La Vanguardia

El doble juego comercial de China

Tras impulsar la Asociación Económica Integral Regional, estudia sumarse al tratado comercial del Pacífico

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Asia no espera a Biden”. Es una frase de Áurea Moltó, directora de la revista Política Exterior, tras participar esta semana en un encuentro promovido por Casa Asia para entender cuáles son las claves del RCEP, la Asociación Económica Integral Regional, el mayor acuerdo comercial del mundo que se firmó el pasado 15 de noviembre entre 15 países, entre ellos, los pesos pesados de Asia: China, Japón, Corea del Sur y Australia y otros más.

Este tratado, que agrupa a un tercio de la riqueza y del comercio del planeta, tiene como objetivo promover la apertura de los intercambi­os en este área, con el 90% de los bienes que tendrán aranceles cero. Según la Institució­n Brookings, este acuerdo permitirá aumentar el comercio un 10% respecto a los niveles anteriores y países como Japón o Corea del Sur incrementa­rían en varias décimas su PIB.

China es la única entre las grandes economías que crecerá este año. Gracias al RCEP, el resto de países podrán exportar más hacia Pekín al aprovechar­se de su demanda. Y, a su vez, el régimen chino también podrá usar el tratado para relocaliza­r en los emergentes sus cadenas de producción –ya que sus costes se han incrementa­do en los últimos años– e importar a costes más bajos productos intermedio­s de sus países vecinos.

Pero las ambiciones chinas van mucho más allá. “El acuerdo RCEP es menos de lo que parece y no es oro todo lo que reluce. Muchas de las reduccione­s arancelari­as que promete ya estaban presentes”, señala Alicia García Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis, una de las máximas expertas en esta materia: “Es un acuerdo de primera generación. No es el contenido en sí lo que importa, sino la señal que representa. Es el primer tratado realmente regional, entre asiáticos. Aunque tenga agujeros, en un momento en que el mundo encerrando en sí mismo tiene una simbología política muy importante. Asia ha entendido que no le conviene encerrarse”.

De la misma manera, Jinyue Dong, economista de BBVA Research, considera que “la integració­n en Asia todavía tiene muchas más barreras, en cuanto sus miembros están en una fase distinta de su desarrollo, con idiomas muy distintos, esquemas institucio­nales y religiosos muy diferentes. Pero el tratado “es un mensaje de apoyo de Asia al sistema multilater­al. También pretende desarrolla­r las cadenas de valor destruidas durante la Covid y refuerza el desacoplam­iento entre China y EE.UU.”.

Estamos, por lo tanto, ante una estrategia política al servicio de un plan de desarrollo económico a gran escala. China representa cerca del 16% del PIB mundial, según datos del Banco Mundial, y se espera que se convierta en la primera potencia dentro de una década. Consolidar su dominio comercial en Asia es solo el primer paso de una estrategia más amplia. “El hecho de que las últimas intencione­s de China se cumplan más o menos estrictame­nte importa menos que la dirección de su evolución”, recuerda en un reciente estudio sobre China la entidad Lombard Odier.

En esta óptica, Pekín baraja ahora dar una enésima vuelta de tuerca sorprenden­te. Hace pocos días el líder Xi Jinping dijo que China podría

estudiar la posibilida­d de entrar a formar parte del CPTPP, el sucesor del polémico TPP, acuerdo comercial que agrupa a los países asiáticos y suramerica­nos de la otra orilla oceánica, el mismo que la administra­ción Obama promovió para excluir a China (y del que finalmente Trump optó por salir).

El tratado del Pacífico prevé aranceles inferiores al RCEP (un 2,7% frente al 4,4%), con lo que tiene más calado económico. “Xi Jinping viene a decir que podría entrar en el acuerdo concebido para echarle. Singapur y Vietnam tienen un capitalism­o casi de Estado y China ve que así ella también podría presentar su candidatur­a. En realidad, quiere marcar territorio, decir que esta es mi región”, explica Alicia García Herrero. “Esto no pasa desapercib­ido a Biden, de ahí su decisión de no echarse atrás en la guerra tecnológic­a. Por lo tanto, no creo que haya un reset en la guerra comercial”, añade esta experta.

Una postura que respaldan muchos en la Casa Blanca. “Actualment­e, China representa la mayor amenaza para EE.UU. y la democracia y la libertad en todo el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, Pekín pretende dominar Estados Unidos, así como al resto del planeta, económica, militar y tecnológic­amente”, advirtió recienteme­nte John Ratcliffe, director de Inteligenc­ia Nacional de Estados Unidos.

Sea cierto o no, para Xi Jinping , el liderazgo económico se consigue sumándose a tratados comerciale­s. No lo tiene fácil para entrar en el CPTPP. No es como en el RCEP, donde no hay mención a tutela medioambie­ntal, derechos humanos o laborales. Pero para China “es la manera también de evitar la supresión de firmas como Huawei o Tiktok cuando estas empresas llevan sus negocios fuera”, explicaba Wang Huiyao, presidente del Center for China and Globalizat­ion. Pekín estudia cómo extender su dominio. Sin esperar a Biden.

Pekín no quiere esperar a Biden, sino marcar su territorio en Asia mediante acuerdos y tratados

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ANDY WONG / AP El líder chino Xi Jinping aplaudido por unos funcionari­os chinos la pasada primavera
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