Jacint Verdaguer figura como Jacinto
He aquí el aspecto que ofrecía en 1914 el sector de la Diagonal a la altura del paseo Sant Joan. El panorama es ciertamente llamativo. Una barrera circular de vallas delimita un espacio considerable. En su entorno se arracima no poca gente; están a la espera de lo que ha de suceder.
Era la tarde del 29 de mayo y estaba anunciado el acto oficial de colocación de la primera piedra del monumento a Verdaguer, el poeta nacional. El lugar escogido era aún entonces de lo más inhóspito, tal como se echa de ver.
Había tardado. Y es que en 1902 el Ayuntamiento ya había decidido de una tacada levantar tres monumentos: al doctor Robert, a Pi i Margall y a Verdaguer.
La comitiva oficial, con Joaquim Cabot al frente, por haber encabezado la comisión organizadora, acompañado por los presidentes de las cuatro diputaciones y el obispo de Vic Josep Torras i Bages se dirigieron a pie desde la plaza Sant Jaume hasta aquel lugar acotado.fue muy comentado y con desagrado la imagen que ofrecían los maceros municipales que abrían la comitiva, pues estrenaban nuevo uniforme; fue considerado tan desacertado que al día siguiente la prensa aseguraba que parecían mamarrachos.
En el centro, un pequeño altar en el que el obispo ofició la ceremonia de la bendición de la primera piedra, y una amplia tribuna de autoridades e invitados. Pronunciados los discursos de rigor, se registró una sorpresa. Enric Prat de la Riba, en calidad de presidente de una Mancomunitat allí presente, manifestó que no había de intervenir, pero se sentía obligado a pronunciar unas palabras para realzar lo que tal hecho representaba: honrar al insigne patricio cuyas obras representaban la unidad espiritual de Catalunya.
Convocado un concurso, resultó elegido el proyecto presentado por el equipo formado el escultor Borrell i Nicolau y el arquitecto Pericas; después fueron incorporados los hermanos Oslé.
La elaboración del monumento se desarrolló con una lentitud inesperada, tanta que dio tiempo a que el espadón Primo de Rivera se alzara con un golpe de estado. Poco después, la visita del Rey y el general a Barcelona en 1924 fue aprovechada para inaugurar el monumento, pese a que el nuevo régimen dictatorial había desplegado desde un buen principio una amplia ofensiva incluso contra los importantes símbolos culturales catalanes.
De ahí que escritores y artistas, presididos por Àngel Guimerà, optaran por adoptar una actitud de protesta reivindicativa. Boicotearon el acto y a la misma hora se congregaron en el cementerio de Montjuïc para hacer una ofrenda floral ante la tumba del poeta.
En lo alto de la columna y al pie de la estatua se alcanza leer: “A mossèn Jacinto Verdaguer”. Al ser restaurado a fondo el monumento en 1987 se debió introducir una corrección leve, muy fácil y significativa. Al “Jacinto” que evoca aquella dictadura anticatalana, bastaba eliminarle la letra final para ostentar el “Jacint” que exige.
Un nutrido grupo de artistas y escritores no asistió a la inauguración del monumento