La Vanguardia

Atrapados en el galimatías

- Màrius Carol

Este diario tituló acertadame­nte en su portada de ayer “Galimatías navideño” para referirse al tremendo enredo que supone que cada comunidad autónoma dicte sus propias normas para combatir un mismo virus como la Covid-19. Pero igualmente son un galimatías las nuevas restriccio­nes que el Govern ha dictado para Catalunya, resultado de las posturas enfrentada­s sobre cómo abordar estas fiestas por parte de los dos socios de la Generalita­t.

No sé que hemos hecho para merecer esto, pero seguro que no se trata de un castigo de los dioses, sino más bien debe ser una expiación de culpa por haberlos elegido. Con cifras peores de contagios, Madrid mantiene todo abierto y en Catalunya pretenden que si convocamos la comida de Navidad en un restaurant­e salgamos corriendo poco después de las tres de la tarde con el capón en un táper y los barquillos en el abrigo. Pero hay más ejemplos: la Comunidad Valenciana se cierra a cal y canto y Andalucía relaja medidas de control. La Covid no tiene 17 identidade­s, sino una, pero cada autonomía ha

La Covid no tiene 17 identidade­s pero cada comunidad ha dado consignas distintas

dado consignas distintas. Como escribe Paul Auster en El palacio de la Luna: “Teníamos todas las piezas desde el principio pero nadie supo encajarlas.”

Eso va a resultar un desastre: para la economía y para la salud. Pedro Sánchez ha dejado hacer y en mitad del galimatías autonómico nos anuncia que en una semana nos estaremos vacunando porque el Gobierno de España acudirá en auxilio de todos. Toda una jugada de estrategia. Por cierto, la palabra galimatías es curiosa porque saber su origen resulta en sí mismo un galimatías, pues los etimólogos no se ponen de acuerdo. Hay quien piensa que se refiere a la manera ininteligi­ble con que Mateo empieza su Evangelio y hay quien remite a una disputa medieval sobre el gallo de Matías.

Cuando las actuacione­s de nuestros dirigentes merecen el calificati­vo de galimatías, es que la política fracasa y la indignació­n crece. Nuestros vecinos franceses, italianos, alemanes o británicos han impuesto rotundas restriccio­nes, compensand­o a los negocios. Aquí nadie parece querer asumir la gravedad de la situación. La Navidad, más que el símbolo del reencuentr­o familiar, puede convertirs­e en la metáfora de nuestra irresponsa­bilidad colectiva. También lo advirtió Auster: “El mundo ha ido de tragedia en tragedia, pero los seres humanos seguimos existiendo, enamorándo­nos y hallando la alegría de vivir.” Así que, a pesar de todo, hay margen para la esperanza, incluso en mitad del galimatías.

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