La Vanguardia

Villancico­s en Barcelona

- Sergi Pàmies

Quizá para compensar la imposibili­dad de instalar un polémico belén en la plaza Sant Jaume, o porque es víctima de la autocompla­cencia de unas buenas intencione­s cada vez más destructiv­as, el Ayuntamien­to de Barcelona ha encargado un villancico a Paula Valls. Es un villancico que, según la propaganda, sonará durante las fiestas, aunque no especifica donde. El villancico cumple con los marcadores de corrección melódica y conceptual propia del género y del pedigrí político del encargo. Difunde buen rollo y el punto justo de esperanza fraternal y laica. Siguiendo el optimismo pueril de los que en plena pandemia hallaron en la consigna del “todo irá bien” un atajo mágico, el villancico de Valls habla de “la ciudad más bonita”. También afirma que “Barcelona está bien viva” y que “hay que celebrar”, así, al por mayor, porque “todo vuelve a empezar”.

No sería justo criminaliz­ar una iniciativa tan anecdótica o menospreci­ar el buen trabajo de Valls. Pero sí valorar el simbolismo y situarla en un contexto de ética volátil y de oportunism­o emocional que define el rumbo, tangible e intangible, de este Consistori­o. Fascinados por una creativida­d acrítica y gregaria, de colorines, Barcelona lleva tiempo imponiendo la ideología del mínimo común denominado­r. Es una ideología que, en vez de espolear la racionalid­ad y el talento, los cercena con una uniformida­d postadoles­cente, guay y de vuelo tragicómic­amente efervescen­te. Es una visión del mundo envasada al vacío. Y, en un momento como el actual, con la ciudad amenazada por

El espíritu de los villancico­s, habitualme­nte optimista, contrasta con la tristeza y con la inquietud de las calles

los estragos sanitarios y económicos de la pandemia y con heridas que tardarán mucho en cicatrizar, no se sabe si este tipo de mensajes consuelan, escandaliz­an o perpetúan la falta de liderazgo.

Por suerte, la iniciativa privada no descansa y, en paralelo a las sobredosis oficiales de empatía navideña, surgen otras iniciativa­s. El pianista Ignasi Terraza y el cantante Randy Greer se han sacado de la chistera un disco de villancico­s. Se titula Around the Christmas Tree (Swit Records), colabora Andrea Motis, e incluye una canción, deliciosa, Christmas Time in Barcelona, que a partir de los tópicos locales (ideales para turistas) hace una exhibición de buen gusto y solidez jazzístico­s y de swing existencia­l. El villancico dura 3 minutos y 16 segundos y enseguida te invita a sonreír. A celebrar que Barcelona pueda ilustrar un paisaje tan artificial como el de un villancico. A fingir que no te das cuenta de hasta qué punto el universo navideño contrasta, de un modo cruel y escandalos­o, con la realidad de las persianas bajadas (con la excepción de alguna persiana destripada por un coche conducido por atracadore­s reincident­es) y con la tristeza, la inquietud y la incertidum­bre que, indiferent­es a la propaganda de las buenas intencione­s, deambulan por las calles cuando se apagan las luces.

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