La Vanguardia

“Putin quiere a Lukashenko fuera, pero no con una revolución”

Svetlana Tijanóvska­ya LÍDER OPOSITORA BIELORRUSA

- GEMMA SAURA

Tan inofensiva la vio Alexánder Lukashenko que le permitió concurrir a las elecciones presidenci­ales de agosto tras vetar a los candidatos serios, incluido su marido. “Quisieron reírse de mí, luego vieron que habían cometido un gran error”, dice Svetlana Tijanóvska­ya, de 38 años, líder opositora bielorrusa accidental. O “por amor”, en sus palabras.

Era “una esposa y una madre”, que soñaba con retomar su carrera de profesora aparcada para cuidar de un hijo enfermo, y a la que nunca había interesado la política. Pero la política tocó a su puerta. Cuando su marido fue encarcelad­o, le sustituyó. Lo que no esperaba el régimen es que su figura galvanizar­a a la dividida oposición, que la considera legítima ganadora ante el fraude cometido por Lukashenko.

Tijanóvska­ya se exilió a Lituania, desde donde trata de mantener viva la llama de las protestas y, sobre todo, lograr apoyo internacio­nal. Para eso llegó ayer a Madrid, donde se reunirá con Pedro Sánchez (por videollama­da debido a su aislamient­o) y otros líderes políticos.

Llevan desde agosto en la calle, las protestas pierden fuelle y no logran más apoyo internacio­nal. ¿Temen estar perdiendo el pulso con Lukashenko?

No tengo miedo porque sé que la voluntad de la gente no puede ser cambiada. Está cansada, es cierto, lleva cuatro meses luchando, con 32.000 detenidos, palizas y torturas, ocho muertos y 157 políticos presos, entre ellos mi marido. Pero incluso así, su voluntad no cambiará. Quizá este invierno dejarán de manifestar­se tan masivament­e y aprovechar­án para reforzar las estructura­s que han surgido en nuestro país y que nunca habíamos tenido. Y los que estamos en el exilio impulsarem­os la cuestión bielorrusa en la arena internacio­nal. Debemos administra­r este tiempo de forma constructi­va, porque Lukashenko también se prepara para la primavera. Él prepara su ejército, nosotros somos un movimiento pacífico.

¿Tiene usted el apoyo popular? Hubo otros movimiento­s de protesta pero no tuvieron éxito. Ahora es distinto, por primera vez el pueblo está unido. Yo no persigo el poder, lucho para que se repitan las elecciones pero no quiero volver a presentarm­e. Por eso la gente se ha unido conmigo, saben que esto no es mi lucha por mandar sino para acabar con Lukasehnko, y que la gente pueda elegir luego a su presidente.

Lukashenko dice que reformará la Constituci­ón y que no se volverá a presentar. ¿Le creen?

No. Cuando los dictadores no quieren irse es cuando empiezan a hablar de la Constituci­ón.

Dice que la oposición nunca tuvo tanta unidad. ¿Hay un factor femenino? Las principale­s líderes son todas mujeres.

La llamamos revolución de las mujeres. Cuando en los tres primeros días de protestas los hombres recibieron palizas brutales y muchos fueron encarcelad­os, nuestras mujeres entendiero­n que era el momento de que ellas dieran un paso al frente, igual que lo dimos las tres mujeres que estamos al frente en lugar de nuestros hombres presos. Las mujeres bielorrusa­s superaron sus miedos y entendiero­n su poder. Fue algo inesperado e inspirador. Los hombres que aún dudaban vieron que no podían quedarse en casa, que debían seguir a las mujeres.

¿Hay grietas en el régimen?

El apoyo de Lukashenko es muy pequeño entre las fuerzas de seguridad e incluso su círculo más estrecho, pero le tienen mucho miedo y también ellos están manchados de sangre. La mayoría de la nomenclatu­ra y del ejército no quiere que siga, pero tienen más miedo que la gente de a pie porque aún son más esclavos del régimen. Pero sabemos que, aunque no puedan decirlo, están esperando a que esto acabe.

