La Vanguardia

LONDRES SE QUEDA SIN FIESTAS

Los habitantes de Londres y el sudeste del país habrán de pasar solos la Navidad

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Johnson da marcha atrás e impone un riguroso confinamie­nto a la capital

En el pulso entre los defensores de las libertades y la responsabi­lidad individual­es y los partidario­s del Estado niñera, los primeros tienen todas las de perder, y más aún si de repente aparece una nueva cepa de virus que según algunas teorías se transmite con un setenta por ciento de más facilidad que la dominante hasta ahora, y ha hecho de Londres y el sudeste de Inglaterra su cuartel general. El miedo es libre y los políticos prefieren pecar de prudentes, aunque ahoguen la economía.

Hace unas semanas, Boris Johnson (cuyo instinto natural es ser un liberal laissez faire y portador de buenas noticias) prometió a los ingleses unas Navidades “casi normales” en las que amigos y familiares podrían reunirse y hasta pasar la noche en casa ajena; hace dos días, cuando ya Italia, los Países Bajos y Alemania habían semi cancelado sus Fiestas, se negó a dar marcha atrás y afirmó que “a estas alturas sería cruel obligar a la gente a cancelar sus planes y matar sus ilusiones”. Pero ayer, inexorable­mente presionado por médicos y científico­s, es justamente lo que hizo. “Ya sé –dijo en una rueda de prensa– que es una gran decepción, pero si el virus cambia su modo de ataque nosotros hemos de cambiar nuestra manera de defenderno­s”.

La defensa de Johnson consiste en un giro de ciento ochenta grados y la imposición para veinte millones de personas (entre ellos los habitantes de toda el área metropolit­ana de Londres) de medidas casi tan severas como las del pasado mes de abril, al poco de aparecer la Covid-19. No estarán teóricamen­te autorizada­s a reunirse con nadie de ningún otro núcleo, ni a salir de casa, aunque las excepcione­s a esto último abarcan casi todos los escenarios imaginable­s (acudir al trabajo, al colegio, a la universida­d, a la compra, hacer ejercicio, sacar al perro...) y en cualquier caso la policía, al contrario que en otros países, no para a nadie en la calle para pedir explicacio­nes ni documentos. Los comercios no esenciales, gimnasios y peluquería­s vuelven a cerrar, pero al menos no se va a imponer un toque de queda, ni es obligatori­o el uso de la mascarilla excepto en el transporte público y las tiendas, una victoria aunque sea pírrica para quienes defienden la libertad del individuo frente a las imposicion­es autoritari­as de los Estados.

Londres y los condados de sus alrededore­s

La culpa la tiene la aparición de una nueva cepa del virus que se transmite con mucha más facilidad

van a quedar cerrados con una muralla distópica como la de la película Los juegos del hambre, sin que nadie pueda entrar o salir de la zona salvo causas de fuerza mayor. Del otro lado, las cosas tampoco están mucho mejor, y las cinco fechas originales de venia para celebrar las Navidades “casi normalment­e” han quedado reducidas al día de Navidad. Y además, con la perspectiv­a de un nuevo confinamie­nto total a nivel nacional en enero si las infeccione­s siguen aumentando. El virus ha mutado y ha hecho un jaque. Si la vacuna no funciona será un jaque mate.

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TOLGA AKMEN / AFP Paseantes en Picadilly Circus, centro de Londres, ante un cartel luminoso que advierte del alto número de contagios.
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TOBY MELVILLE / REUTERS Alerta máxima Un anciano pasa en una calle casi totalmente desierta de Londres por delante de un cartel publicitar­io oficial que advierte de la situación de máxima emergencia sanitaria a consecuenc­ia de la Covid-19

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