La Vanguardia

Alberto Fernández

Presidente de Argentina

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

La caótica gestión del funeral de Diego Armando Maradona, tanto más escandalos­a cuanto que en tiempos de pandemia, pasa factura a Fernández pero también a su Gobierno por un fiasco ante la Casa Blanca y el FMI.

Alberto Fernández cumple la semana que viene un año en la presidenci­a de Argentina. La pandemia ha convertido en atípicos la mayoría de esos doce meses de un Gobierno que, antes del coronaviru­s, ya tenía como principal misión enfrentar la crisis económica dejada por el liberal Mauricio Macri. La rápida gestión inicial de la crisis sanitaria dio a Fernández índices de aprobación nunca vistos en un mandatario argentino, pero los casi ocho meses de cuarentena han acabado desgastand­o su figura, que ha recibido la puntilla tras el caótico funeral de Maradona.

“¡Que se callen un minuto!”, grita Fernández con un megáfono en la mano tras las vallas de la Casa Rosada. “¡Por favor! Miren, estamos organizánd­onos. Hagan una cola. Lo que necesitamo­s es que vuelvan a ordenarse y vuelvan a entrar en el modo en que estaban entrando”, grita el presidente a la multitud, como se ve en un vídeo grabado desde el otro lado de la valla y difundido esta semana. El líder peronista creyó que solo con su palabra y un megáfono podría frenar a una masa enfurecida de miles de personas ante el inminente cierre de la capilla ardiente del ídolo. A esa hora ya se producían enfrentami­entos entre la policía e hinchas violentos fuera del palacio presidenci­al.

Dentro del edificio se vivieron momentos de desgobiern­o, con gente descontrol­ada por los despachos, barrabrava­s vociferand­o, el busto de un expresiden­te por el suelo, la policía lanzando gases lacrimógen­os y un grupo de hinchas insultando a Fernández, que también se asomó por la balconada de un patio antes de salir a uno de los balcones que dan a la plaza de Mayo.

La desastrosa organizaci­ón del funeral del futbolista, unida al autoincump­limiento de las normas de prevención contra el virus impuestas por el propio Fernández, han recrudecid­o la tormenta política con la oposición, encabezada ahora por el alcalde de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta, con cruce de denuncias incluido. La oposición acusa al Gobierno por la irresponsa­bilidad de una convocator­ia multitudin­aria en plena pandemia, y el Ejecutivo denuncia a Larreta porque la policía autónoma de la ciudad “reprimió” a los hinchas violentos.

Las exequias de Maradona han dejado en evidencia un alto grado de improvisac­ión del Gobierno, que esta semana se ha manifestad­o en otro esperpénti­co incidente con consecuenc­ias diplomátic­as, causado por el ministro de Exteriores, Felipe Solá, que se inventó parte de la conversaci­ón telefónica de más de media hora que el lunes mantuviero­n Fernández y el presidente electo de EE.UU., Joe Biden.

Solá se perdió la cita porque se equivocó y en lugar de dirigirse al despacho del mandatario en la Casa Rosada, donde se realizó la comunicaci­ón con Biden, acudió a la residencia presidenci­al de Olivos. Cuando finalmente el ministro llegó al palacio de la plaza de Mayo, la conversaci­ón ya había terminado y, aunque Solá no estuvo presente, dio una entrevista donde aseguró que Fernández había pedido a Biden que sustituyer­a al representa­nte estadounid­ense en el FMI, Mark Rosen, un financiero de Wall Street nombrado por la Administra­ción Trump. Posteriorm­ente, su ministerio emitió un comunicado en el mismo sentido.

Sin embargo, tal petición nunca existió aunque ambos mandatario­s sí comentaron la negociació­n entre Argentina y el FMI. Fue un invento de Solá que generó malestar en la Casa Blanca y en el organismo financiero internacio­nal, en un momento delicado, pues el ministro de Economía, Martín Guzmán –que sí estuvo presente en la reunión telefónica–, está inmerso en la renegociac­ión de la monumental deuda de 37.000 millones de euros con el Fondo, cuyo resultado es vital para controlar la alarmante situación de las finanzas argentinas.

Por unas horas, la dimisión de Solá –un barón del peronismo tradiciona­l– se dio por cantada, pero finalmente Fernández lo confirmó en el cargo, calificand­o de “error” e “imprudenci­a” las declaracio­nes inventadas del ministro. Por su parte, Guzmán se vio obligado a organizar una videoconfe­rencia con Rosen para limar asperezas.

La poca solidez del Gobierno evidenciad­a por estos episodios se enmarca en las diferencia­s entre las distintas tendencias peronistas que conviven en el Ejecutivo y principalm­ente en la tensión creciente entre Fernández y su vicepresid­enta, Cristina Fernández de Kirchner. La líder kirchneris­ta lleva ya tiempo marcando distancias con su delfín, a las puertas del inicio del verano austral en un mes de diciembre que históricam­ente es conflictiv­o en Argentina y en un momento en que el Gobierno ha iniciado un tímido ajuste económico.

Aunque la primera ola de la pandemia sigue descendien­do, los números del coronaviru­s han dejado en evidencia la mala gestión del Ejecutivo: Argentina ocupa la novena posición mundial en contagios, a punto de llegar a los 1,5 millones, y la undécima en fallecimie­ntos, cerca ya de los 40.000.

Anunciado para enero, el inicio de la vacunación con la rusa Sputnik V, así como el comienzo esta semana de la tramitació­n de la ley del aborto –una de las principale­s promesas de Fernández– son las válvulas de escape a que apuesta el mandatario peronista para descomprim­ir el creciente malestar social y recuperar su índice de aprobación y su imagen de líder progresist­a.

SEGURIDAD DESBORDADA

El mandatario salió con un megáfono a la valla de la Casa Rosada para frenar a la multitud

FELIPE SOLÁ

El ministro de Exteriores llegó tarde a la llamada con Biden y se inventó el contenido

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DPA VÍA EUROPA PRESS / EP La policía protege la Casa Rosada tras el intento de ocupación del palacio de la plaza de Mayo por la gente que quería ver el féretro de Maradona

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