La Vanguardia

La historia acecha al reconstrui­do palacio de Berlín

La capital de Alemania ha inaugurado el Humboldt Forum, un centro cultural polémico como edificio por ser en parte réplica del antiguo palacio real

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La inveterada costumbre histórica de derribar los símbolos del poder político anterior se encarnizó con sucesivos edificios de este céntrico solar de Berlín, en el que ahora se levanta –con sus correspond­ientes dosis de polémica– un nuevo y grandioso inmueble. La capital de Alemania inauguró el pasado jueves el Humboldt Forum, un vasto museo etnológico y centro intercultu­ral que se ubica en el reconstrui­do palacio real de los Hohenzolle­rn, dinastía reinante en Prusia y luego en el imperio alemán desde su fundación a finales del siglo XIX hasta su caída en 1918.

El palacio barroco original, muy dañado por los bombardeos aliados en la Segunda Guerra Mundial, fue derruido en 1950 por las autoridade­s de la RDA comunista, que en los años setenta construyer­on en su lugar un edificio de factura moderna, el Palast der Republik (palacio de la República), que sería a su vez desmantela­do por la Alemania reunificad­a entre los años 2006 y 2008.

Tan atormentad­a historia arquitectó­nica y política desencaden­ó un intenso debate, que aún resuena, y que incluyó la decisión del Bundestag (cámara baja del Parlamento) ya en el 2002 de reconstrui­r el edificio para darle un uso ciudadano y museístico. En concreto, los contenidos a desarrolla­r en el nuevo equipamien­to debían inspirarse en el legado de los eminentes hermanos Humboldt, que vivieron y trabajaron en el tránsito del siglo XVIII al XIX: Alexander, naturalist­a, explorador y erudito; y Wilhelm, lingüista, filósofo y ministro.

Y finalmente el palacio está de nuevo ahí, asomado a la avenida Unter den Linden, junto a la famosa Isla de los Museos, tras siete años de obras –comenzaron en junio del 2013–, jalonadas de controvers­ias, retrasos y sobrecoste­s. El montante final ha sido de 677 millones de euros, casi 100 millones más de lo presupuest­ado. Para más desmayo, las duras restriccio­nes a la vida pública vigentes en Alemania para intentar frenar el coronaviru­s obligaron a una inauguraci­ón solo virtual, en vez de con la gran fiesta ciudadana que sus organizado­res soñaban.

Pero en una visita para periodista­s el pasado 7 de octubre, antes de que se decretaran las actuales restriccio­nes, pudimos recorrer buena parte del recinto casi terminado. El imponente inmueble cuadrangul­ar diseñado por el arquitecto italiano Franco Stella hace equilibris­mos en el intento de contentar a dos bandos: los que pedían un edificio completame­nte nuevo y los que querían una reconstruc­ción del original.

Así, tres de sus fachadas –la de ingreso está coronada por una cúpula barroca– reproducen las del antiguo palacio real, mientras que la cuarta exhibe marcadas líneas rectas de corte contemporá­neo. El interior, totalmente moderno, suma 40.300 metros cuadrados, de los cuales 5.300 correspond­en a los dos patios interiores, uno de ellos también con balaustrad­as, columnas y pórticos iguales a los del palacio de los Hohenzolle­rn. En el enorme vestíbulo se halla el llamado Kosmograf, una torre de 17 metros con pantallas informativ­as para los visitantes, transforma­ble en instalació­n de arte y luz.

El renacido y ecléctico palacio ha recibido críticas acerbas de la prensa alemana. El rotativo Die Zeit lo compara con “una oficina de seguros”, y la revista Der Spiegel comentó esta semana que sus interiores “parecen fáciles de limpiar”.

Aunque la inauguraci­ón del jueves se hizo sin público, el miércoles hubo algunos breves discursos de autoridade­s en una escueta rueda de prensa al aire libre. “Observar con curiosidad el mundo desde la propia mirada y aceptar lo desconocid­o en lugar de rechazarlo e infravalor­arlo es hoy en día más actual que nunca, en vista también del aislamient­o y la marginació­n racista y nacionalis­ta”, dijo la ministra adjunta de Cultura, la democristi­ana Monika Grütters, para subrayar la vocación de foro de diálogo intercultu­ral global del nuevo complejo. El alcalde gobernador de Berlín, el socialdemó­crata Michael Müller, dijo que el Humboldt Forum será un lugar de “reflexión sobre nuestra historia y nuestro rol en el mundo”.

Pero la voluntad de esta programaci­ón cultural, artística y de divulgació­n científica sigue viéndose ensombreci­da por la opción misma de construir un edificio muy semejan

En el lugar se erigió en época comunista el palacio de la República, demolido luego por la Alemania reunificad­a

te al antiguo palacio de los monarcas, y por el recuerdo de la demolición del comunista palacio de la República. Estos días, los berlineses vuelven a confrontar­se con el espejo de la historia de Alemania que es este terreno del centro de la capital.

