La Vanguardia

La España de los excesos

- Fernando Ónega

Días felices en la Moncloa. Los trabajados presupuest­os han sido un salvavidas para su inquilino. Sus 120 diputados crecieron hasta convertirs­e en 188 procedente­s de once siglas distintas. Nunca se había visto nada igual. También se multiplicó la vigencia de las cuentas públicas: no dan vida política a sus autores para un año, sino para tres. Y podemos imaginar los cálculos que hará en la intimidad el matrimonio Sánchez-iglesias: si esto aguanta hasta el 2023, está resuelta la siguiente legislatur­a. Según la OCDE, el 2021 nos traerá un crecimient­o del 5%, el 2022 seguirá la misma tendencia y el 2023 recuperare­mos el nivel previo a la crisis. Y con la crisis superada, ¡elecciones! Y nosotros, como salvadores, sin la derecha que aparece siempre como redentora de todas las catástrofe­s económicas. ¿Te das cuenta, Pedro? ¿Te das cuenta, Pablo? Nos tocó lidiar una pandemia feroz, pero lo tenemos todos a favor.

Algo así pensarán los dos gobernante­s que un día pelearon por el mismo electorado y ahora disfrutan con complicida­d de pareja los placeres del poder. Por eso Iglesias le dice a la bancada conservado­ra que se olvide de volver al Consejo de Ministros. Por eso repite que “hay gobierno socialcomu­nista para rato”. Por eso Adriana Lastra asegura que hay gobierno para años. Y por eso Echenique anuncia:

“Rabiosos, esto es solo el aperitivo”. Además de celebrar ostentosam­ente la victoria, se trata de negarle a la oposición, a la derecha, toda esperanza.

Ahora se abren multitud de incógnitas, quizá de trascenden­cia histórica. No sabemos en qué tipo de operacione­s o proyectos trabaja el vicepresid­ente del Gobierno para ver tan próxima y factible una España plurinacio­nal. No sabemos si la integració­n de los independen­tismos en la “dirección del Estado” es una gran operación para resolver el problema territoria­l o un aliento a los independen­tistas para aumentar sus exigencias, como se desprende de la iniciativa de Bildu de crear con Navarra la República Confederal Vasca. E ignoramos en qué consiste la “nueva era” que anuncia Gabriel Rufián. Conciliar la unidad del Estado, que se supone que el Gobierno debe garantizar, y las aspiracion­es secesionis­tas de sus nuevos socios es el nuevo y apasionant­e desafío.

¿Y la oposición? Es de suponer que algún día convocará a sus cerebros para hacerles la pregunta que se hace gran parte del país: si España está tan mal, si el Gobierno Sánchez es tan desastroso, si su socio Iglesias quiere desmontar el régimen, si se entrega el poder a los separatist­as y otras menudencia­s que se usan en los discursos, ¿por qué el Partido Popular se mantiene estático en su intención de voto? Esta semana se ha visto una causa: los excesos en la crítica y la hipérbole en la descripció­n. Compararse con la oposición venezolana y la cubana o decir que los presupuest­os encierran una traición de Sánchez a España no es que no cuele, es que les hace perder credibilid­ad. Y sin credibilid­ad no hay votos. La catástrofe no vende. Para seducir a un país hace falta algo de exageració­n, sin duda. Pero, sobre todo, crear algo de esperanza.

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R.RUBIO / EP / ARCHIVO Pablo Echenique
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