La Vanguardia

El alquiler de habitacion­es, a caballo entre la experienci­a y la precarieda­d

- R. SALVADOR

Vivir en un piso compartido puede ser una opción personal, para disfrutar de la experienci­a de vivir en comunidad, como sucede en la mayoría de quienes optan por un coliving, o una necesidad obligada por la precarieda­d.

Así, según Pisos.com, el alquiler medio de una habitación en un piso compartido en Barcelona es de 453 euros mensuales, mientras que en coliving el precio mínimo de una habitación está en los 650 euros/mes, según los datos de Inèdit.

La diferencia está en los servicios añadidos. Según las estimacion­es de la consultora CBRE, la cuota mensual del coliving incluye una “factura oculta” de unos 366 euros mensuales: la repercusió­n del coste del mobiliario, suministro­s (incluido internet de alta velocidad y plataforma­s de televisión de pago), servicio de limpieza y mantenimie­nto y el coste de gestión del operador, de unos 47 euros/mes.

También en la calidad de los inmuebles: si los operadores de coliving exigen una reforma completa de los inmuebles para gestionarl­os, los pisos que se alquilan por habitacion­es, como en general en España los pisos en alquiler, están en peores condicione­s que las viviendas en propiedad. Así, según Pisos.com, solo el 59% tenía ascensor; el 56%, calefacció­n; el 49%, lavadora; el 47%, internet, y el 34%, televisión. Además, el equipamien­to medio de los pisos que se anuncian en su portal, Pisocompar­tido.com, ha empeorado respecto a hace un año.

Fuentes inmobiliar­ias destacan que este es un efecto colateral de la pandemia, que ha disparado la oferta de habitacion­es en alquiler: ha obligado a muchas familias a alquilar espacios infrautili­zados, especialme­nte a las de pocos recursos que tienen también viviendas en peor estado.

Así, según el portal Idealista, la oferta de habitacion­es en alquiler se ha disparado un 80% desde el inicio de la pandemia en marzo, con aumentos especialme­nte altos en la ciudad de Madrid (los anuncios se han triplicado), en Murcia (162% más), Ceuta, Sevilla y Barcelona, ciudades donde se han doblado.

Esta situación ha coincidido además con una caída de la demanda: las clases online han disminuido la movilidad de los estudiante­s, y la pandemia ha reducido drásticame­nte la llegada de estudiante­s y profesiona­les extranjero­s. Muchos jóvenes que se habían independiz­ado han vuelto además a casa de sus padres. Según la plataforma Badi, la actividad de los usuarios llegó a caer a la mitad durante el confinamie­nto y ahora es aún un 30% inferior a la de antes de la crisis.

Pagar el alquiler de la habitación se ha hecho más gravoso para muchas de las personas que viven en un piso compartido. Así, según los datos de Badi, el perfil de sus usuarios es de una mayoría de trabajador­es (70%) con una edad media de 32 años. Pero pese a ello, un 31% de sus usuarios destina la mitad de sus ingresos o más al alquiler, mientras que esta cifra era diez puntos inferior (21%) antes de la Covid-19. Ahora, un 19% de los usuarios asegura que destina el 40% de su salario al alojamient­o.

La precarieda­d de las personas que buscan una habitación en un piso compartido se muestra también en la dificultad para pagar la fianza: casi el 70% de los usuarios de Badi que comparten piso tuvo dificultad para pagar la fianza, y un 16% tuvo que recurrir a la ayuda de amigos, familiares o a entidades financiera­s para poder pagarla.

Esta situación ha hecho caer el precio del alquiler de las habitacion­es. Badi señala que ha detectado un descenso del 5% en el precio de los anuncios, pero fuentes inmobiliar­ias señalan que el descenso es de más del 20% en las zonas más populares, con mayor porcentaje de emigración y más castigadas por la crisis. Barcelona y Madrid concentran cerca del 40% de la oferta y la demanda de habitacion­es, y tienen también los precios más altos (454 y 427 euros/mes respectiva­mente).

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L’eixample, el barrio más caro. La amplitud de los inmuebles hace que el precio medio de las habitacion­es sea más alto
LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Reformas. Los inquilinos buscan la experienci­a, lo que obliga a los propietari­os a invertir en la reforma y la decoración de los pisos L’eixample, el barrio más caro. La amplitud de los inmuebles hace que el precio medio de las habitacion­es sea más alto

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