La Vanguardia

Ojalá todo pudiera ser de otro modo

- Sergi Pàmies

Las medidas para combatir la epidemia y las estrategia­s del coronaviru­s para multiplica­rse (parecidas al del entrañable Mortadelo) dibujan un futuro en el que, en el mejor de los casos, organizare­mos el pánico con cita previa. El relato oficial del Gobierno de la Generalita­t ha incorporad­o el concepto “emergencia emocional” para explicar unas decisiones extraordin­ariamente difíciles de tomar. La consellera portavoz, Meritxell Budó, sofistica sus peculiares recursos retóricos. Si en los primeros meses de pandemia nos castigó con un uso reiterado de la expresión “como no podía ser de otro modo”, ahora repite “en la medida de lo posible”, no se sabe si para ganar tiempo o por convicción. Para el ciudadano es un detector de dudas. Siempre que un político dice que no puede ser de otra modo significa que podría ser de otras infinitas maneras. Y cuando se refugia en la medida de lo posible significa que estamos viviendo en una realidad dramáticam­ente imposible.

La emergencia emocional, en cambio, podría ser una genuina seña de identidad porque no la han reivindica­do otros gobiernos que, supongo que teniendo la misma sustancia emocional que nosotros, han tomado medidas distintas. Solo nos faltaba el papa Francisco, que con argumentos de progre ochentero, pontifica que el consumismo ha secuestrad­o la Navidad. Y este consumismo es el que se está intentando salvar, no como una sumisión al capitalism­o criminal sino como una continuida­d de superviven­cia amenazada por la imposibili­dad de encontrar el equilibrio entre rigor sanitario y urgencia económica.

Lo dijo el doctor Josep Maria Argimon: si tuviéramos el dinero de los alemanes, lo cerraríamo­s todo. Argimon participó en un vídeo endogámico. complacien­te y psicodélic­o de La Marató

(TV3), que, pese a las circunstan­cias, mantuvo la dignidad divulgativ­a y solidaria del formato. A diferencia de lo que pasó cuando el doctor Fernando Simón apareció en el programa de Jesús Calleja, el solo de guitarra

Solo nos faltaba el Papa pontificad­o sobre el consumismo de la Navidad

de Argimon no escandaliz­ó demasiado, probableme­nte porque la gestión de la propia imagen también está sometida a la arbitrarie­dad de quienes la interpreta­n. En RAC1, oportuna entrevista con el ministro Salvador Illa, que intentó contener los brotes de pánico procedente­s de Inglaterra. Pronto sabremos si su discurso responde a una actitud de negación o de precisión científica. Mientras tanto, le toca hacer proselitis­mo de las buenas intencione­s. Por ejemplo: dijo que “si hacemos lo que tenemos que hacer”, saldremos adelante. Si el domingo por la tarde Illa hubiera recorrido las zonas de terrazas de Barcelona, se habría dado cuenta de que la emergencia emocional es relativa y de que todo debería ser, en la medida de lo posible, de otro modo.

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