La Vanguardia

TARDES Y NOCHES SIN RESTAURANT­ES

Muchos restaurado­res deciden echar de nuevo la persiana hasta que se normalice la situación

- Luis Benvenuty Barcelona

Los restaurant­es y bares de Catalunya estrenaron ayer los nuevos horarios impuestos por la Covid, que suponen que a las 9.30 de la mañana ya deben echar a los clientes que van a desayunar o que solo pueden atender comidas de las 13 h a las 15.30 h. Muchos dicen que no sale a cuenta y han preferido cerrar hasta que la situación se normalice.

Las últimas restriccio­nes a la restauraci­ón están acabando también con los desayunos y con las sobremesas, con esos ratos dedicados a las tostadas, las tartas de

Santiago y esos licores tan digestivos. Así que el desánimo de los restaurado­res no cesa de crecer. Muchos entienden que en estas condicione­s lo mejor es cerrar un par de semanas. Y la resignació­n de sus clientes también crece. A la gente aún no le dio tiempo a olvidarse de las miserias de la ciudad merendero. El ambiente está cada día más avinagrado.

¿Sabe cuánto he hecho de caja por la mañana?, se pregunta de un modo airado y retórico Francisco Javier Sánchez, en el Salamanca, en la Barcelonet­a. “¡Cincuenta euros! –se responde, aún más airado–. La gente, a primera hora, antes de entrar en la oficina, se toma un café a la prisa... y después, más tarde, a las diez, pues algo con más calma ¿y qué clase de comidas se creen que vamos a servir de una a tres y media? Estos días la gente que queda para comer, para comer bien, pues queda a las dos, pensando en salir del restaurant­e a las cinco, y no en marcharse corriendo... ¡y del take away prefiero ni hablar! eso no tiene futuro”. De modo que las tardes se diluyen. Muy pocos continuará­n trabajando con la esperanza de que caigan unos cuantos encargos.

“Nosotros lo que vamos a hacer es un par de turnos a la hora de comer –detallan Albert Enrich y Marta Cid, quienes regentan La Mar Salada y Can Ros, también la Barcelonet­a–, y a las tres y media bajaremos la persiana, pero somos restaurado­res... No vamos a dejar que la gente se entregue a las típicas sobremesas navideñas, pero tampoco a meterle prisa y echarla con la comida en una fiambrera. Mantendrem­os las distancias de seguridad, no como está ocurriendo en otros lugares, pero la gente podrá comer en condicione­s, aunque no pueda disfrutar de la correspond­iente sobremesa”. Y luego Enrich se disculpa, porque a medida que habla se le enciende la sangre...

Muchos profesiona­les ya decidieron echar la persiana hasta que se suavicen las restriccio­nes. “Con estos horarios no merece la pena abrir –lamenta Andreu Valldepera­s, del café Zurich de la plaza Catalunya. El centenario del histórico establecim­iento está resultando un tanto agrio–. Cuando tienes tantos trabajador­es no es viable abrir en estas condicione­s”. Y Carlos Abellán también lamenta que tener que cerrar provisiona­lmente La barra, en el hotel W, y el Tapas 24 de Diputación. “Mantendrem­os abierto el de la Diagonal, porque ahí nos esforzamos mucho para hacer un buen take away, y para que nuestra gente no piense que nos hemos muerto, pero es que así no se puede trabajar. ¡La comida se pone mala!”. Fuentes del Gremi de Restauraci­ó de Barcelona estiman que los cierres aumentarán estos días. Tratarán de resistir principalm­ente

los negocios familiares, los autónomos que hacen de todo, pero aquellos que tienen empleados no encontrará­n el modo. La ciudad merendero, donde la gente se come el bocadillo a modo de trámite en cualquier sitio, donde hacer pipí se convierte en una empresa harto complicada, se cierne de nuevo sobre Barcelona.

“Mira, nosotros nos vamos a ir de vacaciones –tercian los tres amigos que inauguraro­n el Maleducat, en Sant Antoni, durante las primeras fases de la pandemia–. De vacaciones entrecomil­ladas, por llamarlas de algún modo. Vamos a trabajar esta semana para vaciar la nevera, pero luego cerraremos unos días, hasta que nos dejen trabajar en condicione­s. Estamos agotados de inventarno­s y reinventar­nos y de darle vueltas a la cabeza para hacer una carta que si la vendes para llevar no acabe con el sabor de la caja. Tenemos que pararnos un momento”.

“Nosotros estamos funcionand­o básicament­e como un tienda de alimentaci­ón, por si alguien quiere una botella, unas conservas, algo para estas fiestas –lamenta Carme Estal, de la histórica bodega del Poble Sec Quimet & Quimet–... Es que ni nos atrevemos a pinchar un barril de cerveza ¡Trabajando dos horas al día se nos estropea! ,y tampoco podemos abrir un salmón, ofrecer nuestra verdadera carta de tapas... así que al mediodía ofrecemos una versión reducida de lo que somos, por si alguien se acerca, pero a nadie le gusta tomarse nada mirando el reloj. ¿Y quién puede sobrevivir trabajando dos horas? Esto no es más que un cierre encubierto”.

“Yo voy a hacer obras, unas obras que tengo pendientes –dice Marta Baldó, del Petit Montjuïc, también en el Poble Sec–. La verdad es que lo decidí hace unos pocos días, viendo la que se avecinaba... Estoy tratando de ganar tiempo, de llegar al levantamie­nto de estas restriccio­nes en las mejores condicione­s posibles, sea cuando sea”. Baldó es una de las portavoces de la de la Xarxa de Bars de Barri, que agrupa a una cuarentena de establecim­ientos, sobre todo de Ciutat Vella y de Sants-montjuïc. “La gente está vaciando las neveras, y en cuanto las vacíe...”.

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CÉSAR RANGEL
 ?? CÉSAR RANGEL ?? Por turnos. En La Mar Salada de la Barcelonet­a establecer­án dos turnos de comidas, y los gin-tonics serán los sacrificad­os
CÉSAR RANGEL Por turnos. En La Mar Salada de la Barcelonet­a establecer­án dos turnos de comidas, y los gin-tonics serán los sacrificad­os
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LA CRÓNICA
 ?? CÉSAR RANGEL ?? Un hombre se toma un café para llevar en una terraza cerrada
CÉSAR RANGEL Un hombre se toma un café para llevar en una terraza cerrada

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