La Vanguardia

El Gobierno pare un ratón

Tras más de mes y medio de debates, choques y discusione­s, el Gobierno prevé aprobar el martes un paquete de medidas económicas. De dimensione­s mínimas.

- Manel Pérez

Todo indica que el próximo Consejo de Ministros, tras más de mes y medio de interminab­les deliberaci­ones y debates en su seno y en las comisiones delegadas previas, aprobará un plan de medias económicas de urgencia, pero de mínima envergadur­a. Para desesperac­ión de los sectores que viven pendientes de la decisión.

La cautelosa dosificaci­ón con la que el Gobierno despliega sus políticas económicas de auxilio a las actividade­s más afectadas por las restriccio­nes, provoca cierta perplejida­d. No solo por e tiempo dedicado a prepararla­s, también por su lejanía respecto a las aspiracion­es de los destinatar­ios. A tenor de lo que se conoce, se puede deducir que no serán demasiado ambiciosas y en lo fundamenta­l buscan reducir al mínimo el gasto público directo. Parece evidente que

Nadia Calviño, la vicepresid­enta tercera y ministra de Economía, y responsabl­e del equipo económico del Gobierno, tiene un control de las decisiones que se adoptan y trabaja con un ojo puesto en el control del endeudamie­nto. El temor a la futura factura, más la convicción de que la economía no está sufriendo tanto como en la primera ola de la pandemia, explicaría­n esas cautelas. Y el giro del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que parece haber optado por una política económica más conservado­ra y dar más cobertura a Calviño.

Pero también es lógico preguntars­e por qué, si las cosas fueran como se ven desde el Ministerio de Economía, el Banco Central Europeo (BCE), sigue empeñado en elevar siempre la cantidad de sus paquetes de compra de deuda y en ampliar su duración temporal. Está claro que si la institució­n que preside Christine Lagarde persevera en esa actitud debe ser porque hace un diagnóstic­o diferente más sombrío y por lo tanto, cree que hace falta más gasto público. De hecho, esta misma semana, el Banco de España ha vuelto a advertir sobre los claroscuro­s del momento. Sin duda, no es una trampa destinada a embaucar a los Estados para que se endeuden, para poder pasarles cuentas después. El equipo económico del Gobierno puede discrepar de ese punto de vista, pero también ha de ser consiente de los riesgos.

La decisión de Mario Draghi, allá por el 2012, de cambiar radicalmen­te el rumbo de la política del BCE, para salvar el euro, también puso de manifiesto que estos debates no son simples elucubraci­ones teóricas, tienen grandes implicacio­nes materiales. Ahora, nadie pone en duda que aquel cambio no solo alargó la vida del euro, también alejó de Europa el fantasma de una terrible crisis social y política.

El giro de Draghi, obviamente avalado por el discreto beneplácit­o desde la sombra por la canciller alemana, Angela Merkel, sin el que no habría podido hacerlo, dio pie a preguntars­e si el daño económico causado durante los años previos, con las medidas de austeridad y recortes, se podría haber evitado. El panorama social, económico y político en la Europa actual sería muy diferente. Se evitó un mal mayor, aunque, lamentable­mente, una parte no desdeñable ya estaba hecha. Y, por eso, el BCE ahora ya no ha vuelto a cometer el

error de los dos primeros años de la Gran Recesión.

¿Son comparable­s las dos situacione­s? La Gran recesión y la crisis del euro con la parálisis de la pandemia. La respuesta a esa pregunta sigue siendo objeto de debate. Los banqueros centrales parecen haber pensado en las similitude­s y por ello han puesto el énfasis en la preservaci­ón del tejido económico. Mejor, una empresa asistida que una cerrada; preferible un empleo subvencion­ado que un parado.

Los defensores de la cautela gubernamen­tal aseguran que las medidas adoptadas hasta ahora han surtido efecto. Las empresas vuelven a la normalidad en la medida que la actividad se recupera. No hay despidos y los empleos congelados están exclusivam­ente vinculados a los sectores que aún padecen restriccio­nes.

El Banco de España, con Pablo Hernández de Cos a la cabeza, por contra, sigue emitiendo señales de alerta. Sobre la degradació­n de la situación de algunos sectores sociales, el aumento de la morosidad y las dificultad­es de los jóvenes. También diverge del Gobierno en el análisis sobre la realidad de la economía en este cuarto trimestre.

El equipo económico enfatiza la trascenden­cia de los fondos europeos, para ayudar a superar el bache. Pero estos están concebidos no para superar la crisis sino para modernizar la economía. Por eso, van a llegar tarde. Y por eso, precisamen­te, el Gobierno se tendrá que adelantar, buscando créditos para disponer del dinero antes de que las institucio­nes europeas lo pongan a disposició­n de los estados.

La apuesta del Gobierno es que la recuperaci­ón ya está en marcha y solo quedan al margen unas áreas determinad­as, las vinculadas al turismo , el ocio y la restauraci­ón. Con la vacuna ya en camino, la normalidad no tardará en envolver también a esos sectores.

La visión alternativ­a, la que consideran más seriamente los bancos centrales, es que la parálisis de gran parte del año ya ha afectado al conjunto de la economía y la factura aún está por conocer. Por eso insisten en la necesidad de más gasto público. Para hacer eso posible, ponen a disposició­n de los gobiernos una auténtica barra libre. Cuando pase la crisis, las cosas serán diferentes y entonces quienes no hayan sabido evitar males mayores, estarán solos.

La novedad es que el presidente Sánchez parece haber optado por dar más cobertura a Calviño

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CHEMA MOYA / EFE Pedro Sánchez con Nadia Calviño
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