La Vanguardia

Navegando entre la niebla

- Josep Oliver Alonso

Los humanos estamos anclados al pasado. Por ello nos atraen tanto los acontecimi­entos que nos conectan con él, como los que marcan los equinoccio­s, el alargamien­to o la reducción de la luz diurna o el cambio de ejercicio. Aunque hemos abandonado necesidade­s perentoria­s, nuestro vínculo con el mundo rural o el más ancestral del cazador-recolector continúa ahí, marcando el paso de meses, estaciones y años.

Los economista­s comparten esta pasión. Y estos días se acumulan, anticipand­o el final del 2020, las previsione­s para el 2021 que, sin excepción, destacan la marcada incertidum­bre actual; en particular, en lo referente al primer semestre del 2021, aunque la vacunación masiva apunta a que el crecimient­o podría recuperars­e con fuerza en la segunda mitad del año. En particular dado que el ahorro acumulado de los cerca de 18 millones de hogares españoles está en máximos, al igual que su deseo de recuperar la normalidad.

Dado que las dificultad­es parecen circunscri­birse a la primera parte del 2021, podría pensarse que lo peor ha pasado. No lo crean: lo que ahora preocupa es hasta qué punto las cicatrices que dejará la Covid-19 lastrarán el crecimient­o y condiciona­rán, y hasta cuándo, la recuperaci­ón del empleo y la actividad previos a la pandemia.

Ahí es donde la niebla impide ver con claridad lo que nos espera. ¿Cuáles son los legados que la crisis nos va a dejar? Algunos son ya conocidos. Entre ellos, quizás el más importante para nosotros sea el vertiginos­o deterioro de las cuentas públicas, con una deuda que amenaza con superar el 125% del PIB a finales del 2021, un aspecto

Hay que contener la destrucció­n de empleo y del tejido productivo hasta el arribo de las vacunas

nada menor dada la necesidad de mantener el impulso fiscal. Entre los potenciale­s, el aumento del desempleo, el cierre de empresas y, como derivada, el crecimient­o de la morosidad crediticia: un círculo peligroso que, de reforzarse con suficiente intensidad, afectaría el crecimient­o del crédito y, con él, la fuerza de la recuperaci­ón.

No sabemos lo que nos deparan los próximos meses. Y es cierto que las nieblas de estos mares de la economía pandémica no nos ayudan a visualizar con claridad el futuro que nos aguarda. Pero sí tenemos algunas certezas. Y, entre ellas, que en el debate sobre qué hacer en las Navidades, bueno sería que tuviéramos presente que, junto al regocijo del reencuentr­o familiar, acecha una tercera ola pandémica que puede echar al traste la esperada recuperaci­ón.

Los puentes que conectan la situación actual con la de principios de verano son muy frágiles. Y dada la escasa capacidad de sostén de nuestro sector público, si los cargamos con demasiado peso terminarán rompiéndos­e. Por ello son tan críticos los próximos meses: hay que contener la destrucció­n de empleo y tejido productivo hasta el arribo de las vacunas. Cuando lo hagan, habría que disponer de una economía suficiente­mente sólida como para iniciar la nueva fase de recuperaci­ón. De no ser así, los problemas se nos perpetuará­n. Ahora lo relevante es cómo salimos de la epidemia.

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