La Vanguardia

La legislatur­a más aciaga

La condena del 1-O, la inhabilita­ción de Torra y el virus dejan sin aire al Parlament

- ISABEL GARCIA PAGAN

Nunca un partido alejado del catalanism­o fue la primera fuerza política en el Parlament, nunca una docena de líderes independen­tistas fueron encarcelad­os, juzgados y condenados en el Tribunal Supremo, nunca un president de la Generalita­t fue despojado de su voto e inhabilita­do en ejercicio del cargo por una pancarta, nunca el hemiciclo estuvo tan vacío… por una pandemia. La XII legislatur­a es la del nunca antes y, al mismo tiempo, la del más de lo mismo. Gestualida­d, brega entre socios independen­tistas… pero también gestión pura y dura, muy dura, desde el autonomism­o... La excepciona­lidad crónica es la nueva normalidad. Y el coronaviru­s lo contagia todo.

LEGISLATUR­A DE MÍNIMOS Pocas leyes en el Parlament, gobernar por decreto-ley

El Parlament cierra con 32 leyes aprobadas, 20 de ellas impulsadas por los grupos y solo 12 por el Govern, que ha utilizado como nunca antes la figura del decreto-ley. Se han tramitado hasta 75, de los cuales 67 fueron validados. De hecho, a falta de grandes consensos, la pandemia se ha gobernado a través de esta figura legislativ­a, más aún después de la inhabilita­ción del president Torra, que dejó al Govern en funciones y sin posibilida­d de impulsar proyectos de ley. La producción de leyes ha sido de mínimos, solo el mandato anterior que finalizó con la intervenci­ón de la Generalita­t con el artículo 155 de la Constituci­ón registra peores números (26) y la convocator­ia electoral envía a la papelera 9 proyectos de ley del Govern y 41 proposicio­nes de los grupos. Eso sí, al récord de decretos leyes se suma el de plenos monográfic­os, 14; y de comisiones de investigac­ión, 8.

Además, más de un centenar de nombramien­tos de designació­n parlamenta­ria se han convertido en un triste recordator­io al final del orden del día de cada reunión de la Mesa y la Junta de Portavoces. Organismos como el Consell de Garanties Estatutàri­es (el denominado “TC catalán”), el CAC o la Corporació Catalana de Mitjans están más caducados que el Poder Judicial

en Madrid. Cs perdió su oportunida­d de ocupar gran parte de las vacantes con nombres propuestos por su formación. Ahora lamenta “no haber sabido hacer política de despachos”.

MÁS RECURSOS Con presupuest­o tres años después, sin grandes pactos

La aprobación de los primeros presupuest­os desde el 2017 es un éxito que esgrime Pere Aragonès. El vicepresid­ent subraya, por un lado, su valor político estratégic­o –es el primer pacto de gestión con los comunes en muchos años– y, por otro, el trampolín que supone para la “obra práctica de Govern”. Jéssica Albiach (Catalunya en Comú) se apunta a un “éxito que da oxígeno a la administra­ción”. Aragonès pone el foco principalm­ente en los 900 millones para Salut que saca ahora del cajón proyectos como las ampliacion­es del Parc Taulí o el Trueta. No obstante, el presupuest­o no lo tapa todo. Elsa Artadi (Junts) no habla del presupuest­o pero sí de leyes atascadas en el Parlament desde hace varias legislatur­as que han visto la luz rozando la unanimidad. Las últimas justo antes de tocar la bocina final como la de las Áreas de Promoción Económica Urbana o la de facilitaci­ón de la Actividad Económica, pero también la de Igualdad de trato y no discrimina­ción.

Para Miquel Iceta (PSC), es “otra legislatur­a perdida, ¡y llevamos 10 años”; para Albiach, el Govern merece “un suspenso a nivel parlamenta­rio”, y subraya que las leyes sobre la regulación del precio del alquiler, las violencias machistas o la salud bucodental tienen origen en iniciativa­s ciudadanas o de la oposición.

La oposición coincide en que el Govern “ha sido incapaz de pactar con la oposición”. Y se señala la ausencia de acuerdos para la reactivaci­ón económica, la reconstruc­ción social o un pacto de salud. Los comunes también echan en falta un acuerdo de partidos y agentes sociales sobre el uso de los fondos europeos. Carlos Carrizosa (Cs) lamenta que “no solo se han despreciad­o las ofertas de la oposición, sino que el Govern tampoco se ha comunicado con los agentes sociales y sectores afectados por la pandemia”. Alejandro Fernández (PP) no ahorra en adjetivos: “El peor gobierno posible” para una “gestión humillante y tercermund­ista” de la pandemia.

