la vida de ambos era un infierno y que, efectivame­nte, Diana mantuvo un pulso en popularida­d con la propia reina y la corona, un pulso que terminó perdiendo en vida, pero ganando tras su trágica muerte en un túnel de París.

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