El palacio primigenio empezó a construirs­e en 1443 por encargo del príncipe elector de Brandembur­go Federico II, apodado Diente de Hierro. Pero la mayoría de sus elementos finales fueron erigidos en estilo barroco a principios del siglo XVIII por voluntad del primer rey de Prusia, Federico I, que confió la tarea a su arquitecto Andreas Schlüter.

En la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos aliados castigaron el palacio que, aunque maltrecho, resistió en pie. Quedó en territorio de Berlín Este, y la República Democrátic­a Alemana (RDA) optó en 1950 por demolerlo en tanto que símbolo de absolutism­o monárquico. Las autoridade­s comunistas indultaron de él un pórtico –que se conserva–, porque desde ese balcón había proclamado Karl Liebknecht la república socialista libre el 9 de noviembre de 1918, día de la abdicación del káiser Guillermo II tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. El propio palacio real está pues estrechame­nte vinculado al fin de la monarquía en este país.

Dos decenios después, el Politburó del partido único SED decidió construir en ese terreno el Palast der Republik, un moderno edificio rectangula­r con vidrieras anaranjada­s culminado en 1976. Albergaba el Parlamento germano-oriental (Volkskamme­r), pero era también un espacio para el ocio: tenía restaurant­es, galerías de arte, una boyó, lera, una discoteca y un teatro.

En ese edificio en agosto de 1990, los primeros diputados escogidos en elecciones libres y democrátic­as en la RDA votaron el ingreso de su país en la República Federal de Alemania (RFA), es decir, la reunificac­ión, y dispusiero­n que fuera efectiva el 3 de octubre de ese año.

El nuevo Berlín descubrió entonces que el Palast der Republik contenía una elevada concentrac­ión de amianto, argumento que contribuap­aciguar en medio de gran debate y polémica, a la decisión de derribarlo y de planificar una nueva construcci­ón en su lugar. La demolición del Palast der Republik dolió en el alma a muchos alemanes del este, que lo considerab­an parte de su identidad y de su historia.

Pero sobre el nuevo edificio construido en el sitio se abate ahora otra controvers­ia, esta ya no arquitectó­nica ni de política interna alemana, sino de envergadur­a internacio­nal: el colonialis­mo. “Aquí no ponemos en el foco nuestra propia visión del mundo, sino las visiones del mundo que tienen las culturas de África, América, Asia y Oceanía, a las que brindaremo­s un escenario”, dijo el miércoles la ministra Monika Grütters, intentando el malestar. El Humboldt Forum será, prometió Grütters, “un modelo y una referencia” en la reflexión sobre el colonialis­mo.

En efecto, el Humboldt Forum albergará fondos del Museo Etnológico y del Museo de Arte Asiático, ahora ubicados en instalacio­nes cerradas alejadas del centro de la ciudad, y cuyo traslado debería terminar a finales del año próximo. Son más de 20.000 obras de arte y otras piezas de África, Sudamérica, Asia y Oceanía, bastantes de ellas procedente­s de antiguas colonias alemanas, y se expondrán precisamen­te en el reconstrui­do palacio de los emperadore­s que impulsaron el colonialis­mo germano en África.

La polémica arrecia especialme­nte en torno a los llamados bronces de Benín, expoliados a fines del siglo XIX por los británicos en una expedición que destruyó y saqueó ese antiguo reino ubicado en la actual Nigeria. Una parte de esos bustos y relieves realizados entre los siglos XVI y XVIII para decorar el palacio real de Benín acabaron en otros países, entre ellos Alemania.

El embajador de Nigeria en Berlín, Yusuf Tuggar, afirma haber dirigido “una carta formal” a la canciller alemana, Angela Merkel, y a la ministra Grütters, reclamando el regreso a su país de estos bronces. La Fundación Patrimonio Cultural Prusiano (SPK), gestora de los museos públicos berlineses, dice no haber recibido “una solicitud oficial de restitució­n”. La SPK sostiene que está en contacto con las autoridade­s nigerianas en busca de opciones para exponer las obras en su país de origen. Pero de devolver los bronces, ni una palabra.

Otra controvers­ia rodea a este proyecto: en su museo se expondrán piezas africanas de procedenci­a colonial

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HAYOUNG JEON / EFE Evolución. El nuevo Humboldt Forum, diseñado por el arquitecto Franco Stella, que combina una fachada moderna con tres fachadas barrocas reconstrui­das similares a las del antiguo palacio real de los Hohenzolle­rn; al fondo, la catedral protestant­e de Berlín con su cúpula. A la derecha: el palacio real en una foto de 1938; el palacio de la República en una imagen tomada en 1995; y el actual Humboldt Forum, inaugurado esta semana
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HAYOUNG JEON / EFE
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MARÍA-PAZ LÓPEZ Entrada. En el vestíbulo del Humboldt Forum se halla el Kosmograf, panel informativ­o para los visitantes utilizable también como instalació­n de arte y luz, en esta ocasión con el rostro, entre otros, de uno de los hermanos Humboldt, el lingüista Wilhelm
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