Nuestro yo digital nos pone al descubierto
Un experimento social revela, con el análisis de nuestra huella en la red, la disonancia entre lo que decimos que somos y como somos realmente
–¿Cómo es la relación con tu pareja?
–Buena. Es mi compañera desde hace 8 o 9 años; mi amiga, mi complemento...
–En 1.890 mensajes de Whatsapp que intercambiamos hay cero palabras de amor.
Esto último fue el golpe de realidad que José Ramón recibió de un avatar holográfico que la agencia de publicidad SLAP Global creó tras descargar y procesar –con Graphext, un algoritmo de inteligencia artificial– los datos en todas las redes sociales y plataformas en internet en las que José Ramón tiene una cuenta abierta.
Todo formaba parte de un experimento social diseñado para poner de manifiesto la disonancia que existe “entre quién creo que soy y mi comportamiento privado y en el mundo en línea”, explica el doctor en Psicología y fundador de Mindgroup, Juan Ramos-cejudo. La cosa fue así.
Tras el encargo de la agencia, el equipo del doctor Ramos-cejudo seleccionó a los participantes mediante “un test psicométrico clásico que mide la deseabilidad social”, explica este psicólogo. Esto es, un “rasgo estable que todos tenemos para comportarnos delante de los demás de una forma socialmente aceptable. No se trata de que estas personas sean falsas. Solo que hay personas que buscan más que otras ser aceptadas socialmente”.
Una vez decidido el casting, se les pidió que se descargaran los ficheros con los datos que todos los servicios de internet tienen de nosotros y que tienen la obligación de entregarnos si lo solicitamos.
“La mayoría de la gente no sabe qué hacer con estos datos. Son muchos, de diferente naturaleza y desestructurados”, explica Victoriano Izquierdo, uno de los fundadores y CEO de Graphext. “Al final, teníamos de todo: búsquedas en Google, conversaciones escritas, fotos... Son datos imposibles de tratar con técnicas estadísticas, que trabajan con categorías y con números, pero la inteligencia artificial sí procesa bien este tipo de información”.
“En una conversación de Whatsapp, por ejemplo, es capaz de identificar el tema del que se habla y de crear clústers, de conectar cosas con el momento en el que se dicen”, explica Izquierdo. Que se lo digan a Lía.
A esta chica le preguntaron si se consideraba una persona segura de sí misma:
–Sí. Antes no mucho. Ahora sí. –Para conquistar a mi pareja –dice su avatar– consulté en varias ocasiones tutoriales sobre cómo conquistar a un chico.
Y es que “internet sabe más de nosotros que nosotros mismos. Tiene rastros de nuestra conducta. Es una gran caja donde dejamos nuestros miedos e intereses”, dice Ramos-cejudo. “Normalmente, cuando una persona navega por la red hace búsquedas que nos hablan de sus inquietudes y que son muy distintas del contenido que sube, que suele ser positivo”, añade.
Según Ramos-cejudo, “el miedo a la evaluación externa se desarrolla en la preadolescencia y a medida que nos hacemos adultos nos importa cada vez menos”. El problema aparece “cuando estoy más pendiente de la reacción de los demás, que de lo que yo quiero hacer realmente”, añade este psicólogo. Y esto es lo que ha puesto de manifiesto este estudio.
“Existe una narrativa personal, con la que construimos una autoimagen que tiene un impacto en nuestra vida. La idea que tenemos de nosotros mismos es la que ‘vendemos’ y es la que entra en disonancia entre lo que yo pienso que soy, y lo que soy realmente”, concluye Ramos-cejudo.
Los participantes se sorprendieron con algunas de las respuestas que dio su avatar, ya que no eran conscientes de que su huella digital había sido analizada. Pero también hubo momentos de autoengaño e incluso en los que acusaron a su avatar de mentir.
No estamos ante un fenómeno nuevo. “Esto sucede desde que tenemos que relacionarnos con otros y tenemos que llevarnos bien con los demás”, explica el psicólogo.
Y por último existe la reflexión sobre el papel de la tecnología y de la inteligencia artificial en el diagnóstico médico. Tanto Izquierdo como Ramos-cejudo se muestran convencidos de que el futuro de la psicología puede ir por aquí.
“Dejamos rastros y huellas en la red que pueden llegar a permitirnos autodiagnosticarnos una depresión. Hay personas que, por ejemplo, pasan una época azul en Instagram, como Picasso”, explica Izquierdo.
Todos tenemos una narrativa personal con la que construimos nuestra imagen y que ‘vendemos’ a los demás