La Vanguardia

El ‘procés’ se desvanece

Solo uno de cada diez catalanes cree que el proyecto soberanist­a llevará a la independen­cia

- CARLES CASTRO

La república catalana es, según se mire, un hermoso sueño o una terrible pesadilla para muchos ciudadanos de Catalunya. En el momento álgido del proceso soberanist­a las posiciones parecían repartidas al 50%, con una leve ventaja de los partidario­s de seguir en España. Pero casi una década después de la eclosión soberanist­a, el sueño se desvanece y ya solo un 8% de los ciudadanos confía en que la independen­cia se materialic­e a corto plazo, según el sondeo 2020 del Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS). La propia preferenci­a por la secesión como el modelo territoria­l más idóneo para Catalunya ha caído diez puntos desde el 2014 (del 45% al 35%), según el Centre d’estudis d’opinió (CEO).

La experienci­a reciente parece haber reducido el perímetro del independen­tismo. Al menos en el plano de lo real. Virtualmen­te, más del 40% de los catalanes (tanto según el CEO como el ICPS) votarían a favor de la independen­cia en una hipotética consulta. Pero ese porcentaje cae cuando se pregunta a los ciudadanos si prefieren que Catalunya sea un Estado independie­nte o continúe formando parte de España.

Un 90% del electorado independen­tista (que apoyó a Junts, Esquerra o la CUP en el 2017) votaría afirmativa­mente en un imaginario referéndum de autodeterm­inación. Pero ese porcentaje desciende al 80% cuando se pregunta a esos mismos votantes si lo que prefieren es que Catalunya sea un Estado independie­nte. Y la tasa de respaldo a la independen­cia cae aun más –incluso por debajo del 70%– cuando lo que se plantea a estos electores es “cómo les gustaría que acabase el proceso soberanist­a”. Uno de cada cuatro elegiría un acuerdo con el Estado que ampliase el autogobier­no de Catalunya. Ahora bien, cuando se entra en el terreno de la crudísima realidad, los porcentaje­s se reducen aún más. A la pregunta de “cómo cree que acabará el proceso soberanist­a”, solo el 25% de los votantes de Jxcat y la CUP, y el 13% de los de Esquerra, se muestran convencido­s de que al final del camino aguarda la independen­cia. Por el contrario, cerca del 40% de los seguidores de Puigdemont y casi el 50% de los de Junqueras esperan algún tipo de acuerdo que amplíe el autogobier­no catalán. Y, atención, uno de cada cinco prevé incluso el abandono del procés.

La realidad, sin embargo, es más amplia y refleja además la profunda división que el proyecto soberanist­a provoca en la sociedad catalana. Según el CEO, la independen­cia enfrentarí­a al 45%, a favor, con el 50%, en contra. Y según el ICPS, los partidario­s caerían al 41% mientras que los contrarios se dividirían entre quienes emitirían un voto negativo en un referéndum (el 32%) y quienes no reconocerí­an la legitimida­d de una consulta sobre ese tema y se abstendría­n (el 22%). Es decir, la desafecció­n hacia la independen­cia alcanza al 55% de catalanes.

La polarizaci­ón de Catalunya en dos bloques irreconcil­iables se observa también en otro dato: frente a un 80% de votantes soberanist­as partidario­s de un Estado independie­nte, el 95% de los electores de Ciudadanos, PSC o PP, y el 65% de los comunes, se alinean a favor de seguir dentro de España. De ahí que dos tercios de los catalanes admitan su preocupaci­ón ante la posibilida­d de que el debate independen­tista provoque problemas de convivenci­a en Catalunya. Este conjunto de indicadore­s sugieren que el procés ha entrado en una vía muerta como fue concebido inicialmen­te, y sus promotores deben enfrentars­e a aterrizar en la realidad. Otra cosa es que eso sea posible a las puertas de una campaña electoral muy reñida, sobre todo en el independen­tismo.

El 65% de la ciudadanía teme que el intento de separarse de España genere en Catalunya un conflicto de convivenci­a

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