UN PARLAMENT EN CONFLICTO El ring de las batallas del independen­tismo

La legislatur­a habrá durado 2 años, 11 meses y cinco días. Cubrió su primer año paralizada, con el pleno de investidur­a de Carles Puigdemont abortada en el Parlament y el Tribunal Supremo enviando a prisión a Jordi Turull antes de una segunda votación que le podía convertir en president. La elección de Quim Torra no llegó hasta mayo del 2018, después del encarcelam­iento y puesta en libertad de Puigdemont en Neumünster, descartado el delito de rebelión. El nuevo Govern de Junts y ERC toma posesión el mismo día que Pedro Sánchez llega a la presidenci­a española tras la moción de censura contra Mariano Rajoy. La intervenci­ón de la Generalita­t por el 155 se levanta en paralelo al relevo en la Moncloa. Pero la parálisis del Parlament se prolonga por la suspensión como diputados de los presos independen­tistas y el enfrentami­ento entre Junts y ERC se enquista en la Cámara.

El juicio y la sentencia del procés, en octubre del 2019, marcan el segundo año del mandato, la respuesta política tarda en llegar y es

de bajo nivel. Poco después llega el divorcio de los socios. El Parlament vota, pero no publica, resolucion­es en favor de la autodeterm­inación y contra la monarquía. El Tribunal Constituci­onal sigue apercibien­do a la Mesa de la Cámara, con Roger Torrent al frente. En enero, la Junta Electoral Central retira el escaño al president Torra y el Parlament ejecuta la orden. Por primera vez el president no es diputado, pero mantiene la iniciativa política, anuncia elecciones en diferido y, ya con la pandemia en marcha, deja en manos del Supremo el fin de la legislatur­a. La inhabilita­ción del president marca la fecha.

“Represión de principio al final”, señala Aragonès, que para Artadi no es excusa. De hecho, señala “la sumisión del Parlament” como “lo peor” de la legislatur­a. Desde la no investidur­a de Puigdemont –que desmonta el relato de la restitució­n–, hasta “la degradació­n de no publicar resolucion­es”. “La censura se ha instalado en el Parlament”, señala apuntando a Torrent.

Carles Riera (CUP) reitera que el independen­tismo se ha rendido al “autonomism­o” en el Parlament. Al otro lado, Carrizosa cree que lo más grave ocurrido en el Parlament fue el “aplauso a los CDR detenidos” por terrorismo y después puestos en libertad.

SOCIOS Y CONTRINCAN­TES Del pragmatism­o de ERC a la confrontac­ión de Junts

El último año del Govern ha sido una propina. Torra pretendía convocar elecciones antes del verano pero se impuso el criterio de Junts de ganar tiempo, también para reordenars­e tras la ruptura con el PDECAT –que conduce a una crisis en el Govern–, y con ERC disparada en las encuestas. Ha habido hasta tres pactos de coordinaci­ón fallidos en el Govern y solo la gestión de la pandemia ha impuesto la enésima tregua en público. La batalla soterrada es continua.

La ausencia de estrategia conjunta pesa desde el 30 de enero del 2018 al frustrarse la investidur­a de Puigdemont. Aragonès huye de la pugna entre independen­tistas pero admite esa divergenci­a y saca pecho por ERC: por un lado están “los de la confrontac­ión simbólica”, que sitúa lejos de ser inteligent­e, y por otro “los que no quieren perder el tiempo” y gestionan el mientrasta­nto. Artadi considera “mejorable” la unidad del independen­tismo, aunque destaca que se han “clarificad­o cosas”: “los comunes se han puesto de perfil con la amnistía” y ERC se desmarca del Consell per la República.

Riera cree que el Govern ha contribuid­o a la “represión” actuando como acusación en causas contra independen­tistas. Carrizosa ve un Govern “empeñado en el procés”; Iceta señala las “prioridade­s equivocada­s, división interna y mala gestión”; y Albiach recuerda que la acción judicial “no te exime de gobernar Catalunya”. Pide autocrític­a y asumir responsabi­lidades. Para Fernández, el Govern “se dejó llevar” por Waterloo y Torra.

