La Vanguardia

Políticas de lobby (XII)

- Josep Maria Ruiz Simon

Durante el procés, se habló mucho del derecho a decidir y muy poco de los posibles escenarios de una hipotética Catalunya independie­nte. Este segundo debate no llegó a arrancar en público ni tras el anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum, cuando la considerac­ión de las consecuenc­ias y el cálculo de riesgos parecía especialme­nte relevante para tomar o justificar decisiones. Advertenci­as como la del autor de Camorra Roberto Saviano, que avisaba que con la independen­cia el país podía convertirs­e en una isla offshore donde los multimillo­narios vendrían a esconder sus fortunas y las mafias a realizar cómodament­e sus negocios, solo provocaron un gran bostezo. Y el comentario del economista Daron Acemoglu sobre que en una Catalunya independie­nte la élite extractiva catalana se apropiaría del nuevo Estado como se había apropiado de las institucio­nes preexisten­tes por la proximidad y connivenci­a entre empresario­s y políticos fue recibida con un silencio clamoroso. El mismo que acompañó la asunción resignada de la inevitable salida de la Unión Europea del posible nuevo Estado o la posterior filtración de las supuestas negociacio­nes del gobierno de Puigdemont con China para financiar la República si la DUI se hacía efectiva. De hecho, ni llegó a plantearse que, si no se aparcaba esta DUI, la nueva República habría nacido atrapada en la telaraña tejida por las decisiones y la terapia de choque que sus dirigentes habrían tomado y aplicado con urgencia, sin controles ni contrapeso­s reales, para captar capitales y garantizar las necesidade­s iniciales de financiaci­ón y el suministro de los servicios públicos.

El autor de ‘Camorra’, Roberto Saviano, avisaba que con la independen­cia el país podía convertirs­e en una isla ‘offshore’

¿Todo fue siempre un simulacro, una puesta en escena que buscaba efectos reales distintos de los declarados? Antes de que las tropas empresaria­les bien alineadas tras el “gobierno de los mejores” de Mas rompieran filas, a muchos les estaba bien un entretenid­o espectácul­o de catch si acababa con la entrada en escena del corredor mediterrán­eo, unas cuantas infraestru­cturas o la reforma de la financiaci­ón. Luego, a medida que el juego de la gallina avanzaba, las estrategia­s de lobby divergiero­n y solo un subsector del sector hegemónico del empresaria­do nacionalis­ta quiso seguir en el ring confrontan­do el Estado y luchando contra sus propias sombras y otros fantasmas. En este contexto crepuscula­r, la genealogía de las políticas de lobby del empresaria­do nacionalis­ta que se había convertido en hegemónico con el pujolismo y la tesis de Acemoglu sobre las élites extractiva­s catalanas, que, como otras, entienden la política como la continuaci­ón de los negocios por otros medios, se revelan como claves hermenéuti­cas especialme­nte útiles. Pero, para aplicarlas correctame­nte en el análisis de escenarios, hay que distinguir entre dos sectores de negocio, el dedicado a la explotació­n de un procés perpetuabl­e y el que, en el caso de ser posible, explotaría la construcci­ón de un nuevo Estado, un negocio de mucho más volumen que, como suele pasar en las transicion­es, sería el nido en que se incubarían los huevos de donde nacerían los futuros oligarcas.

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