La Vanguardia

Madrid, hoy como ayer: timos y un gran Raphael

- Joaquín Luna

Madrid está hoy como ayer: timos al de provincias y Raphael dándonos la Navidad, El

tamboriler­o y esos recitales apoteósico­s, como el del sábado, con 5.000 personas, al que asistí por los pelos (ya pueden cargar la escopeta).

La diferencia es que hoy el señor de provincias viene timado de casa. ¡El progreso! Uno compra una entrada en Viagogo al triple de su precio y contento porque cree en el afán de lucro, las leyes del mercado y porque no había otra.

El señor de provincias llega con tiempo y su entrada al Wizink Center –¡bonito nombre para hablar del palacio de Deportes!– y el taquillero saluda: –¡Usted ya ha entrado! El señor de provincias viene de Barcelona pero sin amiga y se acuerda del Canivell berlanguia­no.

–¿Las ha comprado en Viagogo? Siempre igual...

Se acercan las siete. Si algo tiene Raphael es puntualida­d. El señor de provincias es dirigido a la taquilla de “incidencia­s”, donde hay más afectados.

El personal se desentiend­e y abunda en que siempre es la misma historia con dicha web. En esos momentos, Raphael ya está brindando un momento histórico del arte: canta por primera vez Ya no

puedo más del añorado Camilo Blanes, que en la gloria esté, con su frase de siempre se repite la misma historia. Pues eso.

–Le han estafado. Vaya a comisaría, aquí cerca.

Antes, un señor con cara de bobo te timaba en la Puerta del Sol con el tocomocho, y ahora venimos estafados del pueblo.

Instantes antes de firmar la hoja de reclamacio­nes del Wizink a modo de precalenta­miento para comisaría, un remedio airoso: la zona de minusválid­os, que esta vacía.

Yo ya imagino que las redes y los sumos pontífices pondrán a caldo el recital pese a que dentro la ventilació­n se notaba, la distancia era escrupulos­a y solo una de cada tres butacas parecía ocupada.

Se llevan la delación, el vino avinagrado y el puritanism­o, pero ya nos los canta el maestro: digan lo que digan los demás...

Fue, claro, una gran noche –ni se incumplió nada ni nos quedamos en casa, con las pantuflas y el brasero– y muy emotiva. ¿Exige acaso el virus no vivir? Que Raphael es transgreso­r –¡quien lo hubiera dicho!– lo sabemos los que cierto día nos dijimos: ¿y si resulta que es un gran artista que gana en directo y me hace disfrutar?

La vida es también el riesgo de que te guste quien no debería y hacer lo que la mayoría censura.

Digan lo que digan...

Uno venía timado de casa, pero pudo disfrutar de un recital de Raphael seguro... y apoteósico

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