La Vanguardia

Carne limpia

- Sandra Barneda

Amenos de un mes para terminar este año tan indigesto para todos, miramos al futuro con algo más de esperanza depositada en el 2021. Sin desear dejarle todavía al nuevo año deberes sobre mis expectativ­as, se me va la mirada a un futuro cercano pero todavía no ubicado en el tiempo donde para comer carne dejemos de matar animales.

Hay muchos laboratori­os metidos en esa carrera desde hace algunos años, pero nunca se había materializ­ado la posibilida­d de llegar al consumidor. Singapur será el primer lugar en el mundo que tenga la posibilida­d de servir esa carne, elaborada a través del cultivo de células. Se ha aprobado y regulado su comerciali­zación, y una compañía americana, Just Eat, será la primera en hacerlo y ya han bautizado como Good Meat (buena carne) a los nuggets de pollo creados en el laboratori­o. Por el momento será una experienci­a o, si mucho me apuran, una exquisitez gastronómi­ca más, que pocos se podrán costear. Se calcula que cada nugget podría valer 50 dólares. Más allá del coste, el horizonte de realidad se amplifica con la noticia.

Los estudios realizados hasta el momento hablan de una proteína mucho “más saludable y sostenible que el pollo animal”, que podría no solo cambiar nuestro ecosistema sino crear una auténtica revolución en nuestra vida, costumbres y oficios. Estoy convencida de que el tema tiene muchas más aristas que las planteadas en estas líneas, y confieso que siento cierta confusión mental expandiénd­ome tanto en cómo imagino la implementa­ción generaliza­da de los productos de laboratori­o elaborados a partir de células en la sociedad. La llaman carne cultivada o carne limpia.

La primera que existió fue hace unos años y era una hamburgues­a de cuarto de libra y su precio fue de un cuarto de millón de libras. La producción de este tipo de carne se ha abaratado mucho y puede que dentro de poco pueda estar al alcance de cualquier bolsillo. Los cambios serán sustancial­es, no solo los evidentes ya comentados, sino con un debate ético sobre la mesa: si esta panacea debe pertenecer a unos pocos laboratori­os o a la humanidad para cambiar los mecanismos mundiales que hacen que millones de personas en el mundo pasen hambre.

Singapur ya ha dado luz verde, solo queda esperar qué países se unirán a ello y cuánto tiempo llevará que la carne limpia llegue a las estantería­s de los supermerca­dos. Aunque no lo pensemos ni seamos consciente­s, comer es un acto ético, político y económico. Puede que entonces seamos mucho más consciente­s.

Aunque no seamos consciente­s, comer es un acto ético, político

y económico

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