¿Qué esperan de la UE?

Más sanciones. Ha habido tres paquetes, pero la lista es extremadam­ente corta. No lo esperábamo­s. Habrá que investigar qué ha pasado, por qué se borraron nombres.

¿Está decepciona­da?

Los bielorruso­s lo están. Si la UE está por los derechos humanos y la democracia es hora de que lo demuestre. Cuando hubo protestas en el 2010, con 850 detenidos, la UE sancionó a 200 personas del régimen. Ahora, con 32.000 presos, solo hay 80 personas en las listas.

¿Qué cree que pasa?

Los dos primeros paquetes fueron muy cortos porque Europa tardó en reaccionar, quizá pensaban que esta revuelta sería como otras y moriría. Pero la tercera lista era mucho más larga al principio pero algo pasó y muchos nombres fueron borrados, aunque había pruebas de que era gente implicada en la violencia.

Ustedes no se definen como proeuropeo­s y se han cuidado de no atacar a Rusia. ¿Por qué?

El pueblo bielorruso siempre ha sido amigo del ruso, aunque ha bajado por el apoyo de Putin al dictador. Queremos ser un país neutral. Tenemos nuestra cultura, identidad y lengua, y queremos nuestra soberanía. No somos parte de Rusia. Queremos tener muy buena relación con ellos, pero no que nuestra independen­cia sea vendida.

Pero la revuelta ha echado a Lukashenko en brazos de Putin.

Lukashenko juega con Rusia. Hace un año, el régimen acusó a mi marido de estar pagado por los rusos. Ahora que ve que no hay huella de los rusos, culpa a Occidente y es amigo de Rusia. Pero en el Kremlin ven lo que hace.

¿Y por qué le salvó Putin?

Sabe que si la oposición gana en Bielorrusi­a, y ganará, puede ocurrir lo mismo en Rusia. Quiere librarse de Lukashenko pero no con una revolución.

¿Cree que el destino de Bielorrusi­a está en manos de Putin?

Putin dice que hay interferen­cia occidental en Bielorrusi­a, ¿pero acaso su apoyo no es una interferen­cia? Occidente solo apoya los derechos humanos, no dirige esta revolución. No quiero decir que nuestro destino está en manos de Putin porque no quiero que Europa lo piense. No quiero que Rusia y Europa compitan con Bielorrusi­a. ¿Por qué cada vez que los europeos oyen hablar de Bielorrusi­a preguntan sobre Rusia? La cuestión no está en Rusia, está dentro de Bielorrusi­a.

¿Volverá a su país?

Hoy han abierto un segundo caso contra mí por complot para un cambio constituci­onal. Papel mojado. Igual que todos los que están en la cárcel son inocentes: están ahí solo porque fueron lo bastante valientes para alzar la voz contra la dictadura. Sé que en el momento que cruce la frontera seré encarcelad­a y nadie me va a salvar. ¿De qué sirve? Seguiré fuera mientras pueda luchar para atraer la atención internacio­nal.

¿Sabe cómo está su marido?

Lleva siete meses preso, un abogado le visita dos veces a la semana y nos comunicamo­s a través de él. Los presos en Bielorrusi­a no pueden ni hablar por teléfono con sus familiares y la administra­ción penitencia­ra puede hacer lo que quieran con ellos, no tiene límites. Lo último: han metido a infectados con la Covid en las celdas para contagiarl­es.

UNA AMA DE CASA “Quisieron reírse de mí, luego vieron que habían cometido un gran error”

DECEPCIÓN CON LA UE “Habrá que investigar por qué se han borrado nombres de las listas de sancionado­s”

PRESOS POLÍTICOS “Han metido a infectados con la Covid en las celdas para contagiarl­es”

EQUILIBRIO­S “Queremos tener muy buena relación con los rusos pero queremos ser un país neutral”

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DANI DUCH Svetlana Tijanóvska­ya, de 38 años, ayer en una calle de Madrid, última parada de su gira por países europeos para lograr apoyo a su causa

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