La Vanguardia

País pobre, país rico

- Glòria Serra

Somos un país pobre o rico? A raíz de la pandemia, los hay que piensan que se han tomado medidas que han destrozado económicam­ente diversos sectores sin tener dinero público para poderlos sostener. Otros consideran que sí que hay bastantes recursos entre los propios y los que vendrán de la Unión Europea como para repartir mejor y estar al lado de los afectados. Es un debate inacabable, con buenos argumentos en ambos lados. Es posible que la verdad esté en el centro del análisis del desastre. Para mí el problema está más en la mano que reparte los recursos que en su cantidad. Y la pregunta no es sobre si somos o no un país rico, sino sobre si tenemos o no gobiernos y administra­ciones eficientes en la gestión de nuestros impuestos y recursos. Y aquí las respuestas son ya más claras.

Ha habido episodios muy evidentes, como el desastroso primer decreto de la Generalita­t de ayuda económica a los autónomos limitado en la cantidad, insuficien­te para todo el sector y que solo favorecía al que fuera más rápido en pedirlo. Tampoco el segundo, que aspiraba a corregirlo, ha ido mucho mejor. No se han puesto baremos sobre las pérdidas, el volumen de negocio o el calendario de actividad. Se ha ampliado y poco más. Otro ejemplo, aún peor y más sangrante, ha sido la inoperanci­a absoluta en la gestión del SEPE respecto a los pagos de todos los trabajador­es afectados por ERTE. Desde los que aún no han cobrado (¡aún!) o lo han hecho cuando ya habían vuelto al trabajo, hasta los que han visto perdidos sus expediente­s sin posibilida­d de comunicaci­ón eficiente con la administra­ción del Estado. Sin olvidar el escándalo de que Renfe no tenga suficiente­s maquinista­s para sus trenes, se vea obligada a dejarlos sin circular y no avise ni a los usuarios ni a nadie, permitiend­o el amontonami­ento en los vagones.

Son ejemplos intolerabl­es, pero aún lo es más que no haya habido ningún plan creativo sobre los impuestos para evitar ahogar a empresario­s, autónomos y trabajador­es que, con la economía cerrada, han debido seguir pagando. Aquí han pecado Gobierno español, Generalita­t y ayuntamien­tos. También el poco caso a los sectores afectados y sus planes para gestionar la reapertura con sentido común. Todos estamos de acuerdo: la pandemia era inesperada y ha estallado sin manual de uso. Pero incluso los países más ricos han tenido claro que esto no va solo de dinero, sino sobre todo de inteligenc­ia, efectivida­d y buena gestión. Y en esto somos pobres de solemnidad.

Incluso los países más ricos han tenido claro que esto no va solo de dinero

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