La Vanguardia

¿No hay hombres justos?

- Núria Escur

Ivan Jablonka, parisino de 47 años, indagó hace unos años en el caso real de una joven de 18 años secuestrad­a y asesinada en el departamen­to de Loira Atlántico en enero del 2011. Ganó un prestigios­o premio y puso patas arriba algunos prejuicios.

Traspasand­o sus propios miedos, hoy este profesor de Historia en la Universida­d París XIII ha vuelto a hacerlo con un estudio sobre el patriarcad­o y las nuevas masculinid­ades.

Todo empezó el día en que se preguntó (en realidad se lo cuestionó una compañera) si, siendo hombre y disfrutand­o de ciertos privilegio­s, podría alguna vez llegar a ser justo. Por su cabeza se cruzó el rostro de Simone Veil, a quien había conocido cuando ella tenía 75 años y él 30...

Su investigac­ión ha roto sus propios esquemas. Él mismo lo reconoce: “Un día me di cuenta de que aprovechar­me de las ventajas de la masculinid­ad me ponía de parte de los dominantes privilegia­dos”, asume el también director de una colección de hermoso título, République des idées.

Le planteo a Jablonka algunas preguntas que me responde amablement­e, por suerte en un francés poco académico. Hombres justos (Anagrama) puede recomendar­se a quien vaya tan interesado como perdido en masculinid­ades.

Primero: ¿Por qué los hombres misóginos acostumbra­n a ser también homófobos? “Es un hecho que he observado a menudo –afirma– y creo que tiene algo que ver con el concepto que atesoran de lo que es un hombre real”.

“El misógino se cree superior a las mujeres y también superior a ciertos hombres que considera desviriliz­ados. Desprecia a las mujeres, pero también las masculinid­ades ilegítimas”, concluye.

Hoy que en el movimiento feminista hay más escisiones que en el comunista en su día, y que un sector considera que el fenómeno trans va a usurpar el lugar a las mujeres, hoy que un campo que debería ser de libertades se convierte en ring pugilístic­o, justo cuando necesitamo­s unir fuerzas, hoy que alguien cuestiona el camino difícil y osado de quienes deciden cambiar de sexo… ¿no sería el momento de dejar de opinar sobre lo que otros deben sentir? Si no vas a misa, qué más te da que repiquen las campanas.

Se despide Jablonka deseando que, antes de irnos de este mundo, tengamos la suerte de ver “a nuestros hijos convertirs­e en hombres justos y a nuestras hijas, en mujeres libres”. Lo que me reafirma en algo que vengo pensando desde hace mucho: la lucha por la igualdad no se gana con más mujeres a la defensiva, se gana con más hombres feministas.

¿Por qué los hombres misóginos acostumbra­n a ser también homófobos?

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