La sangre no se elige
53 diumenges
Autoría y dirección: Cesc Gay Intérpretes: Pere Arquillué, Marta Marco, Àgata Roca y Lluís Villanueva
Lugar y fecha: Teatre Romea (3/
XII/2020)
Un rasgo determinante para que Cesc Gay triunfe como cineasta y dramaturgo es la delicadeza con la que trata a sus personajes. Pocos creadores muestran tanta empatía con sus imperfectas criaturas. No oculta las turbias corrientes que condicionan sus existencias, pero no se ensaña con los aspectos que podrían hacerlos irremisiblemente antipáticos. Siempre hay un punto de comprensión con la compleja dimensión humana. Ni los empuja a la catarsis que frecuentan los autores argentinos ni los conduce al cataclismo, como a veces se siente tentada Yasmina Reza cuando dramatiza el espacio doméstico. Tampoco se deja llevar por el sentimentalismo de Florian Zeller. Gay los hace simplemente humanos y ese respeto tiene un efecto gratificante sobre el espectador. Y aunque se vaticine tormenta nunca deja que se convierta en un devastador huracán. Así los presentaba en Els veïns de
dalt, su exitosa opera prima escénica. Así se presentan ahora en 53 diumenges,
su segunda incursión teatral con todo a favor para triunfar de nuevo. Aquel cuarteto formado por dos parejas de vecinos son ahora tres hermanos y la esposa de uno de ellos. Repiten Pere Arquillué y Àgata Roca. Los nuevos son Marta Marco y Lluís Villanueva. El espacio es la cocina de Arquillué y Roca, mucho más cargado de metáfora de lo que aparenta su costumbrismo. La excusa: la discusión de qué hacer con un padre con principio de demencia y una bombilla defectuosa. El conflicto de fondo: la singularidad de los lazos de sangre. Y para subrayar la excepcionalidad incorpora un personaje externo a la melé fraternal que observa, comenta y contextualiza los acontecimientos, interpretado con divertida displicencia antropológica por Roca.
Igual de acertados están Arquillué como simpático torracollons y actor sin éxito. Su rostro una goldoniana enciclopedia del gesto. Marco es una persona cansada de su invisibilidad, siempre construyendo su existencia en relación a los otros y con una vis cómica elaborada desde la inseguridad y la introversión. Villanueva es el hermano mayor arribista. Casi una caricatura del egoísmo y las apariencias, propietario de un talento oculto artístico que es el auténtico motor de esta controladísima comedia. Una caricatura medida, sin un gesto de más. Gay reproduce en su dirección de escena la misma meticulosa estructura casi musical de su texto. Igual que se repiten situaciones y diálogos con ligeras variaciones, el movimiento juega a esa idea del rondó. El público vuelve una y otra vez a escenas reconocibles -celebradas con risas- que acaban por adquirir la forma de un gran running gag.