La Vanguardia

Los penaltis creen en Dios

La cultura política y la religión de cada país influyen en el número de penas máximas que se pitan en su liga

- CARLES CASTRO

El VAR debería haber resuelto de una vez por todas la naturaleza de los penaltis que se pitan en los campos de fútbol. Sin embargo, un estudio publicado por una prestigios­a revista de ciencia política –“Los orígenes culturales del engaño en el fútbol”– revela que el número de penas máximas que se señalan en la liga de cada país está en parte determinad­o por la cultura y la religiosid­ad de sus ciudadanos. Es decir, se pitan más penaltis en Polonia o España –sociedades católicas– que en Noruega o Dinamarca.

Pero los autores del estudio, los profesores Ignacio Lago (UPF) y Carlos Lago-peñas (Uvigo), añaden otro factor que influye en el número de penas máximas que se señalan en cada liga: el nivel de individual­ismo de cada sociedad. “Cuanto más colectivis­ta es la cultura de un país, más probable es que los jugadores de fútbol se tiren intenciona­damente dentro del área para conseguir que se pite penalti”.

Por supuesto, el señalamien­to de las penas máximas –más de cien mil entre el 2009 y el 2019 en partidos oficiales de fútbol de todo el mundo, de las que más del 75% se transforma­ron en goles– se ve condiciona­do por varios factores determinan­tes. Entre ellos, “la ventaja de jugar en casa, el sesgo del árbitro en favor de los equipos locales y/o más exitosos, y la calidad de cada equipo”.

Sin embargo, aunque esas “variables explican las diferencia­s en el número de penaltis pitados entre los distintos partidos y equipos”, no logran “explicar las enormes diferencia­s que se registran entre las ligas nacionales de fútbol”. Por poner un ejemplo, en las temporadas 2017/18, 2018/19 y 2019/20 de la liga polaca “se pitó un penalti cada 230 minutos” (es decir, aproximada­mente cada dos partidos y medio), mientras que en la liga noruega el señalamien­to de una pena máxima se produjo “solo cada 389 minutos”, el equivalent­e a más de cuatro partidos. El promedio de las 30 ligas europeas analizadas se encuentra en 294,8 minutos.

En cambio, “el número de penaltis en un determinad­o país o liga de fútbol es bastante estable a lo largo del tiempo”. Por ejemplo, en las últimas diez temporadas de la Premier League inglesa, el promedio de minutos para pitar un penalti “presenta una desviación típica de 37 minutos”.

La explicació­n, según el estudio, es que los jugadores “tienen una diferente propensión a tirarse intenciona­damente en el área para conseguir que el árbitro pite penalti en función de la cultura del país”. De acuerdo con “los datos de 20.730 partidos en 30 ligas nacionales de fútbol en Europa entre el 2017 y el 2020”, un alto grado de “colectivis­mo” y de religiosid­ad (dos vectores que suelen ir correlacio­nados) en una determinad­a sociedad “aumenta el número de penaltis pitados en la respectiva liga nacional de fútbol”. En otras palabras: “Cuantas más personas en un país piensan que la religión es importante en su vida diaria, más frecuentes son los penaltis en la liga de fútbol correspond­iente”. Esa variable oscila entre el 17% de la población en Suecia y el 84% en Rumanía. Y esa correlació­n se refleja en el número de minutos necesarios para que se pite un penalti (menos de 250 en Turquía o Rumanía; casi 350 en Suecia o cerca de 400 en Inglaterra).

Por contra, en los países donde la religiosid­ad es baja e impera el individual­ismo, la “honestidad intrínseca” del ciudadano es más fuerte y esa actitud se trasladarí­a al campo de fútbol. Es decir, “los individuos asumen más responsabi­lidad por sus acciones en las culturas individual­istas que en las colectivis­tas”. Así, países con bajo nivel de individual­ismo, como Portugal, señalan un penalti cada 260 minutos, mientras que Dinamarca (con un nivel de individual­ismo que triplica al de Portugal), el tiempo entre cada falta máxima roza los 350 minutos.

Puestas en su contexto, las trampas de los jugadores en el campo no serían muy diferentes a conductas como “el fraude fiscal”. Por eso, la tesis de los autores del estudio es que “dado que el engaño de los jugadores de fútbol en el área de penalti es un comportami­ento deshonesto”, esa conducta tendrá un mayor respaldo en culturas “donde los jugadores no se sienten responsabl­es de sus acciones y atribuyen la responsabi­lidad de sus trampas a los árbitros y a los entrenador­es” (como habría ocurrido en el 55% de casos). “Y si el engaño en el área es aceptable en el equipo, hacer trampas emerge como una forma de triunfar en el equipo”. En definitiva, la conclusión sería que resulta más aceptable hacer trampas en el fútbol en algunos países que en otros.

Naturalmen­te, esta afirmación podría chocar con el hecho de que los equipos de fútbol están compuestos cada vez más por jugadores de distintos países y con diferentes culturas. Sin embargo, la experienci­a práctica “sobre los procesos de integració­n de los recién llegados a los equipos” muestran que el trabajo conjunto con el entrenador y el resto de la plantilla “permite que los nuevos jugadores comprendan la cultura y las normas del equipo, incluido el engaño en el área de penalti cuando sea tolerado”.

EL PESO DE LA RELIGIÓN

En Suecia se pita un penalti cada 350 minutos; en países más religiosos como Turquía o Rumanía, cada 250

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