La Vanguardia

Los cinco amigos

- Jordi Basté

El sábado, leí en La Contra de La Vanguardia la entrevista de Lluís Amiguet al cantante Manolo García donde confesaba: “Me niego a poner mi vida en las redes sociales”. Añadía: “Soy más feliz con cinco amigos que con 50.000 seguidores”.

Malos tiempos para la lírica. El otro día un amigo actor me confesaba que a él una crítica en Twitter le afectaba por el efecto dominó: el temor (o deberíamos decir terror) de si mucha gente se añadiría a esa crítica, si se crearía un debate a partir del comentario y si esa albóndiga absurda generaría un efecto alud que haría que los directores no le contratara­n nunca más. Tremendo, aunque es una exageració­n errónea. Vivimos en una época en que los parlamento­s viven más pendientes de las redes que de los atriles y en que los tuits más demagógico­s y más violentos son los más aplaudidos. Hemos creado un micromundo de políticos, periodista­s, personajes públicos y de gente que critica a políticos y periodista­s y personajes públicos que pensamos que refleja la realidad.

El otro día, en la radio, el colega Oriol de Balanzó me comentó que el Twitter estaba imposible. Que anda crispado como no se había visto antes. Y Oriol tiene razón. Con elecciones a la vista en Catalunya y en el Barça, añadido a que mucha gente está más horas en su casa, se ha generado un estado de crispación poco soportable. La gracia de todo es observar, desde la distancia, los debates en nuestra burbuja, donde seguimos siempre a los mismos, criticamos siempre a los mismos y nos divertimos siempre con los mismos.

Vivimos pendientes de los seguidores, de los likes y es complejo salir del bucle. Confieso (con arrollador­a sinceridad) que me encantaría apretar un botón y desconvoca­rme de las redes. Desenganch­arme de las perversion­es mentales del qué dirán sea óptimo o pésimo (no hay ahí dentro bueno o malo).

Hace un tiempo oí decir a la cantante Alaska en una entrevista: “Tener amigos no es tener seguidores, tener

likes no es tener dinero, tener cuentas no es tener éxito. En el fondo le gustas a doce personas que son las que tienes al lado, las que están enamoradas de ti, las que te quieren, esa persona que aunque seas un coñazo es tu amiga. ¿Cuántas son? ¿Diez? Son las que te deben importar. Y ya está”.

Hace dos meses me enfadé con uno de mis mejores amigos. La culpa era suya. El castigo fue mío. Después de leer a Manolo García el sábado juro que le envié un mensaje a mi amigo: “Quizás deberíamos hablar, ¿no crees?”.

Es una época en que los parlamento­s viven más pendientes de las redes

que de los atriles

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