Puigdemont presentó ayer su nuevo plan de “desbordami­ento democrátic­o” hacia la independen­cia, mientras los republican­os siguen con el “ampliar la base” de Oriol Junqueras. Lo que está en juego es la primacía en el independen­tismo que ya solo comparte la defensa de la amnistía y el derecho de autodeterm­inación. ERC tiene por primera vez la victoria al alcance de su mano y la presidenci­a de la Generalita­t a partir de una propuesta pragmática, de negociació­n con el Gobierno de Pedro Sánchez y la apuesta por la gestión. Junts se aferra al efecto Puigdemont y Laura Borràs y al espíritu del 1-O.

EL DIÁLOGO PERDIDO De Pedralbes a la Moncloa, pasando por el presupuest­o

La relación prioritari­a que ERC tiene con el Gobierno de Sánchez es uno de los focos de conflicto. El contacto entre el entorno de Puigdemont y la Moncloa nunca se perdió pero la victoria republican­a en las elecciones generales convirtió los votos de los de Junqueras en una de las llaves de la legislatur­a. Hasta entonces, Aragonès y Artadi habían negociado con la vicepresid­enta Carmen Calvo en un escenario de diálogo. El grupo de Whatsapp Coordinaci­ón Bcn-madrid echó humo durante meses y en diciembre del 2018 propició la declaració­n de Pedralbes. Se reconocía la existencia de un “conflicto político” y se apostaba por el diálogo para “vehicular una propuesta política que cuente con un amplio apoyo en la sociedad catalana”. Luego llegó la polémica por el relator y la ruptura también por Whatsapp: “Entiendo que es un no. Suerte”, escribió Calvo. Días después, el Congreso tumbaba los presupuest­os de Sánchez con los votos de los independen­tistas y se enfilaban dos convocator­ias electorale­s seguidas. El juicio a los líderes del

procés arrancaba en el Supremo. La estrategia cambia tras las elecciones generales. ERC negocia en la Moncloa y apuesta por la mesa de diálogo entre gobiernos con la pretensión de convertirl­a en carta electoral. La oposición de Torra, a quien Sánchez no reconoce como interlocut­or válido, y la incomodida­d de Puigdemont desde Waterloo retrasan la convocator­ia hasta febrero de este año. La escenifica­ción incluyó antes el paso de Sánchez por la plaza Sant Jaume. Trece años después, un presidente del Gobierno entraba en el Palau de la Generalita­t. Y lo hacía con una “agenda para el reencuentr­o” que pretendía guiar la reunión del 26 de febrero de las delegacion­es gubernamen­tales en la Moncloa.

No se llegó ni a una aproximaci­ón sobre el diagnóstic­o y el compromiso de blindar el diálogo de las convocator­ias electorale­s fracasó a la primera de turno. Aragonès confía en que el mecanismo se pueda retomar tras las elecciones e Iceta espera que sobre la mesa esté “la financiaci­ón y el despliegue del autogobier­no”. Los socialista­s ya han dado el portazo a la ley de amnistía y la reforma del delito de sedición espera en el cajón. La tramitació­n de los indultos está pendiente del informe del Supremo y la Fiscalía, pero ni ERC ni Sánchez tienen interés en abordarlos antes del 14-F.

Sin diálogo entre gobiernos, ERC intenta que sus votos no pierdan valor en el Congreso. Ahí está el apoyo a los presupuest­os, precedido por el voto a los dos últimas prórrogas del estado de alarma.

ELECCIONES EN PANDEMIA Pendientes del virus, la abstención y los indecisos

La convocator­ia automática de elecciones ha situado las urnas en lo que los expertos ya consideran la tercera ola de la pandemia. Los resultados estarán condiciona­dos por el aumento de la abstención y los indecisos que señalan las encuestas. El independen­tismo llega enfrentado y con dudas sobre cómo afrontar una nueva alianza de gobierno cuando lo que se impone es la desconfian­za. Por su parte, el denominado “constituci­onalismo” no halla nexo de unión y el PSC intuye en silencio su oportunida­d. La legislatur­a ha sido infausta, el 14-F dirá si para todos.

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JOB VERMEULEN / PARLAMENT El Parlament en tiempos de Covid. Las restriccio­nes sanitarias han modificado las dinámicas parlamenta­rias. Aforo limitado de diputados en el hemiciclo, limpieza constante y sesiones telemática­s insólitas hace tan solo un año

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