La Vanguardia

Navidad, doble promesa de vida

- Josep Miró i Ardèvol

La Navidad, “el misterio intemporal a la vez que indisociab­le de la historia”, como la definía la excelente pluma de Francesc-marc Álvaro en estas mismas páginas, posee la alegría que forja la doble promesa de vida y esperanza: la que todo bebé trae consigo, y la del Niño Jesús como inicio del Reino de Dios y de vida eterna. Dos ideas vitales, que hoy necesitan volver a ser explicadas con detalle.

De vida y esperanza nuestra sociedad va muy escasa y por esta razón flaquea la alegría.

No hay para menos. La desolación de la pandemia daña y mata personas, más de 70.000 en España, destruye trabajo y bienestar, ciega el horizonte de futuro de los jóvenes y muestra descarnada­mente las incapacida­des y miserias morales de quienes nos gobiernan.

Sin embargo, una Navidad bien afianzada tiene que llenar de confianza nuestros corazones, porque lo que celebramos es el nacimiento de Dios encarnado en la historia, que abrió una nueva era para la humanidad. Nos lo recuerda, día a día, el calendario universal, signo cotidiano de la fraternida­d humana.

Dos grandes causas explican la poderosa fuerza que se origina a partir de Jesús, un bebé judío nacido hace 2.020 años en Belén. Una es el inicio del Reino de Dios que se expande sobre el amor y la justicia, y del que somos portadores o adversario­s hasta su plenitud en el fin de los tiempos. Este proyecto trasciende la historia y ha tenido y posee una fuerza revolucion­aria sin parangón. También con Jesús se desvela el misterio del sentido de la vida, de su realidad más allá de la muerte. La sacudida que ambas concepcion­es y experienci­as han generado es colosal, han construido culturas y civilizaci­ones, y también las han derribado.

Soy consciente de que la Navidad no gusta a todos. Para algunas personas este tipo “de alegría impuesta”, el exceso de consumo o las grandes y largas celebracio­nes familiares provocan rechazo. Y es que la fiesta, según cómo se manifiesta, puede afectar dolorosame­nte a quien vive en la soledad o en la pobreza, carencias incompatib­les con la construcci­ón del Reino de Dios. El exceso también se vuelve desagradab­le para los que valoran la austeridad. No, no es bueno confundir la exuberanci­a del consumo con Navidad, aunque este año un poco de prodigalid­ad nos ayudaría.

Otras personas, muy diferentes, celebran la fiesta a la vez que cancelan belenes en la plaza pública o los transforma­n en la inanidad de un “paisaje de invierno”. Es el odium fidei que proscribe a Jesús.

La Navidad celebra el reencuentr­o familiar, que este año queda muy enturbiado por la peste, con el añadido de la legalizaci­ón de la eutanasia y el rechazo a un plan estatal de cuidados paliativos. Es vergonzosa la situación española, a la cola de Europa en este servicio imprescind­ible. Cada año mueren cerca de 60.000 personas sin poder acceder a él. ¿Por qué han decidido que la eutanasia es incompatib­le con dar la opción de acogerse a los cuidados paliativos? ¿Dónde está la libertad cuando la opción es morir sufriendo o que te mate el médico? En estas condicione­s, ¿qué valor tiene el consentimi­ento informado? ¿Qué tribunal admitiría que es una opción legítima? Es una opción horrible. No puedo entender que legalizar la eutanasia sea incompatib­le con dotarnos de unos cuidados paliativos al alcance de todos, de calidad europea, si el fin es ayudar a morir sin sufrimient­o.

Respeto mucho a quienes solicitan la eutanasia desde el corazón, por temor al sufrimient­o o porque lo han vivido en un ser querido. Lo respeto, aunque no lo comparta, porque creo que los caminos para superar el sufrimient­o humano son otros. No es creíble en pleno siglo XXI, cuando se prepara el asalto a Marte, y se postulan las promesas técnicas y científica­s del posthumani­smo, que la forma de afrontar el sufrimient­o sea la muerte desnuda y cruda, la misma solución que desde tiempo inmemorial damos a los animales. ¿Es este el horizonte de sentido de una sociedad cada vez más humana? Matar. Matar al fin de la vida, matar para que no nazca. Me niego a aceptar este proyecto que tiene graves y peligrosas consecuenc­ias ramificada­s para la sociedad. Si la pandemia y la desatenció­n de los poderes políticos han provocado tanta mortalidad entre las personas mayores, ¿qué mentalidad­es y prácticas generará una ley que legaliza matar por humanidad? Un Estado que soluciona el sufrimient­o de este modo y no da otra opción es un fracaso porque los sufrimient­os terribles son de muchos tipos, y no todos proceden de la enfermedad. Que el suicidio sea la primera causa de muerte entre los jóvenes lo constata. Así jamás construire­mos una mentalidad, una sociedad, entregada a curar todo sufrimient­o.

Y aún queda otra mirada de la que quiero hablar, más siendo Navidad. La mirada de Dios, que debe hacerse presente en los debates públicos: la vida es un don que nos ha sido regalado y le pertenece. Él nos reclama que la cuidemos bien, no para sufrir sino para aprender a amar. Este es el único llamamient­o que nos permite progresar como seres humanos.

Dios ha nacido. Alegraos y celebradlo.

Celebramos el reencuentr­o familiar, muy enturbiado por la peste, con el añadido de la eutanasia legalizada

 ?? MARTIN DIVISEK / EFE ??
MARTIN DIVISEK / EFE
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain