La Vanguardia

Tres pobres ‘diablos’ ante las pruebas

Acaba la prueba testifical y pericial del juicio por los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils del 17-A

- CARLOTA GUINDAL Madrid

El juicio por los atentados de la Rambla y Cambrils del 17 de agosto del 2017 ha finalizado su parte intermedia para entrar ya en la fase final a la vuelta de las vacaciones de Navidad. La suerte ya está echada para los tres acusados. Durante este mes de vista oral, las partes han llevado centenares de pruebas, testigos y peritos para certificar la radicaliza­ción de los miembros de la célula de Ripoll, el papel del líder de éstos, el imán Abdelbaki es Satty, y la razón por la que acabaron realizando los ataques de una manera planificad­a pero “improvisad­a”. Y entre todas esas pruebas para saber qué y porqué ocurrió, lo esencial era demostrar que Mohamed Houli y Driss Oukabir formaban también parte del plan y que Said ben Iazza les ayudó. Son tres pobres diablos sentados desde hace un mes en una cristalera blindada, acusados de terrorismo. Pensarán que ellos no debían estar allí sentados.

Houli se ha mostrado ausente durante todo el juicio. Va en chándal, mueve lentamente sus manos y tiene la mirada perdida. Sus amigos murieron en la lucha y, según sus creencias, habrán ido al paraíso. Pero él tuvo la mala suerte de encontrars­e en la casa donde guardaban los explosivos el día que estallaron. Tal y como explicaron varios peritos de la científica, preparar la llamada “madre de Satán” es muy sencillo. Se puede fabricar con agua oxigenada pura, ácido sulfúrico y acetona. Lo que no tuvieron en cuenta es que es muy volátil y una mala manipulaci­ón puede hacer que salte por lo aires, como así pasó.

Es Satty, que había captado y radicaliza­do a este grupo de jóvenes en tiempo récord, murió en el acto. De hecho su cuerpo se desintegró. Y Houli, malherido, se salvó. Esta explosión fue lo que provocó que los chicos de la célula decidieran adelantar sus planes de atentar contra los “enemigos de Alá”. Se habían quedado sin explosivos, así que acudieron al plan B, atropellos masivos. Younes Abouyaaqou­b decidió unilateral­mente ir a la Rambla y cometer una masacre.

“Me quedé en shock al ver lo que estaba pasando. Una furgoneta en zigzag llevándose peatones”, recordó una de las víctimas. Aunque sin duda la historia más dolorosa fue la del padre del niño de tres años asesinado. “Había un silencio en la Rambla que no voy a olvidar en la vida (...) Xavi salió volando. Mi hija me contó que le hicieron muchas cosas para salvarle, la gente le hacía fotos”, recordó aquel padre, muerto de dolor.

En ese punto, ya no había vuelta atrás. Horas después, los restantes miembros de la célula se subieron a un coche e hicieron lo mismo en Cambrils. Pero no estaban todos. Houli se quedó fuera. Estaba ingresado en el hospital y no se enteró de nada hasta que la policía acudió a interrogar­le. Él sabía los planes, como muestra el vídeo que se expuso en el juicio. Houli, cámara en mano, grabó a dos de los terrorista­s preparando los explosivos, cinturones bombas y granadas caseras. “Alá nos ha escogido entre millones de hombres para haceros llorar sangre; Alá nos ha prometido el paraíso, y a vosotros el infierno”, se les oye decir en la grabación.

De hecho, un agente de los Mossos d’esquadra que analizó parte de la documentac­ión hallada durante la investigac­ión tras la masacre explicó que probableme­nte este vídeo fuese el que iba a utilizar el Estado Islámico (EI) para reivindica­r los atentados. La explosión de Alcanar trastocó sus planes. Por eso, los analistas que declararon en el juicio explicaron que los ataques fueron improvisad­os, producto de un hecho no esperado como fue la explosión. Los terrorista­s se habían quedado sin explosivos, pero aún así decidieron colocarse unos cinturones simulados para llegar hasta el final porque su objetivo era morir en el ataque.

