Realidades simultáneas
Han pasado tantas cosas que no sé por dónde empezar. Lunes. El periodista Toni Rodríguez Pujol presenta a través de Zoom Aquella colla de fills del 68, acompañado de Rafel Nadal y Biel Mesquida, que entra desde Mallorca. La novela parte de los altercados de 1990, durante la construcción de pisos protegidos para albergar a los vecinos del barrio de la Mina. “Es una historia sobre la descomposición moral de algunos protagonistas de la transición que se van acomodando, y la debilidad de las sociedad cuando no recibe una información contrastada”, según Nadal: “¿Nos hace más felices la información? Lo que está claro es que la desinformación nos hace vulnerables”.
Pero sobre todo, añade, el libro trata sobre la frustración de no tener las herramientas para llegar al fondo y destapar una corrupción cada vez más clara. En este contexto se mueve el personaje Jordi Martínez, protagonista de dos novelas anteriores del autor, y que representa ese idealismo joven de la profesión que se desgasta con los años. “És pur”, ha dicho Rodríguez para describirlo. Y Mesquida le recuerda que decir de alguien que es “pur”, en mallorquín, significa que es “un poc coió, un tanoca, curt de gambals”, que le falta un hervor. En este sentido –y atención a la voltereta, advierte– él hermana a Jordi Martínez con Colometa de La plaça del Diamant: ambos son inocentones, ingenuos, pero a través de ellos pasa la historia. Mercè Rodoreda se fijaba en los personajes que están en los ángulos muertos, “que no saldrán en los libros, solo en la verdadera literatura”, explica Mesquida.
Rodríguez podría haber sido un Jordi Martínez. Y recuerda la novela 4,3,2,1 , de Paul Auster, que indaga en las vidas posibles que no tuvimos por las decisiones que tomamos. El tema también atañe al filósofo Pau Luque. El martes presenta Las cosas como son y otras fantasías, con el que obtuvo el 48º Anagrama de Ensayo. Lo hace en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, invitado por el director del centro, y acompañado de los escritores Elvira Navarro y Vicente Monroy, quien define el libro como “una defensa de la imaginación en todos los ámbitos de la vida”. Una imaginación de dimensiones cuánticas por la que todo lo que pasa es una reproducción de otras realidades en otros lugares del universo. El autor especula con ese Pau que, en vez de ir a México, se quedó en Vilafranca del
Penedés para ser arqueólogo, novelista (epic fail, dice) o poeta (epic fail, también). Le habría encantado escribir Edad, de Gamoneda.
“¿Por qué uno espera del arte que le proporcione bienestar moral?”, pregunta Navarro, “la superioridad moral ante una obra, ¿no cubre en realidad el propio ego de la mala conciencia?”. La tarea de quienes se dedican al pensamiento, responde Luque, consiste en sugerir que las cosas son complejas de la manera más sencilla. Él quiere recordar que el lenguaje moral es mucho más rico que concebirlo a partir de si una obra hace justicia. Habla de la hipocondría moral, que al principio le molestó un poco, y luego no tanto. Sí que hay casos patológicos de buenismo para lavar conciencias, reconoce. Pero, por otro lado, “la hipocondría moral es un antídoto contra el cinismo”.
Miércoles. Los nervios y la ilusión de Desirée de Fez cuando la actriz y cantante Leonor Watling se conecta al Instagram Live de Blackie Books para hablar de miedos femeninos (y de maternidad, y de
Jaume Balagueró, y de Álex de la Iglesia, y del Festival de Sitges, y del tren de la bruja) a partir de la publicación de Reina del grito, un ensayo en el que De Fez se enfrenta a sus propios temores, a menudo reflejados en las películas de terror. Dice: “Los mismos miedos se van sofisticando; los de ahora son variaciones de los que tenía de pequeña”.
El jueves mi agenda estalla. En La Central, se presenta Els feliços anys del càstig, de Fleur Jaeggy, una de mis autoras preferidas. Participan la lingüista especializada en su obra, Pilar Soria, la editora de Les Hores, Maria Sempere, la traductora del libro, Anna Casassas, y el periodista cultural Marc Hernández. Mientras tanto, en la Jaimes se presenta Tal qual, de Paul Valéry (Adesiara); en la Barra/llibre, en Sants,
A boca de fosc, de Marta R. Gustems; en la Casa del Libro, El dominio mental, de Pedro Baños; en l’espai Mallorca, Joan Mayans habla de El futur no és el que era (Cossetània); y en la Documenta, Marta Pessarrodona y Carme Mas dialogan sobre Dolors Monserdà durante la presentación de
Del món (Filigrana).
Simultáneamente, en el aparador de la misma librería, habita durante veinticuatro horas Gabriel Ventura, autor de Apunts per a un incendi dels ulls, primer título del nuevo proyecto Documents Documenta que han arrancado Nura Nieto Llach y Lluís Ruiz. La idea es publicar “poesía joven y en catalán, que busca inéditos y voces marginales, imprescindibles para reflejar la creación poética contemporánea y de calidad”, explican (nota: en esto de la literatura, se es joven hasta los cincuenta como mínimo). En las previsiones de estas 24h de Poesia Viva, se contempla que, antes de salir del aparador a las cuatro de la tarde del viernes, Ventura dé entrevistas, firme ejemplares, haga una lectura a dos voces con la artista Rosa Tharrats y, a las 3,55h de la madrugada, pasee a la cebra.