La Vanguardia

Es la Navidad, estúpido

- Carlos Zanón

El mito de la Navidad es poderoso porque pivota sobre una mujer y su cachorro. Cada nuevo nacimiento lo recuerda constantem­ente. El hombre no aparece. No molesta, custodia, da calor si acaso. Es un hombre viejo, ni tan siquiera es padre del niño. El linaje de los judíos es por vía materna. María recibe la visita de un dios sin la contrapres­tación del placer pagano. Solo es la elegida. Que alguien te encuentre y te elija. Y que ese alguien quiera darte y darse un hijo. Ese poder.

El emperador Aureliano declaró el 25 de diciembre como la festividad romana de las saturnales. La gente lo celebraba bebiendo y comiendo, colocando en su cabeza excéntrico­s sombreros, intercambi­ando regalos. Decoraban las casas con velas y hojas de árbol perenne. Después de esas fiestas llegaban las calendas, el calendario echaba a andar. En Germania, Odín vagaba y se mostraba voraz. ¿Qué mejor manera de apaciguarl­o que con regalos? En algún momento alguien eligió por ti que dejaras de creer en la Navidad para que creyeras en el black friday.

La tristeza, el cinismo y el tedio cotizan. Es nuestra forma de hacernos los interesant­es, de demostrar que sabemos de qué va esto. Mantener la ociosidad romántica, sus curas de desintoxic­ación, sus modelos anoréxicas, gente rica con problemas de ricos. Todo eso es fácil de poner en imágenes. Nos gustan los vampiros y los aristócrat­as, tanto como sus estacas de madera y las guillotina­s. Chesterton decía que la alegría es una crisis. Uno al reír, al cantar mal un villancico, al jugar transforma sus gestos, se afea, se olvida de Instagram. ¿Cómo literaturi­zas la dicha, la felicidad, la Navidad sin ser acusado de cursi o estúpido?

Nicolás era un obispo de Esmirna, nacido tres siglos después de la muerte de Cristo. Tenía mucho dinero y lo daba a los pobres. En una ocasión, la bolsa estaba tan llena de oro que, al no entrar por la puerta, probó a hacerlo por la chimenea. Scrooge, en las primeras páginas, se pregunta: “¿Es que no hay hospicios?”. Le visitarán quien fue, quien será y quien podría haber sido. Shane Macgowan y Kirsty Maccoll canturreab­an sobre sus sueños perdidos para acabar diciendo que no podían hacer todo esto –vivir, luchar– solos. Nadie sobra aunque esté solo. No vale la pena lanzarse al río helado como si el mundo fuera mejor sin uno. Que le den al mundo. Feliz Navidad, estúpido.

¿Cómo literaturi­zas la dicha, la felicidad, la Navidad sin ser acusado de cursi o estúpido?

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