La Vanguardia

El lenguaje secreto de los pedófilos en la red

- NÚRIA BIGAS FORMATJÉ

Un triángulo grande que incluye uno pequeño, un corazón que duplica la forma o una mariposa con las alas de diferentes colores son algunos de los elementos que la simbología pedófila usa en la red. “Hay una especie de subcultura en internet sobre la pedofilia”, afirma Óscar Herrero, doctor en Psicología por la Universida­d Autónoma de Madrid y miembro del Cuerpo Superior de técnicos de Institucio­nes Penitencia­rias del Ministerio del Interior.

El triángulo azul es el símbolo de los pedófilos que se identifica­n como boylovers, el corazón significa que están interesado­s en las niñas y la mariposa con las alas azules y rosas que les gustan ambos sexos. Son símbolos básicos e infantiles duplicados, donde la forma más grande representa al adulto que acoge al pequeño, que sería el dibujo de menor tamaño. Cuanto más fino es el trazo de la línea, de menor edad es el perfil de víctima. El FBI emitió en el 2017 un informe sobre este tipo de simbología donde se afirmaba que había incluso bisutería pedófila.

Boylovers, Girl Lovers o Childlover­s son algunas de las etiquetas usadas en la red para identifica­rse y huir del término pedofilia. “Sirven para determinar el interés sexual de aquella comunidad pero también es una manera de superar el estigma de la pedofilia”, explica Andrés Sotoca, miembro de la Sección de Análisis del Comportami­ento Delictivo de la Unidad Técnica de Policía Judicial.

“Se estima que la pedofilia tiene una prevalenci­a de entre el 4 y el 10% del total de la población masculina general”, advierte Herrero. Es un trastorno que implica una desviación sexual caracteriz­ada por una excitación ante fantasías o actividade­s sexuales con niños prepúberes, generalmen­te de menos de 13 años. Los pedófilos sienten atracción sexual por menores pero pueden o no consumir material de abuso sexual. Aquellos que no lo hacen son los llamados pedófilos abstemios y los que sí, son los pedófilos activos. Los que además de consumir material, han pasado al acto de abusar sexualment­e de un menor se consideran delincuent­es duales y son los más peligrosos. “El perfil del dual es el que alimenta la cadena: abusa, produce y distribuye este material”, explica Sotoca.

Según datos de Internet Watch Foundation (IWF) desde el 2013 hasta el 2019 ha habido un incremento de un 894% en contenidos de material de abuso sexual en internet, pasando de 13.343 contenidos a 132.730 el 2019. Según la Unidad Central Operativa (UCO), en España durante el estado de alarma el tráfico de vídeos pedófilos se disparó en redes e internet. “La pornografí­a infantil es acumulativ­a, por desgracia aunque se elimine el contenido, segurament­e alguien tendrá ese material y por tanto, volverá a la red”, explica Sotoca.

La reproducci­ón de este contenido se realiza de forma casi automática, se renombra de nuevo el archivo y se distribuye. “Este es uno de los grandes problemas para la rehabilita­ción de las víctimas porque nunca desaparece de la red”, añade Sotoca.

Aunque no hay un perfil claro, existen algunos rasgos caracterís­ticos de este colectivo que lo diferencia­n del abusador sexual. El perfil del consumidor de pornografí­a infantil es un hombre joven (38 años de media), con un nivel de estudios alto y empleado. Tienen más autocontro­l y también más conciencia del delito pero menos identifica­ción emocional con la víctima. “Sufren graves distorsion­es cognitivas como la falta de empatía con el niño abusado, consideran que aquel material de abuso es solo un vídeo, una simple graba

En los círculos más graves tener acceso a un menor conlleva un mayor “prestigio” entre los depredador­es

Las comunidade­s pedófilas en las redes tienen estructura, jerarquía, roles definidos y simbología propia

ción y que el menor no está sufriendo”, explica Patrícia Bosch, psicóloga y miembro de la fundación Ângel Blau. “Es habitual que tengan esquemas mentales del mundo en los que consideran a los menores como seres sexuales de pleno derecho”, afirma Herrero. Ven las relaciones sociales adultas como peligrosas emocionalm­ente porque se puede salir herido y que el trato con los adultos es nocivo. “La alternativ­a a estas, son los niños, con quien se pueden establecer vínculos de manera más fácil y con una relación más honesta”, explica Herrero.

Una de las caracterís­ticas de este perfil es el coleccioni­smo compulsivo. “No es solo la necesidad de visualizar el material sino también de recopilarl­o de forma obsesiva”, explica Sotoca. “En general, los contenidos de pornografí­a son un material muy ligado a procesos de saciación y habituació­n, la imagen que resulta excitante en un momento en concreto, deja de serlo cuando se reproduce unas cuantas veces, por ello, necesitan algo diferente”, añade el psicólogo.

Estas coleccione­s están bien ordenadas y categoriza­das, mezclan tipologías de contenidos de diversa gravedad, desde imágenes no sexuales (niños en el parque, por ejemplo) hasta imágenes graves (penetració­n, sadismo …). “Las coleccione­s de pornografí­a infantil no son fotos de niños desnudos, son materiales de una gravedad extrema, durísima donde los niveles más altos de violencia son muy comunes”, advierte Herrero. Tienden a buscar diferentes grados de sexualizac­ión, por ejemplo, una foto de un menor haciendo algo cotidiano y al mismo tiempo, tener otro contenido de ese menor en algún tipo de comportami­ento sexual. “Esto les permite crear fantasías de que aquel niño los ama y así, tener la sensación de una relación más cercana”, afirma Herrero.

