El populismo mágico
Un millar de trabajadores de la restauración se concentraron la tarde del lunes para protestar contra las restricciones impuestas por el Govern ante el Palau de la Generalitat. Pero en la sede de la institución no había un president para escuchar sus inquietudes después de que fuera cesado Quim Torra, aunque tampoco estaba el vicepresident en funciones de president, que no tiene despacho en el palacio gótico. Cosas de la batalla de los socios de Govern para que ERC no pudiera sacar ningún beneficio del cese del titular. Prácticamente a la misma hora, Pere Aragonès firmaba el decreto de convocatoria de elecciones en su despacho del barrio de la Zona Franca, con la esperanza de que no iniciemos otra legislatura sin ningún horizonte.
La batalla por la hegemonía del independentismo está llevando al maltrato de las instituciones por parte de quienes deberían ponerlas en valor. La convocatoria el pasado domingo de un acto del llamado Consell per a la República en este palacio de los despachos vacíos que es el Palau de la Generalitat,
No toca proponer desbordamientos en un país que sabe cómo las gastan las tormentas
al que no acudieron los representantes de ERC, fue sobre todo un acto de partido sin pago de alquiler de la sala. Pero, además, la constitución de una asamblea de representantes del citado Consell resulta una forma de menospreciar al Parlament. El partidismo es lícito, siempre que no socave las instituciones. JXC tiene un plan para descongelar la independencia proclamada en un visto y no visto el 27 de octubre del 2017, que consiste en el desbordamiento democrático. En cualquier caso, los procesos de congelación no garantizan que el producto del frigorífico no acabe caducado. Por no hablar de los desbordamientos en un país donde sabemos cómo las gastan las tormentas.
El independentismo se debate entre el populismo mágico de JXC, con Carles Puigdemont como su Harry Potter, y el pragmatismo realista de ERC, con Pere Aragonès como su Chuck Yeager, el hombre que rompió la barrera del sonido sin ensordecer. Pero todos deberían ser cuidadosos con las instituciones, porque las hemos violentado en exceso los últimos años. En unos momentos en que hemos de reconstruir la economía y recoser la sociedad, según qué sueños parecen pesadillas. Sobre todo es no entender la realidad en que vivimos. Para el único desbordamiento ante el que deberíamos prepararnos es para el del sentido común. Cuando la gente se manifiesta para recuperar el nivel de vida y los políticos les prometen la luna es que estos han dejado de tener los pies en el suelo.