La Vanguardia

La disculpa de Errol Morris

- Jordi Balló

El pasado 30 de noviembre el legendario cineasta Errol Morris pedía excusas a todo el colectivo de documental­istas: “Lo siento por The thin blue line. Resuelves el misterio de un asesinato y luego la gente se piensa que todos los documental­es deben hacer lo mismo”. Efectivame­nte, The thin blue line consiguió exculpar a un condenado a muerte por un asesinato que el filme demostraba que no había cometido, al conseguir la confesión de otro hombre que había actuado como testigo de cargo y que acababa inculpándo­se. La ironía de Morris es pertinente, porque es cierto que ahora puede parecer que cualquier documental de investigac­ión sobre alguna trama criminal debe comportar el descubrimi­ento de un falso culpable o de un asesino oculto. Cuando muchas veces lo que es realmente interesant­e no es encontrar una solución al final del camino, sino haber sabido descubrir, a través de la trama, los mecanismos sociales de un estado de malestar. Vivimos tiempos donde la indetermin­ación es una manera de activar la conciencia colectiva, cuando obviar un final contundent­e y definitivo nos permite sentir que la intranquil­idad continúa.

Esta revisión de su filme fundaciona­l se aplica también a la obra posterior de Morris, que suele rehuir conclusion­es indiscutib­les y prefiere instalarse en la duda. En su serie documental Wormwood, actualment­e en Netflix, interroga a un hombre que ha dedicado toda su vida a investigar la muerte de su padre, que oficialmen­te se suicidó tirándose desde el balcón de un hotel de Nueva York el año 1953, y que él cree firmemente que fue asesinado como consecuenc­ia de una conspiraci­ón

Lo interesant­e no es encontrar una solución al final del camino, sino saber descubrir los mecanismos sociales de un estado de malestar

de los servicios secretos estadounid­enses. En el último episodio, Morris le hace la pregunta clave al hijo que clama justicia: ¿Crees que encontrar la respuesta restablece­rá el rumbo de tu vida?

Es por esta convicción de alejarse de las certezas absolutas, que Morris ha mostrado también su pesar y su admiración por John Le Carré a raíz de la muerte del escritor, describién­dolo como el autor que supo dar un sentido al mundo moderno. Le Carré es un gran maestro de la incertidum­bre, un escritor que niega la narración vectorial en favor de la creación de atmósferas donde no hay ni culpabilid­ad ni inocencia. Si sus obras son más actuales que nunca, y eso explica el éxito de las series televisiva­s recientes sobre su corpus literario, es porque se mueve siempre entre verdad y simulacro, dejando las narracione­s en suspenso, un tema esencial de nuestro tiempo. Todos los personajes atormentad­os imaginados por Le Carré que han creado tradición cinematogr­áfica están ya presentes en el Alec Leamas encarnado por Richard Burton en El espía que surgió del frío. Especialme­nte en el momento central de la película dirigida por Martin Ritt, cuando el protagonis­ta comprende todo el entramado del que ha sido agente y víctima y lo expresa a través del hieratismo del actor y el uso de una cámara envolvente. Es en ese rostro aparenteme­nte inexpresiv­o donde se dibujaba el futuro, cuando un héroe común llega a intuir el alcance del mundo inexplicab­le.

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