La Vanguardia

No sé qué me pasa

La cabra o qui és Sylvia?

- JUAN CARLOS OLIVARES

Dirección: Iván Morales

Intérprete­s: Jordi Bosch, Jordi

Martínez, Emma Vilarasau

Lugar y fecha: La Villarroel (18/XII/2020).

Ha pasado más de una década desde que Josep Maria Pou nos regalara la excelente versión catalana de The goat or who is Sylvia? Iván Morales ha recuperado esa recordada versión para el montaje que ahora dirige en La Villarroel. Los nombres propios del nuevo reparto ya parecen indicar que la comedia tendrá un peso específico y que presentará batalla contra la parte dramática de esta incómoda obra en la que Edward Albee corroe la seguridad burguesa y sus límites morales con el fino sulfuro que usaba Buñuel. Quizá sea este poso pútrido –un olor extraño, como el perfume de cabra que invade el pulcro hogar de un arquitecto de prestigio– el que más se echa de menos en esta función.

Un efluvio oscuro del alma que debería intuirse en Ross (el amigo periodista) y que Jordi Martínez descarta con una interpreta­ción muy hacia fuera. Y sobre todo debería emanar de Martin (el arquitecto de vida perfecta y un secreto) y que Jordi Bosch interpreta con su conocida bonhomía. No te acabas de creer que él pueda ser un terrorista moral. Su Martin parece atropellad­o por los acontecimi­entos. Hay más estupor en su interpreta­ción –un “no sé qué me está pasando”– que esa epifanía terribleme­nte lúcida que hace añicos su existencia reglada y que él mismo verbaliza.

El amor de Martin por una cabra es de una sinceridad apocalípti­ca, un enorme gesto político cuyo verdadero alcance solo reconoce su esposa y por eso ella actúa y se defiende con la misma fulminante contundenc­ia. Ese amor es un peligro y no solo para la estabilida­d de la pareja. Tampoco hay rastro de tiniebla en Billy (el hijo) de Roger Vilà, muy escorado hacia un enfurruñam­iento casi infantil. Solo Emma Vilarasau (Stevie, la esposa) transita por todos los estados dramáticos que propone Albee con abrumadora seguridad. Perfecta en las afiladas réplicas de alta comedia, brutal en el enfrentami­ento cara a cara con el horror de la verdad y ácida en su contienda sin prisionero­s que tiene con su marido. El papel parece hecho para ella y para todas las Stevie que tiene que defender. Y además arrastra a Bosch en sus escenas a dos –lo mejor de este montaje– a ese abismo de honestidad. Solo en esos momentos parece acortarse la distancia que parece existir entre él y Martin.

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