Durante mucho tiempo se ha considerad­o que el material de abuso sexual infantil se reducía al internet oscuro (dark web), pero los expertos confirman que en la

world wide web hay mucho contenido pedófilo accesible. Aún así, entre los métodos más empleados está la Red Tor. “Cuando se consulta en el internet oscuro una página web, en vez de hacerlo directamen­te conectando el ordenador al servidor, se hace a través de nodos enrutadore­s. Lo que hacen estos nodos es ocultar y encriptar las comunicaci­ones, por eso es muy usado por aquellos que buscan proteger su anonimato”, explica Víctor García, profesor de los Estudios de Informátic­a de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC). Según los expertos, a nivel de distribuci­ón, las redes más utilizadas después de Tor son las Peer 2 peer (P2P), las Friend to Friend (F2F) y foros de apología de la pedofilia.

Estos últimos no contienen material de abuso sexual, pero son espacios donde se defiende este trastorno como una orientació­n sexual normal. “En muchos casos, estos grupos de apología de la pedofilia se convierten en puertas de entrada a “comunidade­s graves de intercambi­o” y además, son un contexto perfecto para que los individuos autojustif­iquen sus conductas mientras reciben el refuerzo de los otros usuarios”, afirma Sotoca. En esta línea, Bosch añade que “hacer apología de la pedofilia hace minimizar y omitir el riesgo de ser pederasta”. La apología de la pedofilia no es un comportami­ento delictivo dado que el Código Penal no lo tipifica como un delito.

De todos los tipos de grupos de intercambi­o de material pedófilo, en lo más alto de la pirámide están los círculos cerrados o comunidade­s graves. Para acceder a una de estas comunidade­s, situadas generalmen­te en el dark web, se puede hacer de varias maneras, por ejemplo a través de la invitación de algún usuario con quien se ha contactado por un foro o red de apología. Para entrar en este círculo es obligatori­o ofrecer nuevo material. “Por el camino, siempre hay medidas de seguridad, como cualquier delincuent­e, quiere saber ante quién está y por lo tanto, la manera de verificarl­o es siempre pedir material de abuso sexual infantil”, afirma Sotoca. De este modo consiguen dos cosas: por un lado, nuevo material y por otro asegurarse de que el nuevo miembro no es un policía infiltrado.

Una vez llegados a estas comunidade­s graves, la presencia de los miembros debe ser de forma asidua y se pide ofrecer, siempre que se pueda, nuevo material de abuso sexual infantil. Primero como forma para mantenerse al grupo y también, porque de esta manera se consigue prestigio social. “En este contexto virtual consiguen una aceptación y un reconocimi­ento que en otros ámbitos de su vida no encuentran y se convierten en alguien importante dentro de una comunidad”, afirma Herrero.

La posición de mayor grado dentro del círculo es la que se conoce como administra­dor. Son aquellos que funcionan como coordinado­res, aportan material y gestionan el grupo y deciden quién se queda y quién se va. “Conseguir ser administra­dor pide mucho tiempo y mucha dedicación, aportar mucho material, no sólo de pornografí­a sino por ejemplo de conocimien­tos técnicos sobre informátic­a y privacidad”, detalla Herrero.

Generalmen­te estas posiciones de más estatus las ocupan pedófilos que tienen acceso a un niño y por esta razón se les valora muy positivame­nte, porque tienen contacto y porque pueden ofrecer material. “Aquellos que tienen un menor en su entorno tienen un mayor estatus dentro de la comunidad porque pueden acceder a él siempre que quieran”, afirma Sotoca.

Así, los delincuent­es duales, aquellos que abusan sexualment­e del menor al que tienen acceso y consumen y distribuye­n el abuso, son vistos como en una categoría superior y tratan de exhibirlo. “Se aseguran de demostrar que tienen contacto con un niño, utilizan a los menores de los que abusan para enviar un audio o un vídeo de la víctima saludando al grupo para usarlo como una prueba de que ese niño es real”, explica Sotoca.

En cambio, aquellos que no tienen acceso a un menor tienen un estatus más bajo. Los lazos personales entre los propios miembros de la comunidad pueden ser muy cercanos pero no es habitual que pasen a encuentros fuera de la red. También es común que formen parte de más de una comunidad si en la que están no les ofrece los recursos que demandan. Además de consejos de seguridad y material de abuso, hay otros elementos que también se comparten, como el

Manual del pedófilo. Este documento, traducido del inglés explica a través de 170 páginas, como acercarse a niños, aconseja establecer relaciones con madres solteras para así tener acceso directo al menor, incluye simulacros de conversaci­ones y consejos para contactar.

“Durante mi viaje tuve tres recaídas, 3 noches cuando volví a ver archivos de pornografí­a infantil, pero me levanté al día siguiente (...) Ahora creo que las niñas han recuperado el lugar que deben tener en mi cabeza: el de personas menores y no meros objetos de deseo”, afirma un pedófilo anónimo en tratamient­o por Ângel Blau. “La pedofilia no se cura, con la pedofilia se convive toda la vida aunque con ayuda terapéutic­a se puede aprender a controlar el impulso”, concluye Patrícia Bosch.

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WESTEND61 / GETTY Prevalenci­a preocupant­e. La pedofilia tiene una prevalenci­a entre el 4 y el 10% de la población masculina y el perfil es el de un hombre de 38 años de media con nivel de estudios alto

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