Con este tipo de cinturón se garantizab­an –además de sembrar el pánico– ser neutraliza­dos por las fuerzas de seguridad, como así ocurrió. Acabaron todos muertos, abatidos por varios mossos. A uno de los agentes lo intentaron atropellar en Cambrils. “Veo a uno de ellos que viene hacia mi corriendo con un hacha y grita ‘Allahu akbar’ (Alá es grande). Me preparé y cuando lo tenía a pocos metros, disparé”, recordó uno de los agentes, que vio como un coche a gran velocidad se llevaba por delante a su compa ra. “En ese momento miro al frente y lo que veo es el capó de un vehículo impactando en mis piernas. Me lleva por delante sin poder hacer nada. Acto seguido pierdo el conocimien­to (...) Pensé que me quedaba ahí muerta”, explicó la mossa en el plenario. Aquello les cambió la vida, y desde entonces han sufrido graves secuelas físicas y sobre todo psíquicas.

segundo acusado, Driss Oukabir, también debía estar allí y acabar muerto como el resto. O no. La tesis de los investigad­ores es que se arrepintió en el último momento y así se lo hizo saber a su hermano pequeño Moussa, quien sí se subió al coche en dirección al paseo marítimo de Cambrils con un cuchillo en la mano, un cinturón explosivo simulado y un pañuelo rojo en el cuello, como símbolo del guerrero del pañuelo rojo. El comportami­ento en el juicio de este segundo acusado dista mucho del primero. Se le ve fuerte, acude en vaqueros y jersey, y esta muy pendiente de lo que se dice, sobre todo para hacer aspaviento­s y gritar que es todo mentira.

Se siente como una víctima. Dice no ser religioso, no rezar, gustarle el alcohol, las drogas y las mujeres. Su exnovia fue al juicio y dijo que era un maltratado­r y un vago que vivía de ella. La chica acabó poniendose el velo para agradarle, en una relación tóxica. Oukabir dijo que nunca había estado en Alcanar, pero un testigo protegido lo sitúa allí días antes de los atentados. Vio su coche allí varios días y observó cómo dormía en el patio de la casa. Además, los analistas situaron su teléfono esos mismos días en aquel lugar. Según él, no trataba con aquellos chicos. Pero las llamadas de su teléfono los días previos no dicen lo mismo.

El tercer acusado, Said ben Iazza, ha pasado sin pena ni gloria por el juicio. Sentado contra la pared, los brazos cruzados y mirada penetrante, no entiende muy bien qué hace allí. Dejó su furgoneta para comprar el peróxido de carbono y dio su documentac­ión para poder obtener el producto. La explicació­n que se ofreció a la fábrica era que se iba a utilizar para blanquear ropa en Marruecos. Fueron varios los testigos que acudieron al juicio a explicar cómo varios de aquellos chicos –que luego resultaron ser terrorista­s– les pidieron sus furgonetas para hacer mudanzas. Ellos dijeron que no. Ben Iazza dijo que sí. La incógnita es: ¿sabía para qué era?

EL VÍDEO INÉDITO

“Alá nos ha escogido entre millones de hombres para haceros llorar sangre”

EL DOLOR DE LAS VÍCTIMAS “Mi hijo fue atropellad­o y salió volando; no olvidaré el silencio de la Rambla”

LOS MOSSOS DE CAMBRILS

“Vi a uno de ellos que venía hacia mí con un hacha: cuando lo tuve a pocos metros disparé”

 ?? EFE ?? Los tres acusados por los atentados de Barcelona perpetrado­s en agosto del 2017, Mohamed Houli, Driss Oukabir y Said ben Iazza, durante el juicio
EFE Los tres acusados por los atentados de Barcelona perpetrado­s en agosto del 2017, Mohamed Houli, Driss Oukabir y Said ben Iazza, durante el juicio

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