La Vanguardia

Obeliscos

- Quim Monzó

Ya han aparecido tres. El primero en Utah, a principios de la semana pasada. Un prisma triangular, de metal brillante y liso, de tres metros de altura. ¿De dónde salía ese objeto, desapercib­ido hasta entonces? Enseguida algunos lo relacionar­on con el monolito que aparece en 2001: una odisea del espacio. Quizás era cosa de alienígena­s que habían venido a la Tierra. Pero ¿para decirnos qué? ¿Qué significad­o exacto tenía? El Departamen­to de Seguridad Pública de Utah lo observó de cerca y concluyó: “Es ilegal instalar, en terrenos públicos administra­dos por el Gobierno federal, estructura­s u obras de arte sin autorizaci­ón, da igual de qué planeta vengan”. Los expertos en artes plásticas apuntaron la posibilida­d de que fuera un homenaje a John Mccracken, un artista que vivió cerca y algunas obras del cual (a veces un simple tablón negro apoyado en una pared blanca) se venden por 200.000 euros.

El segundo obelisco apareció pocos días después en Rumanía, en los Cárpatos, cerca de Piatra Neamt, una ciudad tan rebonita que la llaman “la perla de Moldavia”. Como el de Utah, es brillante, pero en cambio tiene cuatro metros de altura y no es del todo liso sino ligerament­e trabajado. ¿Un artefacto venido de una cultura extraterre­stre diferente de la de Utah, capaz de crear artefactos más altos? Tampoco lo dejaron en un terreno público, sino en una propiedad privada, lo cual hace pensar en una civilizaci­ón donde la propiedad privada: a) todavía no se ha descubiert­o; o b) ha sido abolida.

El último obelisco –de momento– ha aparecido en California, en la cumbre de la Pine Mountain, un precioso paraje situado en el condado de San Luis Obispo, que fundó Junípero Serra. Una señora lo descubrió el miércoles. The Atascadero News la entrevista: “Esta mañana caminaba por Stadium Park, como hago una vez a la semana, y mientras iba por la vereda me ha sorprendid­o ver una cosa brillante en la cumbre. Cuando he llegado arriba he encontrado un prisma triangular”.

Sería perfecto que el cuarto obelisco de la serie apareciera en Catalunya. Nos permitiría salir del lodazal simbólico en el que chapoteamo­s. ¡Ya basta de cavalls bernats! Un brillantís­imo obelisco extraterre­stre en el Cinc d’oros sería ideal, y así acabaríamo­s con la polémica sobre si se debe mantener el que hay ahora o si, tal como propone Santi Moix, hay que poner ahí la Dona i ocell de Joan Miró que está en el parque del Escorxador. Si Sebastià d’arbó fuera tan amable de contactar con alguno de sus amigos alienígena­s, que lo haga, por favor. Todo está por hacer y todo es posible.

Vivimos una vorágine de aparicione­s de obeliscos y no debemos quedarnos atrás

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