La Vanguardia

Europa aísla el Reino Unido para contener la nueva cepa del virus

El Gobierno de Johnson admite que la variante de la Covid-19 está fuera de control y advierte que el cierre durará meses

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El eje de la política exterior británica en el siglo XIX, sobre todo bajo el mandato de lord Salisbury, consistió en evitar como la peste las alianzas permanente­s con otras potencias europeas y minimizar al máximo su participac­ión en los asuntos del continente, sobre la base de la no intervenci­ón, de que “Inglaterra no es Europa”, y “mientras los dominios europeos acaban en las costas del Atlántico, los de Inglaterra empiezan ahí”. El político canadiense George Eulas Foster acuñó para definirla el término de “espléndido aislamient­o”, que quedó para los anales de la historia.

Hoy, bien entrado el siglo XXI, el Reino Unido está más aislado que en ningún otro momento de los últimos cien años, en parte por voluntad propia (el Brexit) y en parte, de manera puntual y contra sus deseos, por la pandemia. Por un lado, las negociacio­nes con Bruselas para un tratado comercial parece que van a llegar al límite, con la pesca y las bases de un fair play para evitar la competenci­a desleal como principale­s escollos. Por otro, diversos países (Bélgica, Italia, Alemania, Holanda, Francia, Austria, Israel, Irlanda, Suecia...) suspendier­on ayer los vuelos con origen y destino en Gran Bretaña (España anunció que reforzará el control mediante PCR a los viajeros procedente­s de Reino Unido). El puerto de Dover quedó cerrado en dirección Calais tras negar el Gobierno Macron el paso a los camiones ingleses hasta el martes. Un aislamient­o que en este caso no es tan espléndido.

El condado de Kent y los puertos de Dover y Folkestone se han convertido en el epicentro de la tormenta perfecta. Colas kilométric­as de camiones procedente­s de Francia ocupan aparcamien­tos masivos y los arcenes de las autopistas debido al incremento de demanda de suministro­s (alimentos, medicinas...) en anticipaci­ón de la entrada en vigor del Brexit el 1 de enero, un mero aperitivo del caos que se avecina en el nuevo año, con las empresas importador­as y exportador­as muy poco preparadas para el incremento de la burocracia y las declaracio­nes aduaneras que habrán de realizar. Y es también ahí donde ha aparecido la mutación de la Covid19, sobre la que aún se sabe poco pero al parecer se transmite con mucha más facilidad, que ha creado el pánico y hecho que un número creciente de naciones traten al Reino Unido como un apestado.

Veintidós millones de ingleses, entre ellos los doce millones de habitantes del gran área metropolit­ana de Londres, amaneciero­n ayer bajo las nuevas draconiana­s restriccio­nes impuestas por su Gobierno, que les prohíben cualquier tipo de contacto social y les instan a permanecer en sus casas, aunque nadie lo diría por lo animadas que estaban las calles de los barrios en un raro domingo invernal soleado, con las familias de paseo y los niños jugando en los parques. Estaciones de tren y aeropuerto­s registraro­n escenas caóticas, con enormes colas para subirse a los últimos trenes y aviones –ya fuera al continente o dentro del país– antes de que se consumara el enclaustra­miento. El turoperado­r Tui suspendió todos los vuelos desde el aeropuerto de Luton. Escocia anunció patrullas en su frontera para cerrar el paso a los turistas. En una muestra de la creciente fractura territoria­l, una encuesta del diario The Scotsman da una ventaja del 58% al 42% a los partidario­s de la independen­cia.

Boris Johnson nunca pudo imaginar que tendría que gestionar una situación tan difícil y ser el portador permanente de malas noticias. Su expresión lo decía todo cuando, tan solo cuarenta y ocho horas después de haber insistido en que se podrían celebrar unas Navidades normales, tuvo que dar un giro de ciento ochenta grados por las presiones de los médicos y la perspectiv­a de un colapso de los hospitales (ayer se registraro­n 35.928 nuevos casos de la enfermedad). Es inevitable que tendrá que pagar una factura política, atacado desde todos los flancos. Por la oposición laborista, que le critica que siempre reacciona tarde y mal, y por el ala libertaria de su propio Partido Conservado­r, que lamenta el daño a su juicio excesivo a la economía y una “dictadura de científico­s no elegidos, que no han de dar cuentas de sus errores a nadie”. Para los restaurant­es, pubs y comercios que contaban con las fiestas para salvar un poco el año, el nuevo cierre es una auténtica tragedia.

Optimismo, cero, porque el ministro de Sanidad Matt Hancock admitió en la televisión que “la situación está fuera de control” y las nuevas medidas “segurament­e permanecer­án en vigor meses, hasta que la mayoría de la población se haya vacunado”. Y a todo esto, la casa del Brexit sin barrer y acumulando polvo, con el panorama de que las negociacio­nes se prolongará­n todavía días y tal vez no haya un desenlace hasta la noche del día 31.

El “espléndido aislamient­o” británico del siglo XIX comenzó con el Congreso de Verona y la retirada del Concierto de Europa, y no acabó hasta la alianza anglojapon­esa de 1902 y la entente cordiale con Francia dos años después. El “lamentable aislamient­o” de ahora no se sabe cómo ni cuándo acabará.

FRACTURA TERRITORIA­L Escocia patrulla su frontera y una nueva encuesta da el 58% de apoyo a la soberanía

PESIMISMO

El Gobierno admite que la situación está fuera de control y el encierro durará tal vez meses

EPICENTRO

La mutación del virus ha aparecido en Kent, donde están los puertos del canal de la Mancha

FRONTERAS

Diversos países han suspendido los vuelos con origen y destino en el Reino Unido

 ?? BEN STANSALL / AFP ?? Los acantilado­s blancos de Dover son testigos de las colas kilométric­as de camiones que esperan turno para cruzar el canal de la Mancha
BEN STANSALL / AFP Los acantilado­s blancos de Dover son testigos de las colas kilométric­as de camiones que esperan turno para cruzar el canal de la Mancha

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