La Vanguardia

De primera o de segunda

- Francesc-marc Álvaro

¿Por qué Twitter se limita a eliminar las

mentiras sobre la Covid-19 y las vacunas?

La buena gente de Twitter está muy preocupada por la verdad, como los curas, los filósofos y los árbitros de fútbol. Ahora ha anunciado que el año que viene –a la vuelta de la esquina– se dedicará a eliminar los tuits que contengan informació­n errónea sobre las vacunas. Hace unos meses, esta red social ya prohibió la difusión de mensajes falsos, engañosos o peligrosos sobre la Covid-19. El contexto de la pandemia ha movido esta compañía a perseguir los materiales que pueden alimentar teorías conspirato­rias y visiones deformadas de la crisis sanitaria. Supongo que el argumento para aplicar este control –alguien lo llamará censura– es que la salud pública está en peligro.

Pero noticias falsas y opiniones sin fundamento que pueden poner en peligro la vida colectiva –la salud física, mental y moral de las personas y las sociedades– las hay de todo tipo, no solo sobre el coronaviru­s o sobre las vacunas. Y las encontramo­s en Twitter, en otras redes, en algunos medios y –atención– de manera desbocada en los chats de amigos, compañeros de trabajo, padres de la escuela o colegas del gimnasio. En los chats de Whatsapp, a menudo, la verdad se convierte en algo parecido a un monigote de trapo de esos que los perros usan para jugar.

¿Por qué Twitter se limita a eliminar las mentiras sobre la Covid-19 y las vacunas? Cuesta de entender, si tenemos presente que hay toneladas de falsedades sobre varios asuntos potencialm­ente explosivos (inmigració­n, violencia contra las mujeres, vivienda, educación, medio ambiente...) que pueden desembocar en situacione­s altamente conflictiv­as. ¿Cuál es la conclusión? Según los directivos de Twitter, hay mentiras de primera y de segunda, una clasificac­ión tan arbitraria como cualquier otra. Por ejemplo, no me parece más aceptable una campaña que criminalic­e a todo el que tiene segunda residencia (servidor no tiene, aviso) que una que criminalic­e a los médicos que recomienda­n vacunarnos. Hay que hilar muy fino. El populista que repite que frenará fácilmente la llegada de inmigrante­s no es menos peligroso que el iluminado que proclama que el coronaviru­s se puede tratar con plantas medicinale­s y dióxido de cloro. Twitter no controla –no censura– los tuits que emiten partidos que niegan por sistema datos evidentes. Por cierto, la monja-médica contraria a las vacunas apareció, en su día, en muchos medios, también los públicos.

Un control de la mentira a medias es el peor de los caminos. Porque hace buenos todos los tuits que, a pesar de ser fraudulent­os, no están expresamen­te prohibidos.

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