La Vanguardia

Homenajes

- Enric Sierra

Barcelona rindió ayer un merecido homenaje a Juan Miguel Gervilla, el guardia urbano asesinado por ETA en la avenida Diagonal hace 20 años. Gervilla tiene una calle dedicada que recordará a un servidor público que perdió la vida a los 38 años cuando iba a ayudar a empujar un coche averiado sin saber que era el vehículo de los terrorista­s que lo matarían. La familia de la Guardia Urbana de Barcelona no olvida a compañeros caídos como Gervilla.

Hay otros casos dolorosos en la larga historia de este cuerpo policial de casi dos siglos de existencia. Y entre estos se encuentra Juan José Salas, el agente que asistió al funeral de Gervilla muy apenado y que seis años después sufrió una agresión que cambió su vida. Johnny, como le llaman sus compañeros, acudió un fatídico 4 de febrero a intervenir en una fiesta ilegal en una casa okupa tolerada. Los ánimos de los participan­tes de la fiesta se caldearon y, según consta en sentencia firme, uno de ellos, Rodrigo Lanza, le lanzó una piedra que le impactó en la cabeza, cayó al suelo y allí lo patearon salvajemen­te. Quedó tetrapléji­co. Lanza cumplió condena por aquello y ahora está en la cárcel de nuevo sentenciad­o a 20 años de prisión por matar a otra persona. Este última condena ha dejado en evidencia las versiones que políticame­nte se quisieron dar y que se recogieron en un documental premiado por el mismo Ayuntamien­to. Un galardón que sigue vigente a pesar de que la mayoría del Consistori­o barcelonés renegó de ese premio y pidió su retirada como se ha hecho recienteme­nte

Barcelona dedica una calle al guardia urbano asesinado por ETA mientras tiene pendiente la reparación de otro agente

con tantas otras revisiones históricas vinculadas a personajes que obtuvieron el reconocimi­ento oficial de la ciudad.

Johnny y su familia no quieren revolver el pasado e intentan vivir con discreción inmersos en la dura normalidad de ver a un padre postrado en una silla de ruedas y comunicánd­ose con un aparato, pero con una vida interior muy intensa gracias a sus fuertes conviccion­es religiosas. No obstante, les duele que no se haya retirado un premio indigno. Este guardia urbano sigue recibiendo la calidez de sus compañeros mientras que el Ayuntamien­to se resiste a un homenaje público que no le devolverá su vida anterior pero que reconforta­ría.

La familia de Johnny está agradecida porque el pasado 4 de febrero recibieron el cariño de la Guardia Urbana en un acto interno del cuerpo junto con el teniente de alcalde Albert Batlle y el nuevo jefe policial Pedro Velázquez. ¿Y la alcaldesa Colau? Les llamó al llegar a la alcaldía en el 2015 y desde entonces, silencio. No en vano, los comunes avalaron las tesis de la película premiada y que el tiempo ha desmontado.

A pesar de todo, Johnny y su esposa, Rosa, pasarán estas fiestas celebrando una buena noticia. Uno de sus cuatro hijos ha superado las pruebas para ser agente de la Guardia Urbana y en enero se incorporar­á a la academia de policía. Su padre está muy orgulloso, y su madre, una verdadera heroína por su entrega en el cuidado de su marido durante los últimos 14 años, tiene el corazón partido por el riesgo evidente de una profesión que para Juan José “es lo más”. Gervilla recibió ayer su justo homenaje público. Johnny debería ser el siguiente.

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