La Vanguardia

‘Les tres germanes’ viven el cambio climático en el Lliure

Julio Manrique lleva el clásico de Chéjov al mundo de hoy

- JUSTO BARRANCO

Si la época del gran dramaturgo y médico ruso Antón Chéjov (18601904) fue de cambios radicales, con las viejas clases aristocrát­icas en clara decadencia, siendo sustituida­s por una emergente burguesía y pronto por la revolución, el 2020 no tiene demasiado que envidiar a otros puntos de inflexión en la Historia. No solo por el coronaviru­s sino también por el contexto más amplio en el que se inserta: la emergencia climática que vive el planeta y que el director teatral Julio Manrique ha introducid­o en su nueva versión de Les tres germanes de Chéjov que el día 10 estrena el Teatre Lliure de Montjuïc.

Manrique remarca que “el cambio climático ha sido la manera de explicar un mundo en transforma­ción como el de Chéjov, en el que sonaban los tambores de la revolución”. “La pandemia ha delatado que hay muchas cosas que no se aguantan en muchos sentidos –subraya– y hemos tenido la tentación de hablar de ella también, pero ya tratábamos lo que está pasando, el cambio climático, sistémico, y decidimos no apretar más”.

Para el director, que ha metido a sus diez actores en una enorme pecera de cristal, una gran burbuja vital de la que quieren salir pero no saben cómo, Chéjov “continúa explicándo­nos nuestros anhelos, pereza, virtud, deseos, las grandes preguntas: por qué vivimos, sufrimos, existimos”, y cree que “en el tiempo que vivimos puede tener algo catártico”. Recuerda que las tres hermanas del título –interpreta­das por Cristina Genebat, Maria Rodríguez y Elena Tarrats– se han quedado sin padre hace un año y “su fantasma impregna el inicio, viven en una ciudad pequeña, gris, aburrida, y no dejan de decirse que quieren marchar a Moscú, salir de donde están, buscar el territorio de su infancia, idílico, de felicidad”.

Para el director Moscú simboliza “que hay algún lugar feliz al que tendríamos que ir, que lo que nos asfixia lo podríamos solucionar yendo a otro lugar”. Pero en una obra en la que, añade, el paso del tiempo es otro tema central, “la gente se enamora, se desenamora, tiene problemas sentimenta­les, con la casa, el trabajo, y mientras pensamos en cómo llenar de sentido nuestra vida nos vemos atrapados por pequeñas cosas, y cuando nos damos cuenta no hemos hecho nada de lo que queríamos hacer, no nos hemos movido”.

Con la voluntad, cuenta, de que la obra “nos hable ahora y aquí a nosotros” trazando la misma sensación de transforma­ción de la obra original, ya no hay militares que pasan una temporada en esa ciudad de provincias, sino geólogos que investigan el “punto crítico en el que estamos y que debería servir de semáforo sobre cómo estamos cambiando el mundo explotándo­lo sin límites”.

Genebat, que además de protagonis­ta adapta el texto con Manrique y Marc Artigau, subraya que la pieza se pregunta “qué mundo dejaremos de aquí a unos años, qué quedará de nosotros, qué estará bien y qué no. Y qué es Moscú, qué valor le damos hoy a nuestras expectativ­as y nuestra manera de vivir, si sabemos vivir de acuerdo con lo que nuestro corazón necesita. A veces sí, a veces no”. Manrique, recordando la burbuja en la que viven sus personajes, remata que “los muros más difíciles de derribar están hechos de ideas, ir a Moscú hoy no es tan difícil, lo difícil es cargarse los muros que nosotros mismos nos hemos creado”.

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SILVIA POCH Cristina Genebat en la obra

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