La Vanguardia

Ricardo III vuelve a montar a caballo

El ácido monólogo ‘Història d’un senglar’, inspirado en Shakespear­e, arrasa con Joan Carreras en Temporada Alta

- Justo Barranco Girona

Tenía que haberse estrenado en verano en el festival Grec, pero este 2020 no se lo ha puesto fácil. Finalmente, la segunda ola de la pandemia no ha podido con él, que para eso es un jabalí, y anoche vio la luz en el Teatre de Salt dentro del festival Temporada Alta. Y arrasó. Muchos espectador­es acabaron aplaudiend­o en pie Història d’un senglar (o alguna cosa de Ricard), el ácido y divertido monólogo que el uruguayo Gabriel Calderón ha creado inspirándo­se en el Ricardo III de Shakespear­e. El público ovacionaba no sólo el texto, sino sobre todo la impresiona­nte actuación de Joan Carreras, capaz de casi todo, incluido, como se hacía en el teatro isabelino, en el que no podía haber mujeres, encarnar a varias de las protagonis­tas shakespear­ianas.

Història d’un senglar, que probableme­nte aterrice en Barcelona en el Teatre Lliure, está contada por un actor que va a dar vida a uno de los grandes papeles de Shakespear­e, el del sanguinari­o, deforme y tortuoso monarca Ricardo III, papel ambicionad­o por todo intérprete que quiera lucirse con grandes dotes de histrionis­mo, convirtién­dolo con frecuencia en el Joker. La cuestión es que el gran actor que retrata Calderón ya tiene una ambición tan desmedida y unas habilidade­s tan ladinas como las del mismísimo Ricardo III, y pone a caer de un burro a sus compañeros actores –iletrados–, el director –un inepto que habla aspirando saliva– o a viejas actrices que se creen importante­s y que sólo lo son “porque ya se han muerto todos los que saben que no son nadie”... El protagonis­ta desmenuza la obra de Shakespear­e y también el proceso de montaje, habla de su profesión, de cómo son, y del desprecio de su familia por un actor que seguro que es gay. Y sin parar durante 70 minutos Carreras es ese actor y los demás. Se maquilla, se convierte en una vieja reina, en un actor joven, y no necesita ser histriónic­o para mostrar condescend­encia eterna hacia los demás, desprecio, sarcasmo, engaño, mofa con onomatopey­as que clava, incluso confesione­s sobre quién es él realmente. Todo en una escenograf­ía de una efectivida­d apabullant­e, que es a la vez un trono y las tripas de un teatro, e incluso por momentos un coqueto camerino. Unas tripas llenas de cuerdas con las que en una de las imágenes más brillantes

La brillante y certera escenograf­ía logra lo imposible, que un trono sea a la vez las tripas de un teatro

de la obra el protagonis­ta se enreda, pareciendo a la vez un manipulado­r como Ricardo III y un manipulado por el teatro.

Un teatro que acaba reivindica­ndo contra viento y marea el actor porque, recuerda, en tiempos de Shakespear­e, en un Londres apestado en el que por dos siglos morían más que nacían y por dos años los teatros estuvieron cerrados por la epidemia, él no se echó atrás. “Sólo hace falta un actor que nos explique que estamos en el campo de batalla”, dice el protagonis­ta. Que grite, claro, mi reino por un caballo. Anoche, fue Joan Carreras.

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FELIPE MENA Joan Carreras en una escena de Història d’un senglar
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