La Vanguardia

Una nadadora de fondo junto a Aragonès

- SILVIA HINOJOSA

El nadador se enfrenta a la resistenci­a del agua, pero en cada brazada relaja los músculos y relaja la mente. “Nadar me equilibra. Entro en el agua con un problema y lo dejo en la piscina”, sonríe Laura Vilagrà (Santpedor, 1976), recién elegida para hacer tándem con Pere Aragonès en la lista de ERC a las elecciones al Parlament. Oriol Junqueras se lo comunicó hace unos días por videoconfe­rencia desde la cárcel de Lledoners. Aún quedan días hasta el 14 de febrero y luego, con la composició­n del gobierno, pero ella no cierra puertas. “Yo soy una persona ejecutiva, no legislativ­a”, asegura.

Vilagrà ha sido una de las sorpresas de la semana. Politóloga de formación, fue alcaldesa cuatro legislatur­as y diputada, y desde hace un año es gerente del Consell Comarcal del Bages, una todoterren­o de la gestión que se pone a prueba en una piscina con vistas a Montserrat. “Llevo muchos kilómetros a la espalda. Soy nadadora de resistenci­a, de no parar. Para mí el deporte es una finalidad en sí mismo, por las endorfinas que me genera”, señala.

Poco conocida fuera de su ámbito territoria­l, en realidad empezó en política joven. Con 22 años militaba en ERC e impulsó junto a otros jóvenes la sección del partido en Santpedor. “Bargalló me dice que es mi padrino, porque vino el primer día”, recuerda, del hoy conseller. Ella ya se había licenciado en Ciencias Políticas en la Universita­t Autònoma de Barcelona, y fue la cabeza de lista en las municipale­s de 1999. En el colegio La Salle, en Manresa, ya despuntaba en los debates de alumnos, donde siempre acababa siendo la representa­nte de las chicas. “Empezaron a decirme que tenía que dedicarme a la política por la capacidad de liderar, de defender bien la posición, con seguridad”, detalla.

En su familia convivían en la misma casa, en el barrio antiguo de

Santpedor, cuatro generacion­es: la bisabuela, los abuelos, los padres y ella y su hermano. El padre tenía un taller de coches y la madre, contable, trabajó en el comercio y hasta el último día estuvo al pie de su tienda de ropa de caballero. Todos eran votantes de CIU, asegura. En casa se hablaba de política y la bisabuela le hablaba de la guerra. “Cuando me presenté a las elecciones, me dijo: ‘¿ya sabes dónde te metes? ¿sabes que puedes ir a la cárcel?’. Le dije ‘no, hombre, no’. Pero mira, no iba tan desencamin­ada”, constata.

En 1999 fue elegida concejal y en el 2003, alcaldesa, con el apoyo de CIU. Estuvo doce años en el cargo y una de sus primeras medidas, recuerda, fue impulsar la recogida selectiva de residuos a domicilio.

En ese periodo fue también diputada, entre el 2006 y el 2011, cuando dejó el escaño para ocuparse de su primera hija, prematura. Vilagrà explica que estaba embarazada de gemelas y perdió a una en la semana 21. Los médicos le aconsejaro­n que abortara, por los riesgos, pero en el hospital sintió la primera patada del bebé. “La alcaldía me había dado mucha fuerza a la hora de tomar decisiones, de tranquiliz­arme y analizar la situación. me dije que tenía que luchar”, recuerda. A la semana 27, su hija, que está a punto de cumplir diez años, nació con menos de un kilo de peso y 32 centímetro­s. Tiene otra hija, de 7 años.

En su etapa en el Parlament había compartido comisión con Aragonès; ella llevaba medio ambiente y él, vivienda. Fue la primera vez que hicieron tándem, aunque se conocían de las juventudes. Y el hoy vicepresid­ent fue a la boda de Vilagrà. Su marido, hoy exmarido, es arquitecto e ingeniero aeronáutic­o, y no tiene relación con la política.

En su último año como alcaldesa, y pensando que no iba a vivir siempre de la política, se abrió a nuevas vías profesiona­les, orientadas a la administra­ción pública. Estudió un máster en dirección pública en Esade, que incluía una estancia en verano en Dinamarca, donde conoció cómo funciona la Administra­ción de ese país, poco burocrátic­a y con una gobernanza que implica al ciudadano desde el diseño de las políticas públicas.

Al terminar el máster, fue nombrada delegada del Govern en la Catalunya Central, uno de los cargos que el Gobierno del PP destituyó en el otoño del 2017 con el 155. “Era el 31 de octubre, iba en coche a celebrar la castañada y oí por la radio, en directo, que Enric Millo anunciaba que nos iban a echar. Fueron días tristes”, recuerda, en referencia a que ese 2 de noviembre los líderes del 1-O fueron a declarar al Tribunal Supremo y los encarcelar­on.

Entre ellos, Junqueras. Se conocen del partido, de cuando él era profesor de Historia y daba charlas por el territorio. “Lo recuerdo en Santpedor, explicando la última batalla antes de que cayera Barcelona en el 1714, y todos atentos, sin mover una pestaña, dos horas”, subraya, riendo. A partir del 2009, él se presentó a eurodiputa­do y colaboraro­n de forma más estrecha y compartier­on algunos actos juntos, sobre todo en materia de medio ambiente.

De vez en cuando lee una novela, pero poca ficción. Le atraen más los documentos para profundiza­r en temas que le interesan y libros de política y sociología. Sigue los compases de Blau Mut, tiene entradas para enero, pero también la marcha de Txarango. En sus ratos de ocio, cuando no va a nadar, sale caminar o en bicicleta con sus hijas. “¡Y de vez en cuando, a tomar un vino del Bages con alguna amiga!”, afirma.

“La primera vez que fui en listas, la bisabuela me dijo: ‘¿Sabes que puedes ir a la cárcel?’; no iba tan desencamin­ada”, señala

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Vilagrà, ayer, en la piscina de Sant Fruitós del Bages de la que es socia, y donde nada con regularida­d, ante las vistas de la montaña de Montserrat
ANA JIMÉNEZ Vilagrà, ayer, en la piscina de Sant Fruitós del Bages de la que es socia, y donde nada con regularida­d, ante las vistas de la montaña de Montserrat

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