La Vanguardia

La transforma­ción del juez Guevara

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“No abandona usted la sala ¡Ya está bien! Yo actúo aquí como policía de estrados y se hace lo que yo diga”. Con este grito arrancó el juicio por los atentados del 17-A el pasado 10 de noviembre. Los gritos procedían del presidente del tribunal, Alfonso Guevara, e iban dirigidos a uno de los abogados de la defensa. El tono bronco y déspota del magistrado llevó a los letrados a interponer una queja a través del colegio de abogados, que llegó a manos del presidente de la Audiencia Nacional. La queja quedó archivada pero no hizo falta esperar a la decisión para que Guevara hiciera un cambio de 180 grados en su manera de dirigir el juicio. Unos caramelos en los estrados de los abogados como muestra de disculpas fue el inicio de una transforma­ción que hizo más llevaderas las sesiones. El carácter de Guevara es de sobra conocido entre sus compañeros, que lamentan estas salidas de tono tan desagradab­les y que dan tan mala imagen a un tribunal, sobre todo cuando este juez es una de las mejores cabezas que hay en la Audiencia Nacional. Su capacidad de estudio y manera de entender la justicia hace que otros compañeros le pidan consejo, que él da gustosamen­te. Pero cuando llega a juicio todo cambia. Su manera tan dura de llevar las vistas es lo que algunos compañeros creen que le ha impedido llegar a donde debería estar: el Tribunal Supremo.

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